Capítulo 2: Ecos del Pasado

870 Words
La convergencia cósmica había terminado, pero sus efectos reverberaban a través de los reinos de Amor y Muerte. Tanto Cupido como Thanatos se encontraban reflexionando sobre su encuentro, sumidos en sus respectivos dominios. Era un momento perfecto para que los ecos del pasado salieran a la luz, revelando las raíces de sus esencias y los mundos que gobernaban. El Reino de Cupido: El Dominio del Amor En el corazón del Olimpo, el reino de Cupido era un lugar de belleza etérea y vibrante energía. Jardines eternos florecían con flores de colores inimaginables, sus fragancias impregnando el aire con una dulzura que embriagaba los sentidos. Ríos de aguas cristalinas serpenteaban a través del paisaje, reflejando los colores del amanecer y el ocaso en sus superficies. Pájaros de plumaje brillante cantaban melodías de amor, y el cielo siempre parecía estar pintado con los tonos más suaves y románticos. Cupido, también conocido como Eros, era el hijo de Venus, la diosa del amor y la belleza. Desde su nacimiento, estaba destinado a propagar el amor en todas sus formas. Con su arco dorado y sus flechas encantadas, podía hacer que cualquier ser, mortal o divino, se enamorara perdidamente. Sin embargo, su poder no estaba exento de responsabilidad. Cupido debía mantener un equilibrio delicado, asegurándose de que el amor que sembraba no se convirtiera en obsesión o destrucción. Desde joven, Cupido había sido testigo de innumerables historias de amor. Había visto cómo sus flechas unían a almas gemelas y creaban lazos indestructibles. Pero también había visto el dolor que el amor no correspondido o trágico podía causar. A lo largo de los siglos, su visión del amor se había vuelto más profunda y compleja. No era solo una fuerza de alegría y pasión, sino también de sacrificio y redención. El Reino de Thanatos: El Dominio de la Muerte Contrastando con el vibrante y vivaz reino de Cupido, el dominio de Thanatos era un lugar de solemnidad y serenidad. Un paisaje de sombras y silencio, donde los colores eran apagados y las formas difusas. No era un lugar de terror, sino de descanso y transición. Los campos de Asfodelo se extendían hasta donde alcanzaba la vista, sus flores grises moviéndose suavemente con un viento que parecía venir de otro mundo. Thanatos, la personificación de la muerte, era un dios antiguo, anterior a muchos de los olímpicos. Hijo de Nyx, la diosa de la noche, y hermano de Hypnos, el dios del sueño, Thanatos había conocido la eternidad desde tiempos inmemoriales. Su tarea era guiar las almas de los mortales al inframundo, asegurándose de que cada vida terminara cuando llegara su momento. No era un verdugo cruel, sino un guardián compasivo del ciclo natural de la vida y la muerte. Thanatos había visto el final de innumerables vidas, desde los héroes más valientes hasta los más humildes campesinos. Cada alma que guiaba era un recordatorio de la fragilidad y la belleza de la existencia. Aunque a menudo era temido y malentendido, Thanatos llevaba a cabo su deber con una dignidad tranquila. Sabía que la muerte no era el final, sino una transición hacia algo más allá de la comprensión mortal. El Encuentro de Dos Destinos Después de la convergencia, tanto Cupido como Thanatos sintieron la necesidad de explorar los recuerdos de sus pasados. Cupido, en sus jardines florecientes, recordó las primeras veces que usó su arco, los rostros de los amantes que había unido y los sacrificios que había presenciado. Pensó en Psyche, su propia amante y esposa, y cómo su amor había superado pruebas aparentemente insuperables. Esa experiencia le había enseñado que el amor verdadero requería esfuerzo, comprensión y, a veces, dolor. Thanatos, en su reino de sombras, meditaba sobre los milenios de almas que había guiado. Recordó los primeros mortales que había encontrado, sus miedos y sus esperanzas. Pensó en las guerras y las plagas, y cómo había mantenido el equilibrio en tiempos de caos. Pero también recordó momentos de paz y resignación, cuando las almas aceptaban su destino con serenidad. A medida que reflexionaban sobre sus pasados, ambos dioses comenzaron a comprender que sus roles, aunque opuestos, estaban intrínsecamente conectados. El amor y la muerte eran dos caras de la misma moneda, partes esenciales del ciclo de la existencia. Sin muerte, el amor no tendría urgencia ni profundidad. Sin amor, la muerte sería un final vacío. El Inicio de una Nueva Conexión Esa noche, en sus respectivos reinos, Cupido y Thanatos miraron hacia el mismo cielo estrellado, sintiendo una conexión que trascendía el tiempo y el espacio. Aunque no podían verse, sabían que el otro estaba ahí, compartiendo el mismo sentimiento de descubrimiento y aceptación. Cupido, con su corazón lleno de una nueva comprensión, decidió que debía ver a Thanatos de nuevo. No solo para explorar esta conexión, sino para aprender más sobre la naturaleza de sus propios poderes. Thanatos, con su calma inquebrantable, también sentía la misma urgencia. Había algo en Cupido que le atraía, una luz que contrastaba y complementaba su propia oscuridad. Así, con los ecos del pasado resonando en sus corazones, ambos dioses se prepararon para un futuro que, aunque incierto, prometía ser lleno de revelaciones y, quizás, de un amor que podría cambiar el curso de sus eternidades.
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