Cuando Ralph llegó a casa era tarde y estaba agotado. Apenas consiguió meter la llave en la cerradura, le temblaba la mano. Mientras luchaba, la puerta se abrió de un tirón y allí estaba su mujer. Le midió de pies a cabeza. "En nombre de Dios, ¿qué te ha pasado? Entró a trompicones, empujándola. La bolsa gruñó pesada en su puño y entró directamente en el gran lavadero de la parte trasera de la casa. La sintió cerca y torció el cuello para mirarla. "¿Qué? "Parece como si hubieras estado en una pelea, Ralph. Tanta sangre". Era verdad. Su abrigo y sus pantalones estaban empapados de sangre. Se había arrancado el delantal y lo había tirado en un rincón de la cabaña. Le había protegido el pecho, pero no podía hacer nada con el resto de la ropa. Apartó la bolsa y dejó la de arpillera, que c
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