––Vaya que sí, querido Thomas; un plato de sopa te sentará mucho mejor que el té. Tomarás un plato de sopa. Sir Thomas no pudo enojarse. ––Siempre la misma, siempre el mismo desvelo por el bienestar de los demás ––fue su respuesta––. Pero, te lo aseguro, sólo me apetece el té. ––Pues bien, entonces, tú que eres su esposa, María, creo que deberías ordenar que sirvieran el té inmediatamente... no estaría de más que dieras un poco de prisa a Baddeley; parece que anda muy atrasado esta noche. Aquí cerró el paréntesis y sir Thomas reanudó su relato. Al fin se produjo una pausa. Los temas que cumplieron a sus inmediatas ansias de comunicación quedaron agotados, y pareció que le bastaba mirar con satisfacción en derredor, ya al uno, ya al otro de los componentes del querido círculo. Pero la