El hijo es tuyo

1127 Words
AMANDA —Vamos, te llevaré a la empresa —me dice Clara al día siguiente. Me había convencido de ir a ver a Liam. Aún tengo mis dudas, pero ella tiene razón: tengo que decirle que será padre; al menos, tiene que saberlo. Si decide que no quiere hacerse cargo, entonces más problemas para mí, porque no sé qué haré. Nadie quiere darme trabajo. —Bien. Salimos de la casa y nos subimos a su coche. Apenas ponía atención a lo que me decía Clara porque estoy muy nerviosa de ver a Liam. No sé si me sacará a patadas de su empresa, si me echará a la policía o algo mucho peor. Quizás hasta me demande. —No quiero hacerlo. —Ya es tarde, vamos en camino y no dejaré que te arrepientas, Amanda. Deja de pensar y solo actúa. No vas a perder nada con decirle. —Puede que me demande por difamación, Clara, ¿puedes creerlo? Ese hombre es muy importante, y algo me dice que no anda con juegos. ¿Por qué me creería a mí? Pasamos una noche, sí, pero no es tan estúpido como para dejar cabos sueltos. —Relájate, Amanda. Inhala y exhala. Estás muy nerviosa y eso no le hace bien al bebé. —Deja de decir la palabra "bebé", por favor, que me dan náuseas. —Solo son los síntomas del embarazo. —Te juro que me estoy mareando. —Es ansiedad. —¿Tienes una respuesta para todo, verdad? —Algo así. Ella se detuvo frente a un enorme edificio. Se ve tan imponente y lujoso. Yo no encajo aquí. Ni siquiera vine bien vestida porque no tengo nada decente que ponerme. —Mucha suerte; aquí estaré esperando por ti. Si me necesitas allá arriba, solo llama, ¿está bien? Asentí, bajando del coche. Avancé hasta entrar a la empresa y me dirigí hacia donde estaba la recepcionista. —Buenos días, ¿dónde puedo encontrar al señor Liam Zimmerman? —Buenos días, el señor Liam está en el quinto piso. ¿Tienes cita? Porque si no tienes cita, no te dejarán entrar. —Eh, no tengo cita. Solo es una plática personal —le dije. —Bueno, quizás puedas hablar con su secretaria —me dice, dándome un gafete—. Es para que sepan que eres visitante. —Gracias —le digo, tomando el gafete y poniéndomelo. Me dirigí al ascensor y entré. De suerte iba sola. Esperé y esperé hasta llegar al quinto piso. Las puertas se abrieron y salí. Rápidamente divisé a gente con sus trajes perfectamente planchados. El piso era muy bonito, grande y lujoso. Avancé, tratando de averiguar por dónde estaría la oficina de Liam. Me sigo diciendo que yo no encajo aquí. Entre más avanzo, más ganas de vomitar me dan. No debería sentirme así. Así como Liam fue muy hombrecito para hacerme el amor esa noche, también tiene que tener el valor de hacerse cargo del niño. —Uy, lo siento —le dije al chico con quien choqué. Le tiré su carpeta con papeles. —No, yo lo recojo —me dice el chico, viendo que iba a agacharme a recogerlos—. ¿Estás buscando a alguien? —me pregunta. —A Liam Zimmerman, pero no sé dónde queda su oficina. —Oh, al jefe —sonríe—. Te puedo llevar si quieres... —Estaría muy bien, gracias. —Ven por aquí. ¿Cómo te llamas? —Eh... Amanda —contesté. A pesar de todo, el chico había sido muy amable y no quería ser descortés. —Pues mucho gusto, Amanda. ¿Estás buscando trabajo o algo así? —¿Por qué? ¿Se nota? —quise saber, alzando una ceja. —No, claro que no. Es solo... ¿por qué más estarías aquí? Te doy un consejo: si vienes a buscar trabajo, no es con Liam con quien tienes que hablar... ese no es su trabajo y se puede molestar. —¿Es muy gruñón? Se rio. —Bueno, un poco. Jamás había escuchado a alguien decirle gruñón a Liam —entrecierra sus ojos—. Me pareces familiar. Me asusté, porque seguramente este chico había visto la foto de Liam y yo besándonos. —Eh... ¿dónde están los baños? —¿No ibas a la oficina de Liam? Estamos llegando. —Primero quiero ir a los baños —le dije, salí huyendo de su lado. No podía aguantar más. Corrí por un pasillo y otro hasta que, con suerte, vi el letrero de baños y me adentré. Vomité un poco. Estoy muy nerviosa, eso se nota. Mi celular sonó, era una llamada de Clara. —¿Qué quieres? —¿Lo encontraste? —Casi. Vine al baño a vomitar. —Ugh, asegúrate de lavarte los dientes —me dice—. No querrás acercarte a hablar con Liam con sabor a vómito. Rodé los ojos y salí al lavamanos. —No creo poder hacerlo —saqué el cepillo de dientes que siempre llevaba y lo embadurné de pasta para empezar a lavarme—. Siento que no estoy en el lugar correcto. —Vas a poder. Solo tienes que decir que estás embarazada, esperar su respuesta y luego irte. —Decirlo suena fácil, pero es muy difícil —me enjuagué y guardé las cosas—. Pero iré ahora mismo y se lo diré. —Así se habla. Te espero aquí. Besitos. Guardé el celular y respiré profundo; necesitaba prepararme mentalmente. Salí de los baños y regresé al pasillo donde me había dejado el chico. Para mi suerte, ya no estaba. Al final del pasillo estaba una chica en un escritorio. —Hola, estoy buscando a Liam Zimmerman. —¿Tiene cita? —No. —Sin cita no puedes pasar. El señor Liam solo acepta personas con cita. Si quieres, puedes darme tu nombre y yo busco en su agenda el día que tenga disponible. —Necesito hablar con Liam, es personal y muy importante. Él me tiene que recibir. Llámalo y pregúntale, por favor. La chica dudó un poco, pero me hizo caso. Tomó el teléfono y lo llamó. —Señor, hay una chica que quiere verlo. Dice que es muy importante y personal. No tiene cita. Silencio. La chica arrugó la cara y luego se quitó el teléfono de la oreja. Él le había colgado. Me giré y abrí la puerta frente a ella. Sabía que era su oficina. Cerré antes de que la secretaria viniera. —Liam Zimmerman, tenemos que hablar. —¿Quién te crees que eres para...? —empezó a decir, pero se detuvo en seco al verme. Me reconoció—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Tengo que decirte que estoy embarazada y el hijo es tuyo.
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