AMANDA Abro mis ojos con dificultad; los rayos del sol iluminan tanto la habitación que me cuesta ver con claridad. No sé dónde estoy, solo recuerdo que antes de salir de la oficina de Andrew, él me cargaba entre sus brazos. Seguro me desmayé, pero… ¿Qué es todo esto? Mi vista se posa en la silueta de Clara, quien está recostada en una pequeña mesa en una esquina. —Clara —la llamo y ella despierta. —Amanda, gracias a Dios que estás bien —se acerca para tomarme de la mano—. Me tenías preocupada; hace rato que estamos acá. Te desmayaste, pero ya todo está bien. Nos han dado de alta después de que la doctora te dé algunas instrucciones. El miedo se apoderó de mí en ese instante, porque lo que recordé es que mi hijo podría estar corriendo peligro. —Y sí… —me respondió Clara, como si acab