Miré de reojo a mi compañera y la vi sonrojarse. No sé si era porque su madre estaba tan feliz de que fuéramos compañeros, que prácticamente me animaba a marcar a su hija aquí mismo al lado de la pista de baile, o no. Apuesto a que era porque acababa de recordar que caminábamos de la mano juntos. Pensábamos que nadie lo sabía. Me encantaba tomar la mano de Simone. Me hacía sentir que estábamos juntos como novios, incluso cuando éramos muy jóvenes, como de 10 y 11 años. Fingíamos que estábamos juntos, y sé que el recuerdo de eso probablemente es la razón del rubor en Simone. Le sonreí y le guiñé un ojo, y su sonrojo se intensificó. —Simone, ¿aceptas nuestro vínculo? ¿Estás dispuesta a ser la próxima Luna de Blood Walker? —le pregunté con toda seriedad. Me alegré mucho de verla asentir. D