(Melody Jhons)
Mi nombre es Melody, tengo diecinueve años y trabajo como asistente de secretaria en Maxwell y Compañía, vivo en una casa de huéspedes, que es lo que puedo pagar con mi salario, tengo dos pequeños hermanos gemelos llamados Alfonse y Albert, tienen solo doce años de edad y en estos momentos están en una escuela internado, no he querido cambiarlos de escuela ya que es ahí donde están todos sus amigos.
Ellos no tienen la culpa de nuestra situación, Tras la muerte de mi madre yo me ocupe de que los niños no resintieran su partida, pero mi padre se volvió a casar con Heater, una mujer de solo veinticinco años, mucho más joven que él, que solo quería divertirse y gastar el dinero de mi padre. Pero será mejor que les cuente mi historia desde el principio para que sepan por qué ahora estoy aquí.
Heater no deseaba hacerse cargo de nosotros, aún recuerdo sus horribles palabras cuando le dijo a mi padre.
-Albert, yo aún soy muy joven, sé que son tus hijos pero cielos, hacerme cargo de Melody, que edad crees que tengo, no parezco su madre sino su hermana mayor, ella es una joven que bien puede trabajar, y los dos niños , cariño solo harás que piensen mal de mí, dirán que los tuve siendo una niña, y yo no deseo que piensen mal de nosotros, porque mejor no les envías a un internado, ahí los educaran y compartirán con niños de su edad.
Mi padre que la amaba acepto, yo estudiaba el instituto y mis hermanos gemelos fueron a dar a un internado, todo estuvo bien por los siguientes dos años. Pero tras la muerte de mi padre hacer solo seis meses Heater me hecho de la casa, ya que ella no deseaba hacerse cargo de los tres hijos huérfanos de su difunto esposo.
Lo que me dijo, tan pronto como terminaron los funerales de mi padre, me convenció de que ella nunca lo quiso, solo quería su dinero el cual ahora gastaba a manos llenas.
-Lo lamento Melody, pero yo no te puedo tener en esta casa, no puedo dejar que mis amigos te vean, eres una joven adulta y puedes valerte por ti misma, y en cuanto a ese costoso internado en el que están tus hermanos, será mejor que vayas pensando en sacarlos y conseguir otro más barato, pues yo no pienso gastar un solo centavo en ellos, el dinero que dejo tu padre apenas alcanzara para mantenerme en mi nivel actual de vida por unos años, y no lo desperdiciare en dos mocosos insufribles.- sus palabras me dolieron pues mis hermanos son dos chicos muy bien portados y respetuosos.
Esa horrible mujer me hecho a la calle, dejándome sacar de la casa solo mi ropa y aquello que era mío, pero no me dejo sacar ninguna de las joyas que mi madre me heredara al morir, o las que mi padre me regalara en mis cumpleaños .
-Oh, no te llevaras nada de esto, estas joyas las compro mi esposo con su dinero por lo tanto ahora me pertenecen.- dijo tomando el alhajero que las contenía.
-Pero esas joyas me las heredo mi madre al morir, y también están las que mi padre me regalo en mis cumpleaños.- le dije, pues ahí mismo estaba la medalla de oro con mi nombre grabado que mis padres me dieran en mis quince años , un mes antes de la muerte de mi madre; y el collar de perlas que mi padre me regalara cuando cumplí dieciocho años, ambos cumpleaños solo dos semanas antes de la muerte de mi padre de un ataque cardiaco.
-He dicho que todas estas joyas se compraron con el dinero de tu padre, es decir de mi marido, y por lo tanto me pertenecen, si tu sacas algo de esto de mi casa te denunciare por robo y terminaras en la cárcel.- me amenazo, no me quedo más remedio que aceptar dejar las joyas de mi madre, lo único que pude salvar fue el anillo de mi abuela, el cual mi madre me pusiera en el dedo pocos minutos antes de morir.
Para mi sorpresa cuando se leyó el testamento de mi padre, me entere que toda la fortuna de mi padre, la habíamos heredado mis hermanos y yo, pero este era administrado por nuestra madrastra; por lo que Heater al no sentir el menor interés pos nosotros tres, nos restringía al máximo los gastos.
Pero ahora que tengo que hacerme cargo de mi misma y de mis hermanos me estoy volviendo loca de preocupación, pues debo pagar el colegio de mis hermanos, su ropa, su material de estudio, además de pagar el alquiler de mi habitación en la casa de huéspedes y otros gastos, y mi salario apenas alcanza.
Por otro lado, los rendimientos de las acciones de la compañía que mi madre nos heredara a mis hermanos ya mí, solo alcanza para pagar a medias los gastos mensuales de mis hermanos en el internado donde estudian; pensar en ellos hace que me ponga triste y que me den deseos de llorar, pero me contengo.
He tenido que hacer un gran esfuerzo para apoyar a mis hermanos, pues a pesar de ser pequeños, ellos entienden y sufren por la muerte de mi padre, tanto o más que yo.
Siento que la cabeza está a punto de estallarme de tanto pensar en cómo resolver mis problemas, el dinero de mi herencia no lo recibiré hasta que cumpla veinticinco años y eso no ocurrirá sino hasta dentro de cinco años y ocho meses, y mis hermanos son aún más pequeños pues solo cuentan con doce años, ellos son mi responsabilidad, ellos a pesar de su corta edad son buenos chicos, sensibles, tiernos y cariñosos, además de muy inteligentes. Los amo tanto que los comprendo y adoro sus diferencias, pues aun cuando son gemelos idénticos en sus facciones, son muy diferentes entre sí, pues mientras Alfonse es rubio y de ojos azules como mi madre y como yo; Albert tiene el cabello castaño oscuro y de ojos grises como nuestro padre.
Al verme en la calle, a tan solo unas semanas de haberme graduado del instituto, no me quedo más remedio que buscar un trabajo que me redituara más dinero, así que rente una habitación en una pensión, pues tenía que hacer economías en todo lo que gastara, además el dinero que gano trabajando en una oficina como asistente de secretaria, lo destino en su mayor parte al p**o de la escuela de mis hermanos; los domingos trato de ir a verlos y los llevo de paseo, esa es mi más grande alegría estos días, ver la sonrisa de felicidad de mis hermanos cuando paseamos por el parque o cuando comemos un simple helado.
El lunes fue un día de mucho trabajo en la oficina, tanto que no me dio tiempo de salir a comer y ya pasadas de las seis de la tarde, cuando salí del trabajo, iba pensando en que necesitaba buscar un mejor trabajo, y por ir caminando por el vestíbulo del edificio, metida en mis pensamientos no me di cuenta de que unos ojos negros me veían de reojo.
Me sentí observada, por lo que de pronto vuelvo la cabeza y me doy cuenta de que un hombre alto, de cabellos castaños, hombros anchos y un torso al que se pegaba el saco muy bien cortado que llevaba sobre una camisa blanca de seda, un hombre que emanaba una gran energía y denotaba una fuerte personalidad no dejaba de mirarme; lo que llamo mi atención fue que el hombre llevaba de la mano a un niño pequeño, tan parecido a él que era fácil pensar que son padre e hijo.
Al ver al hombre me quede paralizada, sintiendo la garganta seca, pues ese hombre tenía sus penetrantes ojos negros fijos en mí, recorriéndome todo el cuerpo, como si me evaluara.
Al darme cuenta de cómo me miraba ese hombre me sentí tímida a la vez que sentí como la sangre se agolpaba en mis mejillas ruborizándome; por lo que avergonzada me mordí el labio inferior, de forma inconsciente.
Vi como el pequeño comenzó a jalar de la mano del hombre.
-vamos tío, ya quiero llegar.- dijo él niño, que no pasaba de tener escasos seis años, yo lo vi asentir y eso hizo que yo reaccionara y me diera la vuelta, aun avergonzada y sintiendo como todo mi cuerpo temblaba; pues la mirada de ese hombre la había desnudado por completo.
Como pude seguí mi camino, pero no pude dejar de pensar en la fuerza que demostraban los ojos negros de aquel hombre, pues solo necesitaba cerrar mis ojos para verlos frente a mí como dos profundos hoyos negros, misteriosos, duros y fríos.
(Richard Maxwell)
Llego al edificio en donde esté mi empresa, en cuyo Penhouse está mi departamento, llevo conmigo a mi pequeño sobrino Edward, pues ahora soy su tutor, cuando veo a una joven en el vestíbulo; es rubia, pero tiene la cabeza algo baja por lo que no veo bien sus ojos, pero estoy seguro de que son azules, es una mujer hermosa, con una cara en forma de corazón, y si sus ojos son de un color azul profundo, muy atractivo y seductor; también me doy cuenta de que es esbelta y de piernas bien torneadas.
Creo que sintió que la miraba pues se a volteado y me observa, segundos después veo como el rubor cubre sus mejillas, lo que me dice que es tímida, pero noto como muerde su labio inferior, lo que me parece muy sensual; por lo que reacciono levantando la ceja, pero no dejo de ver su boca, una boca de labios rosas y carnosos muy sensuales, los que se me antojo besar y así probar su dulce sabor.
Siento como Edward jala mi mano diciendo
-vamos tío, ya quiero llegar.- por lo que asciento viendo como la joven sigue su camino.
Entro en el edificio del que saliera la joven, llevando a mi sobrino de la mano, hasta el Penhouse, un departamento enorme pero muy masculino, donde soy atendido por mi sirviente Smithy, que es quien se encarga de todo.
Al verme llegar con el pequeño, se me quedo viendo extrañado de uno a otro, pues cualquiera diría que Edward y yo somos clones, solo que uno pequeño y frágil y otro alto y fuerte.
Con una sonrisa que según las revistas de chismes y del corazón es muy sexy, tanto que derrite a mujeres y hombres por igual, presento a mi sobrino con mi fiel sirviente
-Smithy, te presento a mi sobrino, Edward Maxwell; Edward este es Smithy.- veo al niño muy formal como le tendió su pequeña mano a mi sirviente para saludarlo, este con una pequeña sonrisa, le dio la bienvenida y le ofreció
-gusta el joven Edward, leche y galletas?.- el pequeño acepto de inmediato, por lo que Smithy se lo llevo a la cocina, mientras tanto yo me dirigía a la sala aflojándome la corbata y quitándome el saco, lo dejó sobre un sofá, me estiro, para sentarme un momento después.
Ya estando cómodamente sentado, cierro los ojos, solo para volver a ver el esbelto cuerpo de la chica, y sonrió al recordad como al observarla ella se había ruborizado.
-señor desea tomar algo?- me pregunto Smithy entrando en la sala.
-sí, creo que una ginebra con hielo estaría bien Smithy.-
-Señor?
-si dime, que sé que ofrece?- quise saber.
-Puse al niño en la recamara que tiene vista al parque.- me informo
-muy buena idea, pero no permitas que abra el balcón.- le recomendé.
-sí señor, me ocupare de ello.- Dijo Smithy entregándome la bebida solicitada, para después retirarse.
-Smithy?
-si señor?
-el niño se va a quedar con nosotros, pues sus padres murieron en un accidente de avión hace pocos días, aun reciente todo, por lo que hay que tener cuidado con él.- dije a Smithy, pues sabía que él comprendería lo que tenía que hacer y me ayudaría.
-pobre criatura.- fue lo único que dijo antes de retirarse.