Segundo

2256 Words
El reloj comenzó a sonar, eran las 9:30 am. Yo estaba muy cómoda en mi cama y además, hacía frío afuera de las sábanas. Saqué rápido la mano y apagué el despertador, sólo porque me estaba sacando de quicio. Toda la casa estaba en silencio, eso me gustaba, quizá lo de ayer haya sido sólo una pesadilla. Me levanté de la cama y fui al baño, cuando salí, escuché ruidos en la cocina. Me pareció extraño pues mi padre ya se había ido a su viaje, ayer para ser más exactos. Después, recordé: “Seré tu “niñero” las 24 horas de los 7 días de la semana de los próximos 3 meses”. Abrí los ojos como platos y salí corriendo hacia la cocina rezando que sólo sea mi imaginación y él no estuviese ahí. No, no, no, no, no, no, ¡NO, maldición! Cuando llegué a la cocina él estaba ahí. Todavía tenía la ropa de ayer. Estaba tomando café en mi taza. Lo miré feo y carraspeé la garganta para que supiera que yo estaba ahí. Él se volteó y me miró. —Oh, buenos días, cariño. Hice café —me dijo como si estuviésemos en una de las series de los 60’s que mi papá veía casi todo el tiempo, los fines de semana y yo de vez en cuando lo acompañaba a verlas. Lo seguía fulminando con la mirada y tomé otra taza de café y me serví un poco. —No me digas ‘cariño’ —dije apoyándome de la pared contraria a la que él estaba. —Entonces, ¿cómo quisieras que te dijera, dueña de un lindo trasero y hermosas piernas? —dijo de manera muy seductora y si no fuese por el hecho de que él viviría ahí en esa casa por los próximos meses y sólo me decía eso porque me estaba molestando, me hubiera sentido halagada. Respiré profundo, sintiendo que mis mejillas involuntariamente se ruborizaban. —Para ti, Miranda está bien —dije, mientras agarraba una silla de la mesa y la empujaba con mi pie, con el fin de que le pegara y se cayera, pero mi plan fue arruinado pues él la detuvo con su pie, de la misma manera en que la lancé. Lo miré algo sorprendida, pero intentaba no quitar la mirada fría. —¿En serio crees que eso iba a hacerme algo? —dijo tranquilo, mientras le daba otro sorbo a su café. —Valía la pena intentarlo —admití algo resentida porque mi plan no haya funcionado. Leonardo se rió unos segundos y terminó de tomar su café, colocando la taza en el fregadero. —Voy a salir, Miranda. En unas horas regreso, espero no me extrañes —se acercó a mí, más de lo necesario y tomó las llaves que estaban en el estante que había a un lado de mí. —¿A dónde vas? —¿Por qué? ¿Temes que te esté engañando con otra, preciosa? —me tomó de la barbilla de manera delicada y me hizo mirarlo a los ojos. Me entraron muchas ganas de escupirle en ese momento, pero soy una dama, así que tuve que aguantarme las ganas. —No, es para ver si tengo que mandar a alguien para que te mantenga alejado de mi casa. No sé, ¿qué tal una prostituta? ¿Quizá dos? —le sonreí inocente y él sonrió también y me soltó, caminando hacia la puerta principal. Antes de irse, me dijo. —No es necesario, preciosa. Con tus servicios está bien —puse la taza de café en la mesa y fui corriendo a la puerta principal. Si antes había pensado en no escupirle por modales, ahora me sabían a pepino esos modales. ¡Me acaba de decir prostituta! Fui corriendo a la sala, agarré uno de los cojines duros que había y abrí la puerta. Todavía estaba esperando el ascensor. Lo tiré con todas mis fuerzas, esperando a haberle pegado. Él cuando me vio, se agachó y el cojín le pasó por arriba. Miró el cojín y después a mí. —Deberás intentar algo mejor que eso. Ah, te sugiero que agarres eso, no creo que a tu padre le guste que andes tirando las cosas de la casa a los vecinos —antes de poder decirle algo o ir a matarlo, quizá; él logró entrar en el ascensor e irse. Yo fui hasta donde estaba el cojín y me di cuenta que le había pegado a un señor. Me disculpé y lo ayudé a levantarse, pero cuando me vio, se quedó con la boca abierta. Noté mi atuendo y entré corriendo al departamento con el cojín tapándome lo que podía. Cerré la puerta detrás de mí y me apoyé en ella. Ese idiota me las va a pagar, lo juro que lo hará. No sabe con quién está jugando. Tiré el cojín para que cayera sobre uno de los sofás y me dispuse a ir al piso de arriba. Encendí la laptop y entré en Skype esperando a que mi padre estuviera. Estaba conectado y me llamó. —Hola, princesa. ¿Qué tal están las cosas? —escuché la voz de mi padre por la laptop. Me dio algo de nostalgia y ganas de abrazarlo. —Hola, papá. Es una pesadilla. Es un tonto arrogante, no lo soporto. ¡¿Por qué no me dijiste que se iba a quedar a vivir?! —mi tono de voz fue en aumento con cada palabra que decía. Me crucé de brazos, molesta. —Hija, dijiste que le darías una oportunidad. Creí haberte dicho cuando te dije que te iba a cuidar todo el verano —la voz de mi padre sonaba bastante tranquila. —No, creí que hablabas que cuando saliera, él iba a estar ahí, pero no también dentro de la casa —me calmé y comencé a jugar con mi camisa, estaba resentida. No me gustaba que mi padre pensara que necesitara un guardaespaldas aún cuando tuviera 19 años. —Es por tu bien, hija. Ya verás que si le das una oportunidad, podrían llevarse bien. Sé amable, como siempre decía tu madre. Inténtalo, por papá, ¿sí? —mi padre, quien me miraba por la cámara me veía con ojos de súplica, esos ojos que yo no podía resistir, esos ojos que siempre me manipulaban. Suspiré, derrotada. —Está bien, papá. Lo intentaré, sólo por ti. —hice una pausa, sonriéndole—. ¿A ti qué tal te va? ¿Dónde estás ahora? Te extraño mucho. —Está todo aburrido, puras reuniones. Ahora estoy en España, todos han preguntado por ti, les haces falta también. Yo también te extraño mucho, mi pequeña —mi padre me sonreía y yo no podía no hacerlo, su sonrisa siempre me contagiaba alegría. —Espero no te olvides de mi chocolate —le dije seriamente, aunque después comencé a reír al igual que él. —Claro que no, princesa. Ahora debo irme, ya es tarde y debo ir a otra reunión. Te quiero mucho, Miri. Recuerda, cuídate y dale una oportunidad a Leonardo, es un buen muchacho —mi padre se despidió con un movimiento de mano y un beso. Yo hice lo mismo y a los pocos segundos, la llamada había acabado. Apagué la laptop y me levanté de la cama para cambiarme de ropa. Cuando estaba poniéndome los zapatos deportivos, mi celular sonó. Era Bárbara. —Hola, Barbie —contesté. —Hola, Miri —dijo al otro lado del teléfono. —¿Vamos al gym, no? —pregunté, ya lista y buscando mi bolso para ir al gym. —Sí, claro por eso te llamo. Creí que se te había olvidado como la última vez —me reí. No se me había olvidado, sólo que ese día tenía mucho sueño y lo dejé pasar. —No, claro que no. Yo estoy lista ya salgo para allá —agarré las llaves de la casa y las llaves del carro. Guardé mi termo de agua en el bolso, junto con mi iPod. —Está bien, yo ya estoy llegando. Nos vemos —me colgó y yo coloqué el celular dentro del bolso también. No tardé más de 25 minutos en llegar al gimnasio. Barbs me estaba esperando afuera, por lo que la saludé, tocando la corneta un par de veces. Encontré un lugar muy bueno para estacionar el carro, en el estacionamiento del GYM. Fui con Barbie y entramos, ya que éramos miembros del lugar, no nos cobraban tanto como a los demás. Habíamos acordado no hacer tanto como las veces pasadas y nos pusimos en la caminadora, una al lado de la otra, para poder hablar. —¿Entonces? ¿Tu padre ya se fue? —Sí, aunque no adivinarás con la que me salió —sentí que mis venas se hinchaban de sólo recordarlo. —¿Qué sucedió? —me preguntó mi amiga, curiosa. —Contrató a un idiota arrogante y pedante para que me “cuidara” en estas vacaciones ya que yo no estaría con él —hice énfasis en toda la oración, para demostrarle mi frustración. Mi amiga se quedó pensando unos segundos y luego habló. —¿Es lindo? —sonrió pícara. —¿QUÉ? De lo que te dije, ¿sólo preguntas eso? —la miré confundida. —¿Qué tiene? Si es bonito, quizá tú podrías tener se… — BÁRBARA RENAULT, ¿CUÁL ES TU PROBLEMA? —mi amiga me quedó mirando impresionada y varias personas se voltearon a verme por mi tono de voz tan alto. Miré alrededor y respiré profundo para calmarme. —Gracias, ahora todo el gimnasio sabe mi nombre —me miró medio feo. —Aunque sea dije tu nombre completo y no Barbie —sonreí inocente. Mi amiga me torció los ojos. —Quisiera conocerlo —agregó tranquila. —No lo creo. —¿Por qué? ¿Tienes miedo de que te lo quite? —me estaba provocando, pero sabía cómo eran sus juegos. —Esa es una excelente idea. Debería llevarte para que lo conozcas y se fije en ti. —mis palabras tenían un toque de sarcasmo. Mi amiga se rió, nerviosa. —Estás loca, por supuesto que no. Él se va a enamorar de ti y tú de él y serán novios, ya lo verás —sonrió con superioridad. Me reí con ganas ante su hipótesis. —Estás demente, claro que no pasará eso. Jamás. —Ay, amiga nunca digas jamás. Después de eso, Barbie y yo dejamos de hablar y nos enfocamos en hacer ejercicio. Ya pasada como una hora y media, cada una se bañó por separado en las duchas que estaban en el gym y nos vestimos para ir a buscar a Amy quien nos había pedido que la acompañásemos a comprar un nuevo traje de baño para su viaje a la playa. Barbie y yo aprovechamos también para comprar uno para cuando fuéramos las 3 a la playa. Amy se compró uno de color amarillo que le resaltaba bastante bien con su color de piel. Bárbara se compró uno de color rosado pues ella amaba ese color, además, le quedaba bastante bien. Yo me compré uno de color azul eléctrico que me gustó mucho. Después de eso, fuimos a tomar un café y comer croissants de chocolate, justo como hacían en Italia. Estuvimos unas horas en el café, hablando de nuestros ex y de qué haríamos en un futuro y cómo organizaríamos la fiesta en la playa. Todo iba bastante bien, hasta que Barbie sacó el tema de mi “niñero” —Amy, ¿sabes quién tiene un niñero este verano? — Barbie hizo una pausa y me miró maliciosamente. Mis amigas me miraron y se comenzaron a reír. Yo lo dejé pasar, pues sí tenían derecho a reírse, claro, tenía 19 años y mi papá tuvo que buscar a un niñero que me cuidara todas las vacaciones. —Sí, sí. Ríanse, adelante —dije tranquilamente, comiendo mi croissant. Mis amigas omitieron mis palabras y seguían riéndose. Ya pasados varios minutos, ellas seguían riéndose y haciendo burlas sobre mi condición. Ya estaba hasta la coronilla por sus comentarios y ya mi café me lo había tomado por completo. —Bueno, basta. Ya entendí que es bastante patético, ahora déjeme tranquila con mi martirio —las fulminé con la mirada y hablé lo suficientemente seria como para que dejaran de bromear. —Tranquila, Miri. Ve el lado positivo de todo esto, no pasarás tus vacaciones solas —dijo Amy. —Es verdad, tendrás un niñero que te cuide —dijo por lo bajo Bárbara. Como siempre la molestaba, este era su momento para vengarse. Seguimos hablando un rato más, hasta que vi el reloj, marcaba las 4:30pm. Wow, ¿en qué se me habrá ido el día? Quizá Leonardo debe estar preocupado en la casa, buscando cómo localizarme. ¿Por qué estoy pensando en ese idiota? ¡Qué me importa! Que le dé un infarto por mi ausencia. Me levanté y me despedí de mis amigas, ya era bastante tarde y debía volver a casa. Si bien sabía que nadie me iba a esperar en casa, debía volver, esperando a que mi padre estuviera y poder hablar con él. Mis amigas me miraron raro cuando les dije que iría a casa, por supuesto sus comentarios salieron a flote nuevamente, pero yo los ignoré. Estaba preparándome mentalmente para encontrarme con un idiota que lo más probable, intentaría regañarme cuando llegase a casa.
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