—¿Miranda? ¿Podemos hablar contigo un segundo? Mis amigas no me dejaron ni siquiera llegar a la casa tranquila, me agarraron de los brazos cada una y me llevaron lejos de Leonardo. Me volteé para mirarlo en forma de disculpa por lo groseras de mis amigas, además de que me separaban de él de esa manera. Él me sonrió y sentí un gran alivio en mi pecho. Llegamos hasta la parte de delante de la casa, mientras los hombres estaban dentro. —¿Entonces? —mis amigas me soltaron y me miraron, cruzándose de brazos. Barbie fue la primera en hablarme. —¿Qué? —les sonreí inocente, juntando mis manos por detrás de mi espalda, intentando verme lo más honesta posible. —Te vimos —respondió otra vez mi amiga Bárbara, con desesperación. —Yo también las estoy viendo, amigas —la evadí. Sabía a qué se