capitulo 1
bien pues aki les va el primer capitulo, espero ke les guste.
Capitulo I
Monte olimpo, Grecia
Año 9546 a.c
Golpe, tras golpe era lo que se escuchaba en la habitación de sus padres en el olimpo, un precioso lugar lleno de jardines que daban las flores más hermosas que alguna vez hayan existido. Con paredes de Oro y plata y la dulce luz del cielo. Tan azul como ningún otro. Las nubes suaves daban un toque de paz al lugar.
Solo una cosa era la que oscurecía la belleza del lugar.
Los gritos de dolor de su madre Hera, la reina de los dioses resonaban en sus oídos lacerando su joven alma. No aguantando más de esa forma de vida, hizo su intento de sus poderes apenas floreciendo, levanto su mano hacia la chimenea donde el fuego del mismo lo obedeció envistiendo a su padre que se detuvo en el acto.
Ambas miradas sus padres se posaron en el pequeño niño de apenas 10 años.
.- ¡¿Qué es lo que hiciste?!-la mirada del rey se tornó fría mientras se dirigía a el
Con todo su corazón espero las palabras que marcarían de por vida su joven mente, no sabía ni que decir frente al rey de los dioses olímpicos.
Y no es que nadie alguna vez hozase imponerse ante el dios del rayo.
Alto de 1.90 de altura, de cabellos rojos cual fuego y unos impresionantes ojos verdes llenos de crueldad que a través de los siglos solo Zeus era capaz de tener. Los rasgos de su cara contrastaban con el aire de absoluto poder del dios.
.- estoy esperando la respuesta muchacho.-la gran mano de Zeus se ilumino con una potente luz amarilla que lo tornaba en un ser totalmente oscuro.
Hera miro con pánico a su marido y después a su hijo mayor. Hefestos la miro con el `pavor reflejado en su rostro, viendo como sostenía a su pequeño hermano Ares, quien sería el dios de la guerra según lo pronosticado por las moiras desde su nacimiento.
.- ¿madre?-pronuncio el niño temblando buscando la protección de su progenitora,
Su madre no era en lo absoluto la más hermosa de las diosas de lo olimpo. Bajita de 1.60 de altura, con unos buenos 70 kg, sus rasgos demasiado comunes y corrientes, cabellos rubios cual el sol de la mañana y bellos ojos azules. Miraba a su padre como si fuese una bestia a la que temía acercarse por miedo que le hiciese daño a ella y a su hijo.
.- ¡ALEJATE DE MI!- le golpeo la mano dejándolo estupefacto.- tú no eres hijo mío.
La declaración dolió más que los golpes del látigo que usaban cuando se atrevía a llamarles papa o mama frente a los demás dioses olímpicos. Era su madre.
Ella misma o había parido de sus entrañas.
El gruñido de Zeus lo volvió a la realidad.
.- pero yo también soy tu hijo mama.- pensó con sus emociones tiroteando en su corazón lastimándolo como nunca.
Un rayo rozo su mejilla encriptándose en la pared del palacio, pedazos de la ventana que se quebró por el impacto del mismo, lo hirió en los brazos.
Zeus comenzó a avanzar hacia él, el paso decidido de su padre le hacía temblar.
-estoy esperando la respuesta muchacho.- el joven Hefestos tembló de temor por lo que el viejo dios le podía hacer.
Tragando saliva pronuncio las palabras más estúpidas que dijo en su vida.
.-tenía que defender a madre de tus maltratos papa.- los ojos del dios de los relámpagos se oscurecieron con la ira del infierno, tomando al joven dios de su toga diciendo.- yo trato a esta estúpida como me venga en gana.- acerco su rostro hacia el pequeño.- y tu ni nadie me dirá que es lo que debo de hacer con mi esposa.-
En un arranque de furia contra el infante, Zeus rápidamente lo tomo de la pierna izquierda y tomando impulso lo lanzo hacia afuera como si fuese solo un muñeco de trapo.
El grito de terror del joven Hefestos se escuchó por todo el olimpo. Llegando incluso hasta el tártaro donde su tío Hades y su tía Persephone reinaban sobre las almas desaventuradas.
Pero nadie lo ayudo.
La traición de su panteón dejo mella en él.
¿Cómo podían?, si también era un dios como todos ellos.
¿Por qué no lo ayudaban?
Poco a poco se fue alejando del monte Olimpo. Cayendo más y más sobre la tierra aun no poblada de los nuevos hijos de su padre. Muy rápidamente el pavor del niño fue sustituido por el terror. Mientras disminuía la velocidad del lanzamiento se acercaba un poco más al mar. En donde reinaban sus otros dos tíos.
Poseidón y Anfitrite.
Pero no pudo hacer nada para caer en tierra firme. El golpe del impacto le dejo quebrados cada hueso de su aun mortal cuerpo. Todos los músculos le dolieron no dejando saber dónde dolía más.
En verdad, lo intento y lo intento. Los huesos mataban con cualquier intento suyo de moverlos.
Este sería su final.
Una sonrisa triste surco sus labios cuando recordó su corta vida, cerro sus ojos dejando que la tranquilidad del mar lo llevara hacia abajo, más y más. Mientras un pensamiento pasó por su mente.
La oscuridad lo reclamaba como una abeja a su miel.
.-Y todo ¿Por qué? –lo pensó.- por defender a una desgraciada sin corazón,
.- si salgo de esta, juro que jamás defenderé a nadie-. Recordando que Hera no hizo nada para defenderlo como su madre que era.-
La paz del agua poco a poco lo trago, llevándolo en una pacifico arrullo hasta su seno.
.- adiós mami y papi.- despidiéndose de sus padres con la esperanza de que sus padres lo escuchasen y notasen cuanto los querría.
Eurides soplo el parabrisas del carruaje, observando las aguas tranquilas. Sus cabellos castaños caían sobre su rostro no dejando ver ni siquiera sus ojos azules.
Una leve corriente la alarmo.
Aquí en las profundidades del mar jamás había un alboroto como el que sentía ahora mismo en el fondo del océano.
.- ¿pasa algo malo Eurinome?- la voz de la oceanide Tetis le llamo la atención.
Alta de cabellos morenos, Tetis tenía la belleza amazónica que atraía a cualquier dios a su cama. Sus ojos azul eléctrico hipnotizaban a todo aquel que posase los suyos en la diosa. De piel del mas delicioso caramelo que se pueda comer.
Definitivamente no era fea.
Pero dejando a un lado eso.
La ninfa miro algo pequeño, que bajaba poco a poco en el océano, agudizo su mirada azul celeste. Gimió asustada al mirar como un pequeño niño caía inconsciente al fondo del mar. Sus cabellos rojos fuego se ondulaban en una cara adorable que solo la inocencia de un infante podía tener.
Tomo en sus brazos al pequeño mirándolo con ternura.
.- ¿pasa algo querida? ¿Por qué te detienes tan abruptamente?- hablo Tetis, tan hermosa como cualquier diosa la mirada de la mujer se posó en los brazos de eurinome
Frunció el seño
.- ¿Qué es lo que hace el hijo de Zeus en el océano?- dijo reconociendo al instante a la criatura en los brazos de la diosa.
Eurinome se sorprendió por lo dicho de la diosa, mirando al pequeño con intriga.
Tetis la miro, no podían dejar al niño allí, uno de los monstruos marinos lo matarían si se encontraban con un joven inmortal inexperto.
.- en verdad no lo sé...,- dijo mientras lo sostenía con cuidado.- ¿Por qué Zeus lo arrojaría al mar?-
Tetis lo medito, alzo los hombros para quitarle importancia.
.- sea lo que sea, no podemos dejar a un niño pequeño en el peligroso mar abierto.- dicho esto ambas asintieron regresado a su hogar en uno de los palacios bajo el mar del dios de los mares.
El castillo de Poseidón era todo menos común y corriente a todos los castillos de os demás dioses olímpicos. La capsula de aire que mantenía a todos los sirvientes del castillo vivos y protegidos de los monstruos de los mares. De color blanco le daba un cierto aire de pureza absoluta a las paredes de marfil blanco junto a las ventanas de oro puro y a las puertas de rubí cristalizado.
Los jardines del castillo eran un gran contraste a las oscuras aguas del mar profundo. Con una hermosa fuente donde la figura de Poseidón resaltaba hecha de la plata más pura.
Eurinome trago duro nerviosamente.
No sabía cómo debía de reaccionar Poseidón cuando llevara al niño ante el dios de los mares.
Tetis suspiro.
.- en verdad tenemos que llevarlo ante el dios de los mares.- dijo mirando al niño que por el dolor de sus heridas se había desmayado.
La diosa la miro.
.-ahora que lo dices.-la mirada de eurinome se tornó llena de malicia-en realidad no tiene ni siquiera que saber que está aquí.-con voz decidida agrego.- solo tenemos que cuidarlo hasta que se recupere de sus heridas.-
Tetis arqueo la ceja confundida.
Ambas diosas se miraron por instantes que debieron ser años.
Eurinome carraspeo
.-bien, ¿estás conmigo Tetis? – le informo parando el carruaje donde viajaban.
Tetis la miro por varios segundos más.
.- ¿Qué?-eurinome quería correr, cuando los ojos de su amiga la miraban le causaba mucha incomodidad.
.-si sigues mirándome así en verdad voy a desaparecer de tu vista-
Los ojos grises de Tetis brillaron con burla.
.- ¿Qué te he dicho yo amiga?-
Su mirada lo decía todo. De nuevo le estaba jugando una de sus estúpidas bromas.
Sonrió involuntariamente.
.- entonces esta dicho.- asintiendo Tetis desapareció siendo seguida por su amiga rumbo a unas cuevas cercanas donde lo podrían cuidar mejor.
Monte olimpo.
9840 a.c
Lagrimas surcaron el rostro de Hefestos, la traición y el dolor de la perdida era todo lo que ocupaban la mente del dios del fuego.
No sabía si creerlo.
Las palabras del dios sol se escuchaban tan ciertas. Tan verdaderas que no podía dudar de ninguna de ellas.
.- ciento arruinar tu matrimonio amigo mío.-
Su mirada se encontró con la azul celeste de Helios. Allí recargado en el estante donde ponía los objetos ya terminados de los dioses.
Miro alrededor, los metales preciosos brillaban donde quiera que mirase. Su yunque aun con la espada que sería para el dios Ares, aun con la punta roja aun por enderezar. Hecha de oro puro.
Negando se sacó las lágrimas con su brazo. No valía la pena llorar por algo así.
Aunque ese algo incluyera a su esposa Afrodita. La más hermosa de las diosas de todos los panteones.
A ira lo se asomó por sobre todo el amor que sentía por ella.
Miro al dios de nuevo, que a su vez lo observaba con intriga.
.- te lo agradezco mucho.- le dijo disfrazando su rostro por uno pacifico.- ahora tengo que continuar con mi trabajo como lo notaras.- tomo su bastón que se encontraba a un lado del dios del fuego, apretándolo imperceptiblemente ante el dios del sol, conteniendo el coraje que sentía por la traición de ambos.-
Su amada esposa y hermano y mejor amigo hasta entonces Ares.
Con casi dos metros de alto, helios es muchísimo más alto que Zeus, de cabello rubio y los ojos azules que encantaban a cuanta mujer y diosa que posase sus ojos se acercaba hacia él. De rasgos finos y porte real de cualquier príncipe. Más hermoso que cualquier otro dios pudiese aspirar a ser.
Helios no estaba muy seguro de irse o no.
Todos los dioses sabían lo mal que tomaba Hefestos las traiciones.
Un ejemplo vivo.
Su madre Hera que aún le dolía la espalda cuando le dio el trono de Oro que le hizo en venganza por desterrarlo del Olimpo. Hefestos tenía un humor desagradable con quienes lo lastimaban. Más si fuese una persona que amaba.
De su mujer y del cabron de su hermano.
.- ¿no tienes que hacer?-
La voz gruesa de Hefestos lo regreso a la realidad.
.- ¿De verdad?, no ocupas desahogarte acerca de esto.-
Frunció el ceño, continuando con la espada de Ares enderezando las irregularidades del arma.
.- ¿estás seguro de todo esto?- la mirada de helios lo estaba en verdad fastidiando su paciencia.- bien como tú digas- anuncio el dios del sol para después de desaparecer en una estela amarilla dejando solo al dios engañosamente tranquilo.
Una vez solo desato toda su furia.
Soltando el martillo lanzándolo hacia una de las estanterías de armas creadas por el mismo. Que al estrellarse en el estante volaron por doquier. Todas las figuras y vasijas hechas a mano por la mismísima diosa Atenea el día de su boda con Afrodita.
¿Por qué?, su mente se torturaba con las imágenes que el maldito dios del solo incorporo en su mente. En ellas se encontraba su esposa abrazada a su hermano besándose apasionadamente después de tener sexo desenfrenado. Con brazos y piernas entrelazadas ambos amantes.
Le había dado todo.
Todo lo que una diosa se merecía, su amor, su tiempo, sus riquezas...
Pero nada le había bastado. Le había traicionado con su hermano. Su propia sangre.
.- ¿Por qué?- pensó de nuevo pensando en su mujer y su hermano.
Se llevó las manos a su rostro empapándolas de las lágrimas. El dolor lacerando su dolor casi infinito. Las piernas no le respondieron cuando quiso caminar.
Miro a su alrededor.
La habitación estaba hecha trisas. Cuando levanto la mirada se encontró con el espejo que se quebró cuando una de las figuritas que eran de la diosa Artemisa. Entonces lo supo.
Sus rasgos son demasiado comunes, la barba roja ocultaba la mitad de su cuerpo y solo quedaban sus ojos verdes. Su barba era tan larga y enmarañada y cabello sudoroso que se pegaba a su piel. La toga de color blanca se pegaba a su pecho lleno de bellos desagradablemente sudorosos.
Estaba hecho un asco. Era por eso que su esposa se había buscado a otro.
Lo comparo con otro dios. El odio sustituyo por un segundo al amor que sentía por su mujer.
Pero no duro mucho del mismo. Se volvió a mirar al espejo.
Comparado con Ares era solo un gusano.
La rabia volvió ante el como si fuese un golpe en el estómago. ¿Por qué todos los que amaba lo traicionaba?
La ira floreciendo en su pecho.
No esto no se quedaría así. Aunque la amaba no se conformaría con su comportamiento.
Dificultosamente se levantó tomando su bastón como apoyo para poder caminar bien. La red de Artemisa de oro brillo ante los primeros rayos de sol de la mañana.
No se quedaría con la rabia que sentía en ese momento.
Tomo la red de la que nada podía escapar. Solo con unas modificaciones y estaría lista para humillarlos.
Humillar al gran dios de la guerra.
(Una semana después.)
Las paredes del su palacio brillaban con la luz de luna. Selene se encontraba en todo su esplendor brillando sobre todo su palacio. De rubí y de safiro con muebles de oro puro.
Su mirada se posó en la hermosura de su esposa.
Tan bella y tan perfecta.
Cepillaba sus cabellos rubios con el peine de plata que le regalo el idiota de Dionisio cuando pensó que no lo miraba. Tan borracho como siempre. Dionisio se caía por la embriagues que su cuerpo tenía en ese día. Sentada en un taburete frente al espejo de plata.
.-es que te pasa algo Hefestos.- poco a poco el taburete donde se encontraba, los ojos chocolate de su mujer lo miraban como si no pasase nada malo-
El malestar lo consumió. ¿Cómo odia ser tan desvergonzada?
Negó a su esposa tratando de ocultar la molestia en su rostro.
.- siento decirte esposa que tendré que irme de viaje hacia el territorio del panteón Azteca por nueva medicina para mi pierna.- mintió esperando que le creyese.
Afrodita lo miro expectante.
.-¿tan pronto se te termino?- la duda en su voz casi lo hizo basilar.- ella nunca ha vacilado cuando te engaña.- pensó al último.
Hefestos asintió cojeando levemente hacia su esposa. Afrodita dejo el cepillo en la mesa donde se encontraban sus perfumes. Los perfumes más exquisitos que alguna vez se han creado.
Para su esposa. Oh como se veía hermosa con ese camisón azul que le resaltaba el bello color chocolate en sus ojos. Bajo esas pestañas negras y abundantes.
Maldita fuera.
Avanzo poco a poco, todo lo que le podía su pierna rota gracias a su padre 300 años atrás. Afrodita se acercó un poco más a su esposo quien la tomo de los hombros besándola en la frente.
.-volveré pronto mujer.- tomo su bastón dándole una leve reverencia en señal de respeto.
Afrodita sonrió
Estaría sola en su palacio.
Puede que su esposo estuviese todo el día trabajando además de ser extremadamente deforme y su horrible color de cabello. Amargado, gruñón y cojo. Pero tenía que aceptar que con ella es muy respetuoso. Eso era por lo que lo toleraba.
Pero solo un poco.
Comparado con Ares su amante. La belleza del dios de la guerra lo superaba por eones.
Poco a poco sintió la tela de su camisón se levantaba dejando muy despacio a expuesta piel rosada de la diosa del amor y el deseo. Las grandes manos morenas de Ares se posaron en su estómago.
.-has sido muy rápido en llegar mi amor- muy despacio se encontró con la mirada del dios, deseando desesperadamente besarlo.-
Sus labios siempre han sido perdición. Tan llenos y rojos como los de ella misma. Sus ojos azules la hipnotizaban junto con esas abundantes pestañas negras y sus castañas cejas que solo ayudaban a embellecer los risos rubios que se enmarcaban en el rostro cincelado de su amante.
Acaricio el pecho de su hombre con adoración. La piel morena de Ares tenía un aspecto delicioso.
Estaba más que puesta para acariciar toda esa piel deliciosa como un caramelo que chupar y chupar.
Ares gruño desesperado. De un tirón rasgo las ropas de Afrodita para después de hacer lo mismo con la suya propia.
Tomo a la diosa en sus brazos para dejarla sin mucha delicadeza para subirse encima de la mujer. Con su erección palpitante entre sus piernas buscando el alivio de su amante casada. Completamente desnudos besándose apasionadamente como si la vida se les fuese en ello.
Un chasquido se escuchó justo encima de ambos amantes.
Ni siquiera el mismísimo Ares con toda su rapidez en el campo de batalla pudo preveer los acontecimientos que vendrían ante él.
Frente a ellos se encontraba el mismísimo Zeus en persona junto con los dioses Hermes junto a Dionisio a su izquierda y Apolo a su derecha.
Pero lo que más los sorprendió fue que Hefestos se encontraba frente a ellos con .¿lágrimas de sangre?.
Afrodita lo miro impresionada, mientras una sonrisa irónica se forma en su de `por si oculto rostro dejando ver unos labios exuberantes que jamás había visto.
.- he aquí la prueba de la infidelidad Zeus.- lo gruño ante el rey de los dioses- ¡exijo que se me devuelva la dote que entregue por la diosa del amor!
La voz de su marido era atronadora tanto que la hizo vibrar.
Zeus lo miro.
Hefestos en verdad espero la justicia de su padre, pero no se esperó lo siguiente que le hizo odiar a todos.
Levantando las manos en redención sonrió
.- no es asunto mío lo que pase entre ustedes,.-se esfumo huyendo de tal responsabilidad.
Los tres dioses presentes solo rieron.
.- en verdad no me importaría estar en el lugar de Ares.- la sonrisa coqueta, alto de 1.95 Apolo era más guapo que cualquiera de los de allí parados junto a él. De cabellos color caoba con destellos rubios y unos hermosos ojos negros como la noche misma. De complexión fuerte mantenía su lascivia sobre el cuerpo de su esposa.
Hermes la miro pícaramente.
De 1.70 de altura era el más bajo de los dioses olímpicos, de complexión escuálida sus miembros eran tan delgaduchos y llenos de agilidad. De cabello azabache y ojos café no era precisamente guapo como los demás dioses.
Dionisio solo se balanceaba de un lado para otro riendo tontamente cantando.
.- los cuernos de mi toro..- por toda la habitación dando un bailecito moviendo sus caderas de un lado para otro.
Alto de casi 1.90 Dionisio era hermoso. Con cabellos blancos como la nieve misma con destellos de color castaño y rasgos finos, largas pestañas negras ocultaban los ojos dorados más hermosos. Que por alguna razón solo el dios lo tenía.
Cuando vio la escena se paró junto a Hefestos.
.- amigo, te has dado cuenta que tu esposa te engaña con Ares.- lo dijo mientras lo señalaba balanceando el dedo de un lado para otro.
Una explosión de fuego inmovilizo a todos que desaparecieron en el acto por miedo a represalias por parte de Hefestos. Todos conocían el fiero carácter del dios del fuego.
Se quedaron callados por varios segundos. Ambos amantes aun inmovilizados por el dios del fuego.
.-se acabó.-gruño cada palabra.- ya me harte de tus engaños afrodita-la miro rabioso- y si tanto la quieres quédatela- le dijo a ares para desaparecer para siempre del olimpo.
Los dos amantes se quedaron en su posición un segundo después de que Hefestos desapareciera,
Afrodita nunca se lo espero de su marido.
Y mira que lo creyó idiota..
Y aun así ¿Por qué sentía que algo le faltaba?