La lluvia arreciaba con fuerza en la ciudad, mientras Nora caminaba por las calles mojadas en busca de aquella clínica que había sido su último recurso. Su hermana había intentado todo lo posible para quedar embarazada, y junto con su cuñado habían agotado no solo todos sus ahorros sino también sus esperanzas. Nora, que la noche anterior había confesado a su hermana lo que estaba por hacer, aun sentía un nudo en su estómago.
¿Sería capaz de llevar a cabo su plan de manera clandestina? Pero no había opciones, no podía permitir que su hermana cayera en la depresión y la tristeza a la que la habían conducido los innumerables tratamientos de fertilidad fallidos. Lo haría, era por su familia, era por el bienestar de todos.
Estaba dispuesta a ir por ello.
Nora se encaminó al lugar sintiéndose nerviosa, su vida estaba a punto de cambiar pero valdría la pena. Entró en la clínica, el lugar era pequeño pero agradable, las paredes pintadas de blanco estaban adornadas con algunos cuadros y había una recepción con una secretaria que sonrió al verla entrar.
Tomó una bocanada de aire antes de hablar.
—Buenos días —saludó deteniéndose frente al mostrador de vidrio.
—Buenos días ¿En qué podemos ayudarle? —preguntó la secretaria.
—Tengo una cita para una inseminación —respondió Nora lentamente, tratando de controlar los nervios que estaba sintiendo.
—Tome asiento por favor, le indicaré cuando sea su turno —señaló las sillas de metal donde algunas personas esperaban ser atendida.
Nora estaba nerviosa mientras aguardaba su turno en la clínica de fertilidad, concentrada en los pensamientos sobre su tratamiento de inseminación. De repente, su atención se desvió hacia un hombre apuesto y elegante que entró en la sala de espera, llevando un portapapeles y un bolígrafo en la mano. Se quedó mirándolo mientras él se acercaba al mostrador mostrando sus credenciales.
—Tengo prisa, ¿Sería posible que esto tome menos de cinco minutos? —inquirió acomodando su traje n***o.
—Hablaré con el doctor para que sea atendido lo más pronto posible, señor. Puede esperar un momento allí sentado—dijo la recepcionista dirigiéndose hacia el consultorio del médico encargado.
Jeremiah se sentó al lado de Nora quién lo miró de reojo, notando que estaba tenso en su puesto, no dejaba de mover su pierna con inquietud mientras esperaba con impaciencia su turno en la clínica de fertilidad, enfocado en el hecho de que estaba allí para congelar su e*****a. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se dio cuenta de la mujer que estaba sentada justo a su lado hasta que una enfermera la llamó y Nora respondió enseguida, llamando la atención de Jeremiah.
Le pareció una mujer saludable como para estar allí, en una clínica. ¿Estará enferma? Se preguntó él sin saber por qué sentía curiosidad por aquella joven.
Sin embargo, la secretaria interrumpió haciendo que Jeremiah apartara la mirada de Nora.
—El doctor Jones lo está esperando —anunció señalando hacia el pasillo donde estaba el hombre de bata blanca.
Jeremiah se incorporó de la silla y le dedicó una última mirada a Nora antes de encaminarse hacia el pasillo.
—¿Estás listo? —inquirió el doctor y él solo se limitó a asentir, no muy convencido de lo que su madre le había obligado a hacer.
Por otra parte, la enfermera le entregó un formulario con preguntas y Nora lo llenó con rapidez. Pocos minutos después, el médico Smith la condujo a una pequeña sala donde comenzó a explicarle cómo sería el procedimiento.
—Es un procedimiento simple —dijo el médico, sonriendo amablemente —. Primero, le daremos algunas hormonas para estimular sus ovarios. Luego recolectaremos los óvulos maduros y los fertilizaremos con e*****a de donante en un laboratorio. Finalmente, implantaremos uno o dos embriones en su útero. Es un proceso rápido y sin dolor, pero el éxito es incierto.
Ella lo miró.
—¿Qué tan incierto? —preguntó Nora, preocupada.
El doctor acomodó sus lentes que se habían bajado al puente de su nariz.
—Bueno, todo depende de cada caso en particular. Algunas pacientes quedan embarazadas en su primer intento, otras pueden tardar un poco más. Pero teniendo en cuenta que nuestras tasas de éxito son bastante altas, siempre y cuando se sigan cuidadosamente las instrucciones que le daremos —explicó el hombre mayor.
Nora asintió con la cabeza, entendiendo lo que el doctor le estaba diciendo. Era una última opción, pero valía la pena intentarlo por su hermana.
—Sheyla, busca uno de los espermas que están almacenadas en el laboratorio —le ordenó a la chica nueva y esta asintió retirándose hacia el lugar.
No obstante, el doctor Jones quien atendía a Jeremiah la detuvo en medio del pasillo.
—Necesito que lleves este frasco al laboratorio, colócalo en un lugar seguro —ordenó y Sheyla asintió.
La enfermera nueva se sentía muy nerviosa en su primer día en la clínica. Sabía que era importante hacer todo bien, pero sus manos temblaban y su mente se sentía confundida. Cuando el doctor le pidió que llevara el frasco de e*****a de Jeremiah al laboratorio, ella tomó el frasco y se apresuró a hacer los que le había ordenado el doctor.
Sin embargo, al entrar al laboratorio se vio en un gran aprieto. Todos los frascos que habían allí eran del mismo color, por lo que no tenía idea cuál era precisamente el que el doctor Smith le había pedido. Sheyla comenzó a sacar uno por uno revisando el indicado, pero de pronto uno de los frascos cayó al suelo derramando su contenido.
—Oh por dios —se apresuró a recoger el desastre ocasionado.
Limpió rápidamente el suelo y se aseguró de tirar el frasco roto en un lugar donde nadie lo notara. Guardó todos los demás en su lugar tomando el que había traído allí y pertenecía a Jeremiah, y regresó al consultorio del doctor Smith.
En el camino hacia el consultorio, su mente seguía divagando y pensando en todas las cosas que debía hacer bien para no ser echada de allí, no podía permitir otro error en su primer día. De repente, se dio cuenta de que había llegado al cuarto donde se estaba realizando la inseminación de Nora. Entró con prisa, sin mirar demasiado, y entregó el frasco de e*****a al otro doctor sin siquiera pensarlo.
El doctor tomó el frasco y lo revisó rápidamente, diciendo que todo parecía estar en orden. Pero la enfermera nueva no se había dado cuenta de su error, y se alejó sintiendo un gran alivio de tener una tarea menos en su lista.
Después de terminar el proceso de inseminación, el doctor le permitió a Nora ir a casa recordándole venir dentro de dos semanas a buscar los resultados.
Nora se encaminó a la salida y avistó a lo lejos a Jeremiah quién parecía tener prisa, lo siguió con la mirada hasta perderse en la puerta. Por alguna razón había sentido intriga de aquel hombre aunque nunca lo había visto en su vida.