—¿Serafina? —preguntó Regina al escuchar la voz de su doncella, pues todo parecía haberse quedado en un silencio incorruptible. Regina caminó hacia las escaleras, que le daban vista directa a la entrada de la posada —. ¡Serafina! —gritó con la ilusión de volver a verla, sin embargo, el llanto suave de Dash la hizo retroceder y volver junto al pequeño. La mujer miró hacia el lugar de donde venía la voz que la llamaba y al ver a Regina, su corazón dio un brinco, el miedo y la desesperación la embargaban por completo mientras subía las escaleras de la posada, pues no encontraba razón alguna para que Regina se encontrara en ese lugar y mucho menos, rodeada con hombres con espadas; solo recordarlo hizo que un escalofrío la recorriera. Sus pasos eran rápidos y desordenados, la preocupación por