Capítulo 7

1579 Words
Dos días más tarde, se llevó a cabo la fiesta para elegir a las candidatas a reina del crucero, un concurso que partió por iniciativa de un grupo de pasajeros de hacía unos años y que se replicaba en cada viaje. Las mujeres podrían postularse a sí mismas o alguien más podía inscribirla, siempre y cuando ella estuviera de acuerdo. No se trataba de un concurso de belleza, más bien, se trataba de un concurso de simpatía y generosidad. Podía participar cualquier mujer, pasajera, empleada del crucero o empleada de los propios pasajeros. Así fue como Xiomara fue designada por sus compañeros de la cocina como su representante; la señora Gianna Russo, por su esposo; también Maritza Zegers fue propuesta por Ricardo, además de otras cinco mujeres que fueron elegidas por diversas personas. ―Muy bien ―dijo el locutor del evento―, aquí tenemos a ocho mujeres que lucharán por ganar el primer lugar como reinas de este crucero, claro que todos sabemos que cada una de ellas ya es ganadora. Si leyeron su folleto con las actividades, sabrán que este no es un concurso de belleza ni mucho menos, esta es una obra benéfica que irá en favor de alguna fundación sin fines de lucro. Para ello, cada candidata deberá sacar un sobre al azar y dentro estará la institución a la que le tocará ayudar. Vamos a comenzar con la más aplaudida de todos, la señora Russo. La anciana caminó a paso lento hasta el locutor, quien tenía a su lado una caja con los sobres cerrados. Lo sacó y su fundación ayudaba a un asilo de ancianos de Argentina; a Xiomara un hogar para personas sin casa en Perú; a Maritza, una fundación de niños huérfanos de Turquía. Así, una a una las candidatas fueron eligiendo sus sobres para saber a quién ayudarían en caso de ser las ganadoras. ―Perfecto. Ahora que ya saben a qué fundación ayudarán, vamos a comentarles las actividades que deberán realizar para ganar puntos y llegar a ser las flamantes reinas del Godess Carité. El locutor anunció una serie de actividades a realizar por las candidatas: idear una fiesta para los pasajeros, con alguna de las temáticas que tenían previamente preparadas; alistar una canción, baile o algún talento para mostrar en su fiesta; asistir a la misa de la Asunción de la Virgen que se llevaría a cabo en tres días, el quince de agosto, y recolectar dineros a la salida para la fundación asignada; inventar alguna forma para recaudar fondos que irían directamente a su institución, mientras más dinero recolectado, más puntos obtendrían. ―Además, no se olviden de que su voto es muy importante, mientras más votos tenga una candidata, más posibilidades tiene de ganar, se puede votar a diario, por lo que un día pueden votar por una y otro por otra, así, si no están del todo decididos, tendrán chance a apoyar a más de una. Y recuerden, sus aportaciones son muy importantes, tanto para las fundaciones como para sus candidatas. ¡Suerte y que gane la mejor! El animador dejó el micrófono y saludó a cada una de las candidatas con un afectuoso abrazo, menos a Maritza, a quien abrazó, pero de un modo más frío, no quería tener problemas con su perro guardián que no perdía detalle de cada movimiento de la mujer. Las postulantes también se saludaron entre ellas, deseándose suerte. ―Espero que de ahora en adelante mi comida no venga helada o me tires el café en la ropa ―bromeó Maritza con Xiomara. ―Y yo espero que no me tire el plato por la cabeza alegando que no le gusta ―respondió en el mismo tono de broma. ―Y yo que no me envenenes para sacarme del paso, como soy la favorita… ―Y yo, que no me haga una zancadilla al pasar. ―Espero que ganes ―le dijo con sinceridad Maritza―, llevas la delantera en simpatía con los pasajeros, aunque aquí entre nos, la abuelita Russo lleva todas las de ganar. ―Sí, creo que ella nos va a derrotar a todas juntas. ―El otro día estuve conversando con ella, es muy linda, ¿sabías que van a cumplir sesenta y cuatro años de matrimonio? Y felices, según me dijo, él ha sido siempre un caballero con ella, la ama sobre todas las cosas. En realidad, es cosa de ver cómo la mira, parece que la viera como si estuviera contemplando a la misma diosa Afrodita. ―Es imposible no darse cuenta de la admiración con que él la mira ―expresó Xiomara con emoción―. Ya quisiera yo a un hombre como él. ―Tú todavía tienes oportunidad de encontrar a uno. ―Uno siempre puede encontrar a alguien así. ―Pero tú eres joven y soltera, seguro que te encuentras a uno tan bueno como el señor Russo, solo preocúpate de que sea atento y caballero, que no te nuble su aire carismático o su engreimiento, las novelas rosa, en la vida real, rara vez terminan bien. ―Lo sé y espero no equivocarme. En todo caso, lo del aniversario sí lo sabía, el sábado lo celebrarán en grande, ellos le pidieron al jefe realizar su fiesta aquí, por supuesto que el señor Areleus aceptó, estaba feliz de que ellos celebraran en el Godess Carité una fecha tan importante. ―Sesenta y cuatro años de matrimonio no es menor, yo creo que ya ni nombre tiene el aniversario, sería algo así como Aniversario de Vibranio. ―Maritza se rio y llamó la atención de Ulises. ―Claro… ―Rio Xiomara con ganas. Xiomara se puso seria y quedó mirando a su jefe que no dejaba de observar a su interlocutora, ella no se daba cuenta de la mirada de Ulises, pero sí quien se dio cuenta fue su esposo, por lo que Xiomara, sin pensarlo, se interpuso entre ella y su jefe y movió a la pasajera para saludar al resto de las candidatas que esperaban para abrazarlas. Ulises volvió en sí y sintió una penetrante mirada, giró su cara y vio a Ricardo Zegers que lo miraba con recelo, le sonrió de modo despectivo y se giró para ir en busca de Gianna, que se paseaba feliz entre las demás candidatas. Estaba seguro de que la anciana sería la ganadora, pero, si no, todo su apoyo iría a Xiomara, ella merecía ganar, era mucho más agradable que todo el resto de las señoras estiradas que estaban de candidatas, y mucho más que la condesa Maritza Zegers. ―Lo que no me pasó de joven, me pasa ahora, míreme, candidata a reina, ¿cuándo?, jamás en la vida ―le comentó la anciana a su anfitrión. ―Se lo merece, usted es la segura ganadora. ―Las hay mucho más jóvenes y lindas que yo. ―Pero no más simpáticas, eso se lo puedo asegurar. ―¿Y Xiomarita? Ella es un amor de persona. La señora Zegers es una buena mujer también, es muy agradable cuando no está con el ogro de su marido. ―Él parece un hombre agradable, ella me parece un poco más… efusiva. ―Él la pone así, él se hace el inocente y buen hombre y es un tipo de los peores, créame, la vida me ha dado la suficiente experiencia para no dejarme engañar por un hipócrita de primera como ese tipo, ―Ella sigue con él, así que algo bueno debe tener. ―Lo que tiene de bueno es su puño… Bueno para golpear, estoy segura de que ella está con él por miedo. ¡Pobre niña!, así será muy difícil que encuentre el amor verdadero, ese hombre no la dejará en paz jamás. ―terminó con un enojo que no pudo ni quiso disimular. Ulises dejó a la mujer sentada al lado de su esposo y se fue a atender a otros pasajeros, mientras pensaba en si sería cierto aquello. Xiomara se lo había dicho y la señora Russo también, ¿sería que ellas como mujeres podían ver más allá, a cosas que él, como hombre, no podía ver? ―¿Todavía me vas a negar que esa mujer te mueve el piso? ―le preguntó el capitán del crucero a Ulises que permanecía taciturno, observando a Maritza que se movía entre la gente con una sonrisa en los labios. ―No sé de qué hablas. ―No te hagas el tonto conmigo, Ulises, te conozco desde niño y jamás te había visto así por una mujer, ni siquiera te importa que su marido te esté mirando con cara de pocos amigos. Suerte para ti que a los pasajeros no se les permita portar armas. ―Estás desvariando, Altaír, no veas cosas donde no las hay. ―Bueno, si tú lo dices, puedes querer mentirte, solo recuerda que, por la noche, solo estás tú y tu almohada, y ahí no puedes engañarte. El capitán se fue y Ulises se quedó de piedra. Miró a Ricardo Zegers que, tal como le había dicho su viejo amigo, lo miraba con ganas de asesinarlo. No hizo caso. Buscó a Nelson, él miraba a su jefe con ganas de asesinarlo, a él sí le temía, por lo menos su rabia no iba dirigida hacia su persona. Volvió a mirar a Maritza que, por un segundo, se encontró con su mirada. Fue un segundo, casi nada, pero a él se le volvió una eternidad.
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