Nader miraba el suelo de la consulta de su médico buscando donde perdió su dignidad. Cerró despacio los botones de su camisa pensando que estaba viviendo la mayor pesadilla de un hombre. —La impotencia a veces también se debe al estrés, Nader. —dijo el doctor intentando tranquilizar a su paciente, pero Nader sentía que la palabra “impotencia” entraba por sus oídos como un cuchillo de sierra. —Si quieres puedo solicitar otros exámenes, pero no te voy a recomendar ninguna medicación. No creo que te haga falta. Eres un hombre joven y estás en perfectas condiciones. Creo que solo necesitas despejar un poco la cabeza, olvidar los problemas y tu amigo volverá a funcionar con la misma energía de antes. Nader resopló con fastidio, por supuesto que su fiel compañero se levantaba cada noche cuan