Capitulo I

1578 Words
-que pase la bella señorita- son las palabras que pronuncia el diablo dueño del bar Lujuria. Un lugar lleno de la peor calaña que te puedas imaginar, en aquel lugar encontraras hombres de negocios, mafiosos, asesinos, estafadores y demás. -camina preciosura, el diablo espera por ti- una pobre jovenzuela es llevada a aquel lugar, el miedo y el temor esta impregnado en su rostro, sus manos tiemblan, su mente trata de procesar el porqué esta allí. Lo recuerda perfectamente. Solo fue a ese lugar con un propósito. Encontrar a su hermana mayor, Mariana, que fue vista por ultima vez en el mismo lugar que ella esta pisando. -yo no vengo a visitar a ningún diablo- esta ultima palabra lo dice en un susurro, ¿Cómo puede un hombre tener aquel apodo?, no lo sabe. Pero solo el hecho de escucharlo hace que su cuerpo tiemble. -querías saber de tu hermana, el diablo sabe perfectamente donde está- una luz de esperanza salta en los ojos de Alda. Su hermana antes de irse se llevó una fuerte cantidad de dinero, que por su puesto no le pertenecía a ella, aquel dinero iba a ser entregado a las personas del edificio en el que vivía. Aquella joven camina lentamente a la oficina del hombre mencionado, en el camino se encuentra con su otra hermana. El acompañante toma una llamada y se aleja un poco del lugar. -hermana- su hermana mediana, una que casi nunca pasa en casa. Stella es una mujer un poco mas liberal, obtiene dinero sin caber de donde, viste la mejor ropa, se hospeda en los mejores hoteles y visita los mejores restaurantes de la ciudad, todo aquello lo goza sola. -hermanita que haces en este cálido lugar- muestra una sonrisa que denota sarcasmo y burla. -que haces tú en este lugar- Alda intenta tomar su mano pero Stella la aparta. -vivir Alda, vivir. Por que con ustedes aquello era un infierno- une sus manos. -¡¿Cómo puedes decir eso?!, ese lugar ha sido nuestro hogar desde hace mucho tiempo, vivíamos bien en comparación con otras personas del barrio. Tu, Mariana y yo vivíamos en…- -decadencia hermanita, había días en las que teníamos que acostarnos a dormir sin comer, eso te parece vivir bien Alda- Stella abre su bolso y empieza a rebuscar en él. -ten Alda- le ofrece un fajo de billetes a su hermana menor- creo que con esto vivirás bien por algunos meses- Alda la mira asombrada, preguntándose de donde su hermana pudo haber sacado esa cantidad de dinero, aparta su mano y todo cae al suelo. -no necesito tu dinero, no lo necesité antes. No lo necesito ahora- -como quieras- se voltea a ver al hombre que acompaña a su hermana. Aquel alto y castaño hombre que es mano derecha de Caruso mas conocido como el Diablo. -a mi es a quien busca el Diablo…- -Dama, como lo ves va a estar ocupado- ambos observan a Alda. Stella se enfurece esta por decir algo pero… -avancemos señorita- toma del brazo a Alda, esta intenta resistirse, pero es casi arrastrada al lugar. Su hermana solo se limita a observar, da la vuelta y se marcha. -tú serás mío Caruso- El cuerpo de la joven es tirado al piso, sus rodillas soportan todo el golpe, su cabellera rubia cubre su rostro. Un rastro de sudor empapa su frente y un cumulo de lagrimas quieren escapar de sus hermosos ojos azules. -levántate- una voz grave es escuchada, como puede se levanta y su vista es fija al suelo. Un aroma varonil se percibe por el lugar, mezclado con humo que seguramente es de tabaco. -señor..yo- titubea e intenta coordinar sus palabras. -levanta tu rostro Moore, ese es tu apellido si no me equivoco- un hombre sentado en lo que parece un trono observa a la pequeña chiquilla que tiene frente a sus ojos, una que usa una sudadera rosa y unos pantalones ancho que parecieran ser dos tallas mas que ella. Observa sus ojos y son un azul cielo. Pero si bien a buscado información de ella, esta no tiene el perfil de la mujer que tiene antes sus ojos. -cuantos años tienes- Alda palidece ante la pregunta, no puede decirle que tiene 19 años -24- susurra. -nombre- podría inventarse un nombre ahora mismo, si las cosas salían mal ella podía escaparse y nadie nunca la encontraría. O eso es lo que ella pensaba. -ste…- .Stella Moore- como lo suponía Caruso. La mediana de la familia, la ambiciosa y sin alma de Stella. ha intentado seguir sus pasos pero siempre se escabulle de los lugares, no pasa más de dos días en un mismo sitio. Y ahora la tiene ante sus ojos, y no es lo que imaginaba. -yo..- intenta negar su nombre, no quiere que ese hombre le haga daño a su hermana. -Mariana tu querida hermanita robó dinero de este lugar- se levanta y comienza a caminar en dirección de la asustadiza joven. -al diablo no se le roba preciosa, lo que tomas del diablo lo devuelves y al doble- la tiene de frente, percibe su olor a vainilla. Caruso toma una delicada hebra de cabello de la joven. -suave, dulce y dorado- es tan suave que parecen hilos de oro puro. -señor.. yo quiero saber donde esta mi hermana…- suelta su cabello y esta vez toma su mentón, aquel que toma con la menor delicadeza posible. Infringe dolor. -tu hermana robó una fuerte cantidad de dinero, dinero que ahora tu vas a pagar bonita- su dedo pulgar toca su labio inferior. -por…que..yo- ambos se miran a los ojos. Es la primera vez que alguien le sostiene la mirada por mucho tiempo, esa chiquilla es muy valiente o muy tonta. -por que es tu familia o te atreves a negarla ahora. Si es así no te importará lo que le suceda a ella- Alda observa esos ojos oscuros, tan oscuros como la noche. En sus ojos ve la soledad y la maldad. -que le harán a mi hermana- Caruso suelta su agarre, pero no se mueve de su lugar. Esta vez Alda es quien baja la mirada, y en su visión observa su pecho. A su lado ella es muy pequeña. -matarla- lo dice con simpleza. El pánico invade el cuerpo de la joven que intenta apartar al hombre de un empujón, pero este se mueve muy rápido y toma su mano antes de que aterrice en alguna parte de su cuerpo. -eres un infeliz… un idiota un mal nacido- aquella ultima ofensa enfurece mas al Diablo. Toma la nuca de la mujer y en el proceso jala su cabellera. -crees que puedes venir aquí e insultar como se te da la gana- su otra mano la lleva a su boca y presiona su mandíbula. -perra barata- una lagrima escapa de Alda, poco le importa al diablo su sufrimiento. -tienes dos opciones o me pagas tu o cuando encuentre a tu hermana le pegaré un tiro en la cabeza, lo mismo va para tu hermanita menor- va a matarme, piensa la joven. Ese hombre no lo sabe aún, pero va a matarme. Suelta el agarre de su mandíbula, pero aun sostiene su cabellera. -¿Cómo puedo pagar yo?, no tengo dinero, ni un trabajo estable- el que tenia lo perdí y me dejó una muy mala referencia por parte de mi jefe, pensó Alda. -crees que me importa eso. No preciosa, a mi no me importa de donde consigas el dinero; pero lo quiero. Puedes hacer lo que quieras. Prostitúyete, trabaja en una empresa. lo que sea, pero quiero mi dinero- suelta su ultimo agarre. -prosstiituirme..- vender mi cuerpo, entregarle mi pureza a un hombre y ser el objeto s****l de muchos. No… pensó ella, nunca haría aquello, pero no podía permitir que le hicieran daño a su hermana, ni a ella misma. -no eres una santa según se, creo que lo primero te será divertido hacerlo- ella negó una vez más. -puedo.. trabajar en este bar como mesera- lo dijo tan bajo que aun así el Diablo pudo oírla. -mesera, te llevará toda una vida pagarme preciosa y no creo poder ser tan paciente- se burlaba de ella, que cosita estúpida pensó el Diablo. Preciosa pero estúpida. -que otra opción tengo- rascó su barba Caruso. -puedes ser amabas, mesera y aun así entretener a hombres que ofrezcan una gran cantidad por ti- Alda mordió su labio ofendido, cuál era la diferencia de ser prostituta. -cual es la diferencia entonces- posó su mirada nuevamente en él. -que no te acostaras con hombres que te paguen 30 dólares por una noche, atenderás a hombres que paguen miles de dólares por ti. Esa es la diferencia preciosa- aun así no podía hacerlo. -no puedo y no quiero Señor, de igual forma vendería mi cuerpo yo..- -no soy tu puto consejero u psicólogo, me importa una mierda lo que pienses. Solo quiero una cosa y es mi dinero. Escoge, le meto un tiro a tus hermas o sirves tragos en bar y te abres de piernas al mejor postor- sus palabras eras agrias y demandantes. Alda estaba entre la espada y la pared, no podía dejar que ese hombre atente contra la vida de sus hermanas, porque sabía que luego se iba a enterara que ella no era Stella. Por su mente pasó una estupidez, pero ya que iba a ser una prostituta al menos tenía que sacarle provecho. -cuanto ofrece usted por mi cuerpo-
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