Dos días después de la derrota de Jeremy en la audiencia...
El sol comenzaba a ocultarse cuando Rocío escuchó el timbre de su casa. Se asomó por la ventana y, para su sorpresa, Enrique Murray y su hermana Estela estaban en la entrada. Rocío entrecerró los ojos, desconfiada, pero terminó abriendo la puerta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó sin rodeos, cruzándose de brazos.
—Buenas tardes, señorita. Vine a disculparme personalmente —respondió Enrique con una pena total como si se tratara de un niño atrapado haciendo travesuras.
Estela, siempre inexpresiva, agregó:
—Dije que era mala idea venir, pero ya que estamos aquí, apúrate, Enrique.
Rocío levantó una sonrisa. Algo en la actitud de Estela le resultaba adorable, pero no dijo nada al respecto.
—Escucha, no sé qué pretendes con esto, pero no estoy muy convencida de perdonarte. Lo que hiciste fue... —se detuvo, buscando las palabras adecuadas—... una invasión a mi privacidad. Y exhibirme en televisión fue la gota que derramó el vaso.
—¡Lo sé, lo sé! —Enrique levantó las manos, como si esperara que lo golpeara—. Fue una estupidez, lo admito. No debí grabar nada sin tu consentimiento. Es solo que... bueno, el trabajo tiene sus exigencias y...
—¿Y eso justifica todo? —lo interrumpió Rocío, arqueando una ceja.
—No, claro que no. Por eso estoy aquí. Vine a pedirte perdón y a prometer que no volverá a pasar. Sin tretas, ni trucos. Sólo yo disculpándome. Y perdón por traerla pero no tenía opción.
Rocío lo miró fijamente. Aunque seguía molesta, no era de esas personas que guardaban rencor por mucho tiempo. Con un suspiro, abrió un poco más la puerta.
—Está bien, pasa. Pero nada de cámaras ni tecnología extraña, ¿entendido?
—Entendido. Palabra de honor. —Enrique alzó una mano como si jurara solemnemente.
Mientras los tres entraban, Estela miró alrededor con aire aburrido. No tardó en separarse de ellos y comenzar a recorrer la casa por su cuenta.
***
Jianming Wong se sentó frente a Jeremy con una calma que solo los años y la experiencia podían otorgar. Su postura recta, los bigotes largos tal cual emperador c***o y el bastón apoyado contra el escritorio le daban un aire imponente, a pesar de su baja estatura.
—Jeremy, hijo mío —comenzó en tono solemne, utilizando el modismo propio de un guerrero imperial—, un general que no escucha a sus consejeros termina perdiendo la batalla.
Jeremy bajó la mirada, sintiéndose nuevamente como un niño que había roto algo valioso.
—Padre, pensé que estaba haciendo lo correcto...
Jianming levantó una mano para detenerlo.
—Tus intenciones fueron nobles, pero las nobles intenciones no siempre ganan juicios. Te lo advertí, y aun así, decidiste ignorarme.
El silencio llenó la habitación por un momento. Jeremy tragó saliva, sintiendo el peso de las palabras de su padre.
—Sin embargo... —continuó Jianming, suavizando su tono—, debo reconocer que tu lucha tiene mérito. Luchas por los desprotegidos, y eso es algo que honra a nuestra familia. Cosa que el capitalismo malvado no tiene; ¡HONOR!
Jeremy levantó la mirada, sorprendido.
—Padre, yo...
—Escucha bien, hijo. A partir de ahora, suspenderás tu apoderamiento legal en este caso. Yo tomaré tu lugar.
Jeremy abrió los ojos sorprendido.
—¿Tú? ¿Pero estás seguro?
—Un general no abandona la batalla, hijo mío. Solo cambia de estrategia.
***
Enrique y Rocío estaban sentados en la sala, con Hans flotando discretamente en una esquina para observar la interacción. La conversación entre Enrique y Rocío no avanzaba mucho mientras bebían algo de lo único en la nevera, jugo.
—¿Así que... eres un cazafantasmas? —preguntó Rocío, claramente escéptica.
—No es tan espectacular como suena. Más bien, es una especialidad que combina tecnología, intuición y un poco de suerte. —Enrique intentó sonreír, pero Rocío no pareció impresionada.
Mientras tanto, Estela continúa explorando la casa tal y como los niños hacen por simple curiosidad. Luego se detuvo frente a Emilio, mirándolo con curiosidad.
¡Miraaaaar!
—Tu traje fantasmal parece caro, quiero uno .¿Tú eres uno de los fantasmas? —preguntó sin rodeos.
Emilio asintió, aunque parecía un poco incómodo bajo su mirada directa.
—Me han dicho que fui millonario. Dueño de un banco, incluso. Pero... no recuerdo nada de eso.
Estela no mostró ninguna reacción.
—Interesante. ¿Y por qué no lo recuerdas?
—Si lo supiera, no estaría aquí parado como un tonto —respondió Emilio, soltando una risa seca. —Incluso me mostraron fotos e información de mi vida pasada.
Estela lo observó unos segundos más antes de girar sobre sus talones y regresar al lado de su hermano aplicando su característico: ¡Miraaaaaar!
***
Hora de la audiencia
Nancy, la abogada del banco, se levantó con una sonrisa falsa y una mirada afilada.
—Señor juez, quiero informar que el abogado Jeremy Wong no estará presente en esta audiencia. En su lugar, su apoderado legal será el señor Jianming Wong—. Menciona un asistente del juzgado.
Jianming, que había estado sentado en completo silencio, se levantó con una reverencia elegante.
—Así es, honorable juez. Estoy aquí para continuar con esta batalla, en nombre de mi hijo y de aquellos a quienes él representa.
El juez Rafael Estévez suspiró, ya agotado por la situación.
—Bien, señor Wong. Proceda.
Jianming asintió antes de solicitar una pausa para negociar directamente con el titular del banco, citando con precisión los artículos legales que respaldan su solicitud. Aunque claramente fastidiado, el juez terminó accediendo.
—Tómese el tiempo pertinente señor Wong. Sólo que no se exceda.
Jianming inclinó la cabeza con respeto antes de salir de la sala, con la misma calma imperturbable de un general que conoce su campo de batalla.
El estrado, iluminado por una luz tenue que contrastaba con el brillo metálico del martillo del juez Rafael Estévez, aguardaba el siguiente movimiento. Jianming Wong, imperturbable y con un porte tan solemne como su linaje, avanzó con lentitud hasta ubicarse junto al podio, saludando al juez con una inclinación de cabeza.
Desde el extremo opuesto de la sala, Carlos Ertorini sentado cuya postura expresa la arrogancia de un hombre acostumbrado a la victoria. Su traje perfectamente entallado parecía más una armadura que una prenda.
—¡Ertorini! —exclamó Jianming, alzando apenas la voz con un deje de reverencia—. Es un honor encontrarlo aquí.
Carlos observa con cautela y desconfiado de esa cortesía.
—Wong, el honor es mío. Contesta
Jianming sonrió con astucia.
—Dígame, ¿Aún sigue detrás de esa casa?
El semblante de Carlos se endureció.
—Si me pudiera deshacer de usted, esto lo haría más fácil.
Sin inmutarse, Jianming inclinó la cabeza.
—Después de todo, fue la casa de Eugenia... A ella. Yo también la amaba.
Carlos soltó un bufido, con la paciencia agotada.
—Para lo que concierne a este juicio, dime qué quieres.
—Depende de su abogada —respondió Jianming con serenidad—. Si quiere, suspendamos este procedimiento hasta que mi hijo se recupere y tenga más evidencia. Si no, estoy listo para enfrentarme aquí y ahora, como guste.
Carlos no pudo evitar soltar una carcajada cargada de desdén.
—Ridículo. Nancy, haz que esto continúe.
La abogada asintió, aunque un rastro de incertidumbre cruzó por su rostro.
Mientras la audiencia reinicia, Jianming, con su bastón apoyado frente a él, levantó la mano como si pidiera permiso para hablar.
—Honorable juez —dijo con un tono casi informal y senil—, ¿ha visto alguna vez un programa de televisión particularmente divertido en una fecha reciente? No me acuerdo. Creo que se llamaba El Show de Bananito Sudaca.
El juez Estévez, la familia de Victoria, el jurado y todos los presentes de la sala parpadearon confundidos.
—Señor Wong, ¿de qué habla? ¿Esto tiene alguna relevancia para el caso?
Jianming asintió con una sonrisa tan calculadora como misteriosa.
—El programa en cuestión mostró la imagen de un personaje curioso... Algo así como un fantasma. Me atrevería a apostar que este espectro conoce los trapos sucios de alguien en… “particular”. Hizo énfasis.
Carlos palideció. Inmediatamente sacó su teléfono móvil y, con el ceño fruncido, envió un mensaje a Nancy: "Suspende, Córtala".
Nancy se aclaró la garganta.
—Su señoría —intervino, con un dejo de alarma en su voz—, debo admitir que yo también vi ese programa. Fue... muy espeluznante.
El juez los observó, desconcertado.
—¿Qué demonios está pasando aquí?
Nancy dio un paso adelante.
—Con el debido respeto su señoría. Solicito la suspensión de la audiencia hasta nueva fecha.
El juez Rafael Estévez, ya con un evidente dolor de cabeza por el desconcierto fija la mirada en Jianming. — ¿Está usted de acuerdo señor Wong?. preguntó desentendido. Wong asiente seriamente.
—Se concede la solicitud. Nos veremos en la próxima sesión.
Carlos, con el rostro crispado, salió del recinto sin dirigirle una palabra más a nadie. Jianming, por su parte, se retiró con una expresión de triunfo apenas perceptible.
— Entonces mi teoría es correcta —. dice Jianming así mismo. — Harías lo que sea para que tus secretos no salgan a la luz… ¿Cuáles serán? Es interesante. El caso está ganado.
***
Una vez saliendo de la casa de Rocío, mientras Enrique y Estela caminaban hacia su hogar, el silencio entre ellos pesaba una atmósfera cargada de tensión.
—Estela —rompió Enrique de repente—, ¿puedo saber qué demonios hacías merodeando en casas ajenas? Estamos aquí para disculparnos, no para meternos en más problemas.
Estela, con su inexpresividad habitual, giró apenas el rostro hacia su hermano.
—Platicaba con un fantasma —respondió como si fuera lo más normal del mundo—. Se llama Emilio.
Enrique se detuvo en seco, sintiendo cómo un escalofrío le recorría la espina dorsal.
—¿Emilio?
Estela asintió, mirando al frente.
—Sí. Según me contó, era uno de esos ricos al que mataron ¿lo habrán matado por dinero?
La sangre se heló en las venas de Enrique. Era la segunda vez que ese tema hacía que su mundo se tambaleara.
Estela, indiferente, continuó caminando.
—¿Qué pasa? ¿no has ido al baño? mira ahí hay un árbol para que hagas como los perros. señaló Estela.
Enrique no respondió. En su mente, las piezas comenzaban a encajar, y no le gustaba nada la imagen que formaban.
CONTINUARÁ ------->