XII. Relevo

2000 Words
Los pasillos del hospital estaban demasiado iluminados para lo temprano de la mañana, pero Jasón apenas parpadeaba ante la intensidad de las luces. Llegó frente al cuarto de Rocío, sin anunciarse, como si el ambiente pesado le bastara para saber que había llegado al lugar correcto. Antes de entrar, se detuvo al ver a Jeremy saliendo del sanitario cercano. A diferencia de él, Jeremy parecía haber dormido poco y mal, con la camisa arrugada y la corbata torcida. —Gracias por venir, Jasón —dijo Jeremy al notarlo. Sus palabras llevaban una mezcla de alivio y cansancio. —¿Cómo está? —preguntó Jasón, directo al punto, con las manos en los bolsillos de su sudadera. —Estable, por ahora. La están observando, pero ya está consciente. Al menos eso es un alivio. Jasón asintió, pero sus ojos parecían buscar algo más en la expresión de Jeremy. —Podemos turnarnos para estar con ella —continuó Jeremy, haciendo un esfuerzo por mostrarse sereno—. Tú tienes tus cosas, yo también, pero no quiero que esté sola cuando pueda necesitar algo. —De acuerdo, ya sabes que puedes contar conmigo. Ambos quedaron en silencio por un momento, mirando la puerta abierta del cuarto. A través del marco de la puerta, vieron a Rocío hablando animadamente con alguien. Bueno, no con "alguien", porque estaba completamente sola. Jeremy observó fijamente, visiblemente confundido. —¿Con quién está hablando? —preguntó ocultándose con tal de que ella no lo note. Jasón sonrió, pero no parecía dispuesto a soltar su secreto tan fácilmente. —¿No te acuerdas? Está practicando su monólogo. Rocío hace cosas raras cuando se aburre. Jeremy lo miró como si hubiera dicho algo absurdo, pero no replicó. Ambos siguen observando detrás del cuarto justo cuando Rocío había tosido un poco. —¿Por qué no me dijiste que recuerdas a tu familia? —fue lo primero que soltó Rocío, mirando directamente a Hans, quien estaba parado junto a la ventana con las manos en los bolsillos. Hans miró al suelo por un segundo antes de responder: —Porque no es el momento. Hay algo más importante que resolver primero. —¿Importante? —replicó Rocío, con las cejas alzadas. Su tono oscilaba entre el enojo y la incredulidad—. ¿Qué puede ser más importante que ellos? —La misión. Sabes que hay alguien que puede intentar hacerte daño, y mi prioridad es eliminar esa amenaza antes de que ocurra. Rocío dejó escapar un suspiro exasperado, llevándose la mano al rostro. —Eres un tonto, Hans —dijo finalmente, mirándolo fijamente—. Si haces eso, si completas tu misión y "eliminas" la amenaza, ascenderás. ¿Y qué pasará con los asuntos pendientes que tienes con tu familia? ¿No lo has pensado? Hans no respondió de inmediato, pero bajó la cabeza con una expresión difícil de descifrar. —Esto también va para ti, Israel y Emilio —añadió Rocío, señalando a cada uno de los fantasmas presentes—. Ninguno de ustedes puede dejarme sin resolver lo que dejaron atrás. Israel intentó abrir la boca para responder, pero Rocío no le dio tiempo. —Hans, ya que estamos hablando de pendientes, mi amigo Jeremy es el abogado que está defendiendo a tu esposa. Síguelo y trata de ayudarlo en lo que puedas. El rostro de Hans se tornó radicalmente por sorpresa, pero se limitó a asentir. Mientras tanto, Jeremy, que había escuchado toda la conversación, fruncía el ceño profundamente. —¿Quién me va a seguir? —preguntó, mirando a Rocío como si hubiera dicho algo que no tenía sentido. Sentado en la sala de espera junto a Jasón, ambos con expresiones distintas. Jeremy parecía meditabundo, con los brazos cruzados y los labios apretados, mientras que Jasón se entretenía revisando algo en su celular, su rostro relajado como siempre. —No puedo quedarme cruzado de brazos, Jasón —murmuró Jeremy finalmente, rompiendo el silencio. Miró al techo y luego a su amigo—. Tengo que encontrar a ese idiota que hizo el video. Jasón levantó la vista, recordando con claridad. —¿Te refieres al cazafantasmas ése? —Sí, ¿quién más? —bufó Jeremy, haciendo un gesto con la mano—. Ese tipo es el culpable de que Rocío esté aquí. Es por su maldito show. Jasón asintió lentamente y se pasó una mano por el mentón, como si reflexionara. —Bueno, si tanto te urge encontrarlo, yo sé dónde vive. Jeremy se enderezó, sorprendido. —¿Qué? ¿Cómo sabes dónde vive? —Rocío me lo pidió el otro día. Quiso que lo lleve a él y a su hermanita también a su casa... aunque, bueno, ya ves, te diré cómo acabaron las cosas. Jeremy parpadeó, procesando la información. —Por favor, llévame. —Puedo hacerlo —respondió Jasón sin titubear—. Pero... ¿y Rocío? ¿Quién se queda con ella? Jeremy apretó los labios, claramente incómodo con la idea de dejarla sola. Su mirada osciló entre la puerta del cuarto de Rocío y Jasón, hasta que su amigo habló otra vez, con un tono cargado de una confianza peculiar. —Tranquilo, bro. No vine solo. Jeremy cambia su expresión a asombro. —¿Cómo que no viniste solo? Jasón sonrió de forma enigmática y señaló hacia el pasillo. —Mira quién llega. Jeremy giró la cabeza y sus ojos se agrandaron al ver a una mujer impresionante caminando hacia ellos. En los pasillos del hospital, se viene dirigiendo una hermosa mujer blanca, Rubia, voluptuosa de senos enormes, luciendo un traje de enfermera de color blanco y unas brillantes pantimedias moradas entalladas en sus largas piernas. La gente en el hospital; pacientes, enfermeras, médicos y visitas sean hombres, mujeres o niños, se quedan mirando muy estupefactos, a veces asombrados de ver a tan semejante pedazo de hembra. A su alrededor, los murmullos se extendían como una ola. Hombres y mujeres se detenían a mirarla, estupefactos del campaneo de sus caderas en cada paso que daba. Incluso un paciente en silla de ruedas se levantó de golpe, alzando los brazos al cielo y corriendo. —¡Es un milagro! —gritó, antes de tropezar y caer al suelo. Jeremy se quedó boquiabierto mientras la mujer llegaba a su lado con una elegancia que parecía sacada de una película. —¿Qué demonios...? —dijo finalmente, mirando a Jasón—. ¿Vas a dejar a Rocío con una... con una prostituta? La expresión de Jasón cambió a una mezcla de diversión y ofensa fingida. —Oye, cálmate, abogado, que ella no es ninguna prostituta. Es enfermera. Se llama Catalina, pero le decimos Cata. Jeremy queda evidentemente escéptico. —¿En serio? —¡Claro que sí! —respondió Jasón, como si fuera la cosa más obvia del mundo—. Te cuento cómo fue... La escena se difuminó mientras Jasón recordaba. En la mansión de los King, Adebayo estaba sentado en su sillón, con una expresión de alarma pintada en su rostro. —¿ROCÍO ESTÁ INTERNADA EN EL HOSPITAL? —preguntó, mirando fijamente a Jasón. —Sí, papi, iré a verla, me dijeron que ya está estable —respondió Jasón, tratando de calmarlo. Adebayo no pareció escucharlo. Se levantó con sorprendente agilidad para alguien de su edad y llamó a Catalina, que estaba en la cocina. —¡CATA! VEN AQUÍ. Catalina apareció rápidamente, secándose las manos con un trapo. —¿Qué pasa, señor King? Sin decir nada, Adebayo la tomó del brazo y la llevó hasta Jasón. —TE LA LLEVAS CONTIGO. Jasón parpadeó, sorprendido. —¿Qué? —NO VOY A DISCUTIR. ELLA SE QUEDA CON ROCÍO. PUNTO. Catalina no dijo nada, acostumbrada ya a las decisiones imperativas de Adebayo, aunque le lanzó una mirada de reojo a Jasón que claramente decía: “Espero que tengas un buen plan”. De vuelta en el hospital, Jeremy miraba a Jasón con los ojos entrecerrados. —¿Así que la agarraste como si fuera un objeto? Jasón se encogió de hombros, sin perder la sonrisa. —Tú sabes cómo es papi. Pero oye, es una enfermera de verdad. Además, mírala... nadie se atrevería a meterse con ella. Catalina, que había escuchado la conversación, se cruzó de brazos, luciendo ligeramente divertida. Y se dirigió a Jeremy —Entiéndelo, no soy una pros-ti-tu-ta. — dijo Catalina muy coqueta. Jeremy suspiró, llevándose una mano a la frente y poniéndose rojo como un tomate, pero retoma la compostura. —Está bien, ya vámonos. Esto es ridículo. —Ridículamente efectivo, querrás decir —replicó Jasón, guiñándole un ojo a Catalina antes de entrar al cuarto con Rocío. Jeremy y Jasón entraron juntos al cuarto de Rocío, quien estaba acostada, aún un poco pálida pero visiblemente mejor. La miraron con calma, como si intentaran medir sus ánimos antes de hablar. —Rocío, necesito que me disculpes —comenzó Jeremy, con un tono sereno pero firme—. Tengo que arreglar unos asuntos urgentes, y Jasón va conmigo. Rocío miró con atención, desconfiada. —¿Qué tipo de asuntos? —preguntó, ladeando la cabeza. —Vamos a la casa de ese cazafan… —comenzó Jasón, pero Jeremy rápidamente le dio un codazo discreto. —¡Esto tiene sus méritos de urgencia! —interrumpió Jeremy, con una sonrisa incómoda mientras intentaba calmar las sospechas de Rocío—. No será lo que crees, de verdad. Rocío entrecerró los ojos, claramente no convencida, pero no tenía las fuerzas para debatir demasiado. —Bueno… espero que sepan lo que hacen, porque si hacen una pendejada y termino enterándome, no se la van a acabar. Jasón levantó ambas manos, como si intentara aplacar la situación. —Todo bajo control, Rocío. Somos adultos responsables… bueno, al menos yo. —Se permitió un guiño juguetón, al que Jeremy rodó los ojos. —Pero, ¿quién se va a quedar conmigo? —preguntó Rocío, con un dejo de preocupación en su voz. Su mirada iba de uno a otro, esperando una respuesta. Jasón sonrió ampliamente y señaló hacia la puerta. —Pasa, Cata. Al instante, la figura de Catalina entró al cuarto con gracia desbordante. Su imponente presencia acaparó la atención de todos, incluidos los fantasmas, quienes parecieron sobresaltarse, como si su existencia incorpórea pudiera ser sacudida por esa entrada triunfal. Rocío soltó, incrédula: —¡Ah la madre! Catalina, con su ajustado uniforme blanco, pantimedias moradas brillantes y un andar que parecía desafiar las leyes de la gravedad, saludó con un gesto profesional que no combinaba del todo con su apariencia. —Buenas tardes, señorita. Mi nombre es Catalina, pero puede llamarme Cata. Estoy aquí para cuidarla y asegurarme de que reciba toda la atención que necesita. Rocío miró a Jasón con ojos desorbitados. —¿Y esta quién es, Jasón? ¿Me vas a cuidar con una modelo disfrazada de enfermera? Jasón se rascó la nuca, conteniendo la risa. —Es una enfermera de verdad. Lo prometo. Mi papá insistió mucho en que debía traerte la mejor ayuda… y, bueno, aquí está. —Mejor ayuda, ya veo. —Rocío volvió a mirar a Catalina, todavía desconfiada. Por un instante, pareció que iba a decir algo más, pero se detuvo. Al final, suspiró y se hundió en la cama, resignada. —Tranquila, Rocío. Te va a encantar su compañía. —Jasón le dio una palmada en el hombro a Jeremy—. Bueno, vámonos, mi amigo tiene cuentas que saldar. Ambos hombres se despidieron con un gesto rápido y salieron del cuarto. Justo cuando cruzaron la puerta, un tercer acompañante invisible decidió unirse a la misión. Hans, con una mirada decidida, flotó tras ellos, dispuesto a seguir cada paso que diesen. Desde la cama, Rocío murmuró para sí misma, todavía mirando a Catalina: —Esto… definitivamente es otra liga. —dijo mientras se tocaba así misma los bustos en señal de envidia y de baja autoestima. Catalina simplemente sonrió y comenzó a arreglar los suministros médicos, ajena al impacto que causaba. CONTINUARÁ ------->

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