El trayecto hacia el apartamento de Enzo me resultaba cada vez más conocido, como si una parte de mí ya hubiese aceptado que este lugar pronto sería mi nuevo hogar. Aunque no lo había discutido aún con Yara ni con mi madre, en mi mente ya había tomado la decisión de quedarme.
Al entrar en el vestíbulo del edificio, el mismo recepcionista me reconoció y sonrió.
—Señor Miller, qué gusto verlo nuevamente. Veo que trae compañía,— dijo, con un tono que parecía más de familiaridad que de mera cortesía.
Enzo respondió con una sonrisa encantadora, esa que parecía dominar a la perfección.
—Mauro. Ella es Nathalia, mi novia.
La palabra novia resonó en mis oídos de una forma inesperada, despertando una sensación de incomodidad que no esperaba. Quizá ahora tendría que acostumbrarme a ese título,
