El dio un paso hacia delante para consolarla lo poco que pudiera pero, antes de alcanzarla, ella salió corriendo de la glorieta, tapándose la cara con las manos mientras lloraba. El rey se puso de pie, claramente furioso. “Recházala, hijo”, dijo de repente con la voz fría y dura, resonando en toda la glorieta, “y te esperan las mazmorras”. CAPÍTULO CINCO Ceres corrió a toda velocidad, zigzagueando por las calles de la ciudad, hasta que sintió que sus piernas ya no podían sujetarla, hasta que sus pulmones quemaban tanto que podían explotar y hasta que supo con absoluta certeza que el mercader nunca la encontraría. Finalmente, se desplomó en el suelo de un callejón entre basura y ratas, rodeando sus piernas con sus brazos, mientras le caían las lágrimas por sus mejillas calientes. Con s