Capítulo 4

1932 Words
— ¿Lista para perder? — me susurra Andrés, la mañana siguiente entrando a mi oficina. Andrés es un hombre arrogante, siempre de traje, su cabello rubio peinado hacia atrás y sus ojos verdes parecen los de una maldita víbora. Es mezquino y mal compañero. — La verdad, es que lo siento por ti— Replico con una sonrisa satisfecha— Aunque este cayéndome del cansancio, tengo mi presentación lista. Su rostro se crispa. — ¿No es cierto? — ¿Quieres apostar? — me pongo de pie y paso mis manos por el vestido blanco, corte recto, de manga corta. Tomo mi Tablet y paso a su lado. Solo he dormido un par de horas y la verdad, es que no sé ni como llegue al trabajo. Soy un peligro al volante en este momento. Pero, voy a sacar esta cuenta adelante. Simón, hoy está de buen humor y es todo sonrisas. —¿Cómo está, Eric? — Inquiere. Sonrió. — Ya sabes cómo es— Respondo. — Lo está haciendo bien. — Eric es fantástico en todo lo que hace y, lo amo por eso. — Buenos días La voz de Hudson irrumpe en la sala de reuniones. — Buenos días— digo de manera afable y tratando de dejar atrás el día de ayer. Viste de manera similar que la vez pasada. Solamente que, en vez de una camisa de vestir. Lleva una camiseta negra. Nuestras miradas se encuentran y frunce el ceño. Resoplo y tomo asiento. Ahogo un bostezo. — ¿Le aburro? — escucho que dice. Bajo la mano y le miro sin emoción. — ¿Tan mala impresión tiene de mí, que todo lo que hago piensa que es de manera premeditada? — suelto. Se reclina en su silla y me mira en silencio. — Bueno. Todo está listo— Habla Simón dándome una mirada brillante. Perfecto. — Andrés, haz los honores— Anuncia Simón. Las cortinas se corren y el proyector se enciende. Como es de esperar, su presentación es igual a la anterior. Solo lo ha implementado a la casa de Hudson. — Mi objetivo para tu casa es simplificar al máximo y prescindir de los elementos que no son esenciales. En definitiva, un espacio simple y sereno. Miro de reojo a Hudson y lo veo atento a lo que dice Andrés. — Pocos muebles, líneas rectas, colores grises — continúa— crear un estilo que apuesta por la sencillez. Ahí está la elegancia. Cuando la presentación termina, me siento segura de lo que tengo. Simón mira mal a Andrés por el poco esfuerzo que ha puesto en la presentación. Cuando me paro al frente, pongo mi mejor actitud. — Viendo el gran espacio que tienes en toda la propiedad y, con el fin de darte un espacio ameno y con sentido de hogar. El estilo nórdico me parece adecuado — comienzo— El estilo escandinavo… Me detengo cuando miro al frente y lo encuentro revisando su móvil. Miro a Simón, que se encoge de hombros. Me aclaro la garganta y continuo, aunque quiera darle una patada en las pelotas — Usaríamos una paleta de colores encabezada por los colores blancos, grises, beiges y tonos apagados, haríamos contrastes suaves— no me mira, ni me presta atención. — Apuesto por las piezas de madera, tejidos naturales como lino, algodón o lana. Un ambiente relajado para descansar— termino y me muerdo la lengua para no cantarle un corrido al imbécil. Las luces se encienden y las cortinas se abren. Evito mirar a Andrés y me concentro en un punto fijo de la sala. Me siento burlada. — Buen trabajo, Andrés— dice— tenemos un trato, Simón— habla. Por el rabillo del ojo, lo veo ponerse de pie y sin mediar palabra salgo de la sala de reuniones. No miro atrás y me meto al baño de mujeres cerrando con seguro. Pongo mis manos sobre el lavado y respiro profundo tratando de calmarme. Con horror siento las lágrimas nublarme la visión. — Lo hizo a posta— susurro. Sí, estaba decidido que no iba a trabajar conmigo ¿Por qué no lo dejo claro ayer y, me hizo trabajar como una idiota? — ¿Olivia? — levanto la cabeza, cuando la voz de Lola se filtra. Camino hasta la puerta y abro. Ella entra y cierra detrás. — ¿Qué paso? Camino de un lado al otro y las lágrimas de rabia se deslizan por mi mejilla. — Ese hijo de puta sabia que elegiría a Andrés y me hizo trabajar toda la maldita noche, para ni siquiera prestar atención a mi presentación. — Olivia. — Es injusto— susurro— Lo hizo para vengarse de lo sucedido ayer. — Lo sé— susurra— El mismo Simón no sabe cómo carajos Hudson escogió el diseño de Andrés. Me acerco al dispensador de toallas de papel, tomo una y me limpio las lágrimas. — Debes prepararte, porque el próximo cliente ha llegado. Asiento. Me limpio la nariz y me calmo lo suficiente como para salir con la frente en alto. Paso junto a la oficina de Andrés que está con Hudson. No miro a su dirección y a medio camino, me encuentro con Martin. Un buen cliente y al cual, le he decorado todos los clubs nocturnos que posee en florida. — Bella— dice con una sonrisa cuando me ve. — Dime que no compraste otro lote baldío— digo divertida. Se inclina y ríe. — No. Esta vez, acabo de comprar un departamento en el centro de Tampa y quiero que mi hada madrina convierta esa caverna en un castillo. Simón sabe que, Martin siempre ha pedido mis servicios y no necesitamos una reunión. Solo sentarnos y hablar de lo que quiere. — Está bien— rio entre dientes, antes de señalar mi oficina. Tomamos asiento, cojo el teléfono. — ¿Café? — Por favor— Dice, cómodo en la silla. —Llamo al cafetín y pido dos cafés. — ¿Qué tal, Gino?— Pregunto por su esposo. — Está en Italia visitando a su Nonno. Estará por tres semanas y es por eso, que recurro a ti. — Vale, cuéntame. — Quiero darle una sorpresa y quien mejor que tú para eso. — ¡Vamos a reformar ese lugar! — Esa es mi chica. No le teme al peligro. — Ya lo sabes— me rio. No me preocupa. Martin no es mezquino con su presupuesto. Así que, puedo solicitar el doble de personal para acabar en las fechas estimadas. Él entiende que, si quiere un trabajo rápido, debe pagar más. — ¿Qué te parece, si cancelas ese café y nos vamos al departamento? Y, te invito a almorzar — Está bien— replico, sintiéndome un poco mejor. Cancelo el pedido, llamo a Simón que no pone objeciones. Tomo mi bolso y salgo junto a Martin. — Me voy a ausentar el resto de la mañana— le informo a Lola. — Adiós— dice dándole una sonrisa a Martin. — No puedo esperar a enseñarte ese lienzo en blanco— mueve las cejas de forma divertida, causándome gracia. Miro al frente, para encontrarme a Hudson despidiéndose de Andrés. Pasa su mirada de Martin y yo antes de torcer el gesto. ¿Qué le pasa? — Eric y tu padre, ¿Qué tal? — Ya sabes. Mi padre, siendo el mismo— él asiente, abriendo los ojos como platos de manera cómica. Eric y mi papá conocieron a Martin y a Gino cuando me invitaron a un almuerzo al aire libre, que los incluía. De hecho, la pareja y yo hemos formado una bonita amistad. Gino me abre la puerta y me deja pasar. Salimos al estacionamiento y miro hacia atrás para ver Hudson seguirnos. — Eric está en casa. No se sentía bien, paso una mala noche. — Tú también, por esas ojeras. Me remuevo incómoda. — Estaba trabajando para presentar un proyecto. — Deberías venir a la villa que tengo el Sicilia. Creo que se divertirían. — Gracias— murmuro conmovida por el gesto. Que más me gustaría a mí llevar a mi familia y disfrutar de unas vacaciones. Nos detenemos en su coche y me abre la puerta. A su lado, está estacionada la camioneta de Hudson y es cuando, Martin mira al frente y repara en Hudson. Lo mira de arriba abajo con apreciación antes de mirarme y asentir. Le doy un ligero golpe en el brazo antes de subir. — ¿Cuándo compraste el lugar? — Ayer— se encoge de hombros mientras enciende el motor de su deportivo. Nos dirigimos al centro de Tampa teniendo una conversación amena. No pasa mucho cuando llegamos al complejo departamental. El sitio es asombroso. Sin embargo, la contaminación sónica del lugar no es de mi agrado. Entramos y nos dirigimos al ático del mismo. Las puertas del ascensor privado se abren y me recibe un vestíbulo grande. — Sígueme— me dice Martin, entusiasmado. Lo hago, cuando entramos al salón principal luego de atravesar unas puestas francesas, sé porque Martin adquirido esta propiedad. — La vista es impresionante— susurro. — Lo sé— dice regalándome una sonrisa. Me detengo en medio y mi mente comienza a imaginar el lugar. Los colores, texturas y mobiliario— Quiero un estilo clásico, Gino lo ama. — Los techos altos nos ayudan— comento caminando— lámparas de araña, cortinas de sedas y terciopelo, — Martin asiente— mobiliario de maderas, una mezcla entre lo histórico y romanticismo. — Ves, que eres mi alma gemela de la decoración. Ruedo los ojos. — Venga, vamos a ver el resto del lugar— sobre la isla de la cocina, dejo mi bolso y con mi Tablet en mano, voy haciendo anotaciones. Al terminar el recorrido me siento satisfecha y mejor. Si bien, mi día no empezó como quería, ha mejorado después de esto. Salimos del ático. — ¿Restaurante italiano? — Inquiere pasando su brazo por el mío. — No lo sé… — ¿Comida mexicana? — arquea su ceja. — Chico inteligente— sonrió. Se palmea la americana. — ¡Mierda! — ¿Qué? — Deje el móvil en el baño— señala— Voy… — Ve. — Ya regreso. Camino por el vestíbulo, el vitral que tiene en exhibición me llama la atención. — Estoy empezando a creer que estás acosándome. Me volteo rápido y veo sorprendida a Hudson Evans frente a mí. — En cambio, yo estoy comenzando a pensar en la mala suerte. Se quita las gafas que lleva y me estudia. — Simón no estaría feliz de escuchar cómo me habla. — Mire —suelto— Le hablo como me sale del mismísimo asunto. Porque usted no es mi cliente —Lo fulmino con la mirada— ¿Se le olvidó el agravio que me hizo en la reunión? Su mirada titubea un poco, pero no da marcha atrás. — ¿No me ha dicho que hace aquí? — No es asunto suyo— Replico. Paso por su lado, pero me retiene por el brazo. — Lo siento, si — resopla—Tu diseño me gusto más y si quieres, podemos hablar con Simón. — No, gracias. Ya tengo un nuevo cliente. Disfrute de su casa minimalista— me mofo. Y deshago de su agarre. Le escucho maldecir. Las puertas del elevador se abren y ambos vemos a Martin salir del mismo, concentrado en su móvil. — ¿Nos vamos? — inquiero. Martin, sin percatarse de lo ocurrido, asiente y salimos del lugar sin mirar atrás.
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