—Mucho gusto, señora —le digo, al tiempo, que le extiendo el ramo de flores que preparé para ella. Me mira frunciendo el ceño, pero lo recibe. —Oh, no querida. Dime Lorena o como prefieras, pero nada de “señora”, porque me haces sentir vieja —dice trágicamente. Veo a Peter reírse y volteando los ojos —. Y, gracias por las flores, están hermosas —dice sonriente. —Mamá, te presento a Violeta… mi novia —dice Peter y sus palabras me ponen nerviosa, porque acaba de hacer de nuestra “relación”, algo oficial. —¡Aaaaayyyyy! —grita y salta de la emoción, logrando preocupar un poco a Peter y al parecer a su padre también, ya que llega rápidamente. —Mujer, ¿qué sucede? —le pregunta el hombre, quien la mira con el ceño fruncido. —¡Nuestro hijo tiene una novia hermosa y ya no está con esa! —c