Capítulo 1 “La mentira”
Lorena estaba sentada en el comedor comiendo tranquilamente cuando se metió el mismo tema de siempre:
—Hoy vi a tu amiguita, ¿por qué ya no llega a la casa? —comentó Marcela, la hermana mayor, mientras revolvía su comida.
—Creo que ya se dejaron, aunque, me parecía que hacían buena pareja. Yo digo que mis padres las hubieran aceptado, sabes que eso ya es bastante normal en estos días —soltó Flor mientras aguantaba una risotada.
—Niñas, ya dejen de burlarse de Lorena —regañó su padre.
—Hija, si eres lesbiana puedes decirnos, nosotros te apoyamos —soltó insistente la señora Durán.
—No soy lesbiana, mamá —refutó Lorena levantándose de la mesa.
—Ya se enojó la niña... —se burló Flor.
—Flor, deja de molestar a tu hermana —regañó el señor Durán.
—Qué chica más rara —masculló Cristian observando detenidamente a una joven que estaba sentada en una banca mirando sus manos. Él se encontraba en la banca de enfrente con su compañero de clases, Camilo.
—Pero sabes que yo no quiero nada con ella, no sé cómo dejar esa relación de una vez por todas —decía su amigo.
—Oye, Camilo, mira a esa chica que está enfrente, es rara ¿no? —dijo Cristian.
—¿A mí qué?, es más raro que tú la observes y digas que es rara, no.… ¡Lo que pasa es que no me estás prestando atención! —soltó el muchacho enfadándose. En aquel momento vieron cuando la chica se levantó de la banca mientras hablaba sola y se marchó. Camilo y Cristian la siguieron con la mirada— bueno... eso fue muy raro.
Lorena era aquella chica, no estaba rara, sólo tenía mucha rabia porque había acabado de discutir con sus hermanas que siempre la molestan:
"Tener un novio, ¿tengo que mostrarles a ellas un chico para que dejen de decir que soy lesbiana?" pensó, acomodó su abrigo blanco y se agachó a mirar el lago que estaba frente a ella. Le gustaba apreciar la naturaleza, eso la hacía sentirse bastante tranquila.
Lorena siempre se había caracterizado por ser una joven algo tímida que no tenía amigos, era bastante solitaria y callada. Con el paso del tiempo a su familia le pareció extraño que la joven tuviera ese tipo de comportamientos y que siempre estuviera con una chica igual a ella, pero con el transcurso de los meses esa niña no llegó más a su casa y no la volvieron a ver con Lorena. Ahora la joven siempre se encontraba sola y no hablaba ni con su familia. Llegaron a una conclusión y empezaron a molestarla con el tema de su sexualidad porque creyeron que era lesbiana y a la hora de comer, el tema se convertía en el postre.
—Ya me voy —dijo Lorena al estar a punto de salir de su casa, pero nadie le prestó atención. Llevó su mirada a la sala donde todos estaban sentados concentrados en el nuevo chisme que traía su madre.
—Así que el hijo de mi jefe tiene novia, lo que el señor quiere saber es quién es —dijo la señora.
—Lo que me dicen mis amigas de la oficina es que él nunca le muestra sus novias a su padre y por eso quiere conocer a esta chica, dicen que ella tiene familia trabajando en la oficina, sería bueno conocerlas y saber qué tipo de chica es su novia —explicó Marcela quien trabajaba en la misma empresa.
—¿Qué edad tiene? —inquirió Flor.
Lorena salió de la casa caminado rápidamente, puso sus auriculares en sus oídos y subió todo el volumen de la música. Se montó en su bicicleta para pedalear hasta el colegio que quedaba al otro extremo de la ciudad. En el salón de clases siempre la quedaban observando porque llegaba sudada y se limpiaba con un pañuelo amarillo que cargaba consigo.
—¿Acaso viene caminando desde su casa? —preguntaban las chicas con algo de asco.
—Tiene una bicicleta —respondió una joven.
Lorena escuchaba lo que decían aquellas chicas. "Malditas riquillas, ¿por qué mis padres tuvieron que meterme en este colegio?" pensó Lorena mientras se echaba fresco con una libreta.
—Para que consigas un buen partido que mejore el renombre de nuestra familia —explicó su mamá en la noche cuando le arreglaba la ropa en el closet.
—Yo creo eso es imposible, con esa cara de piedra con la que siempre anda no creo que ningún chico le preste atención —dijo Flor recostada en el marco de la puerta.
—¿Y tú cómo sabes que eso nunca va a pasar? —preguntó Lorena.
—Porque soy tu hermana mayor —respondió Flor.
—¿Por qué hija? ¿Ya tienes un pretendiente? —inquirió la señora Durán terminando de meter la ropa en el closet.
Todas hicieron silencio y Lorena tragó en seco.
—Claro que no... ¿Quién se va a fijar en esa rara? —soltó Marcela cruzada de piernas sobre la cama.
—Si Lorena se consigue un novio, yo podré ir a la luna —se burló Flor. Las dos hermanas soltaron la carcajada.
—¿Te acuerdas aquella vez cuando estaba pequeña y obligó a que un niño le diera un beso? —preguntó Marcela a su hermana.
—Ay, sí, pobrecito, el niño terminó llorando —Flor soltó una gran carcajada.
—Lorena sólo conseguirá novio si apunta un arma a la cabeza del pobre chico —chistó Marcela.
—Yo creo que él primero se mata antes que estar con ella.
—¡Tengo novio! —gritó Lorena. Todas la miraron bastante serias, se empezaron a observar y después soltaron la carcajada— se llama Cristian, tiene 18 años, es alto, blanco, cabello n***o y estudia en el colegio. ¡Ah…! También está en el grupo de natación del instituto —agregó la muchacha montándose en toda una nube al ver que había cumplido su objetivo. Sus hermanas y su madre hicieron silencio.
—¿Eso es cierto? —inquirió su padre entrando al cuarto.
La madre de Lorena pegó un grito de emoción.
—¡Es el hijo de mi jefe! —gritó.
—No creo mamá —negó Marcela haciendo un gesto de confusión.
—¡Claro que sí, Cristian tiene una novia que tiene la edad de Lorena, la familia de la joven trabaja en la empresa y Cristian estudia en el mismo colegio, recuerda que está en el grupo de natación! ¡Es él!
—¡Es cierto, el hijo de nuestro jefe se llama Cristian, él estudia en tu colegio y tiene 18 años, entonces son ciertos los rumores que se corren en la empresa, Cristian tiene una novia que tiene familia trabajando en nuestra empresa! ¡Y esas somos nosotras! —dijo Marcela.
Todos llevaron su mirada a Lorena.
—¡Hija, te has ganado la lotería! —gritó la señora Durán.
—¡Por fin voy a tener un ascenso! —gritó Marcela, abrazó a su hermana— ¡gracias hermanita! ¡Por eso te amo!
"Mierda, ¿en qué problema me he metido?" pensó Lorena viendo cómo se estrellaba contra la horrible realidad que se le avecinaba.