Capítulo 9
El rancho de Adam era el sueño de un amante de caballos: setecientos acres de pasto, algunos de ellos tierras agrícolas, pero en su mayor parte baldío para que el ganado pudiera pastar. Dos pequeños arroyos estacionales cruzaban la propiedad y llevaban lluvia al río. Proporcionaban un excelente obstáculo para poner en el paso de Harvey. Me reí cuando mi caballo fantasma se convirtió en una bola de músculos explosivos y me llevó por encima de unos arbustos. Antes de que mi padre lo comprara, Harvey había sido un caballo saltador de espectáculo. Le había convencido que me diera una doma de salto ecuestre.
—¡Oh, Harvey! —Me incliné sobre mi silla y le di un abrazo al cuello de mi caballo—. ¡Cómo te he echado de menos!
Con un alegre relincho que fue más sentido que oído, Harvey d
