Capítulo 6 Para la tarde del sábado, la casa parecía uno de esos programas de televisión de niños, donde una banda de piratas musicales desciende sobre tu casa club y lanza tu mundo a un caos total. Pippa y yo saltábamos por la sala como dos ualabís locos, arreglando frenéticamente tras su último proyecto, un establo para sus figurinas de Mi Pequeño Pony hecho de pegamento, tijeras, palitos de helado, trozos de hilo y papel de colores. Fue una camaradería disimulada, del tipo que no había sentido desde que mi mejor amiga Sienna me convenció de no ir a la escuela y llevar nuestros caballos a un paseo. —¡Rápido! —arrojé a Pippa un tazón de palomitas de maíz vacío—. ¡Esconde la evidencia! Se apuró a la cocina para lavar el desastre mantecoso mientras yo metí los cojines de nuevo en el horr