Capítulo 29
El viernes por la mañana, Pippa llevaba exactamente la misma ropa con la que su madre la había dejado, meticulosamente lavada y planchada para que la Viuda Negra no encontrara ninguna excusa para masticar la frágil autoestima de su hija. Pippa se puso de pie, firme, hasta que la limusina ennegrecida apareció en una nube de polvo rojizo de pleno verano y se deslizó hasta detenerse frente a la puerta de la casa.
Maldije a su padre por dejarme esta tarea desagradable, pero luego recordé que todo este arreglo nunca había sido elección de Adam. Él reorganizó su verano después de la rabieta pública de Eva, y luego, cuando el viento cambió, reorganizó su agenda una segunda vez. Ahora, el investigador de la corte le había dicho que los derechos de Eva significaban más que los suyos,
