Capitulo 1. El Teniente General
Pertenecer al Comando era ser parte de la fuerza de elite militar Changer.
Ellos no eran un simple ejército. No eran la policía. Eran inteligencia, fuerza brutal y una furia fría asesina.
Ser un changer significaba abrazar apasionadamente su parte animal, el regalo del famoso virus "A", que había producido la famosa "Peste Animal" que acabó con más de la mitad de la humanidad en el siglo XVI.
En los albores del ascenso de su r**a. Luego de derrotar a los humanos que no habian sufrido mutaciones en su adn con el virus, en una guerra sangrienta por el poder, fue cuando los poderosos se habían dado cuenta de un hecho evidente.
Aún en ese momento, y con lo poco que sabían del virus, se hizo claro el hecho de que había "desvíos". Humanos con poderes que no se suponía que tuvieran, changers que rompían las reglas...Y alguien debía ocuparse de ellos. Deshacerse de los problemas. Todo lo que fuera una amenaza al poder changer era eliminado sin ningún tipo de reparo: humano o changer.
Entonces un General poderoso de ese momento, tomó un grupo de changers que fueron reclutados alrededor del mundo. Los más indomables, los salvajes, los proscriptos. Los entrenó de una manera cruel y los presentó a los primeros ministros de ese entonces. Ellos serían el nuevo escuadrón. Una milicia única y particular, el as bajo la manga de los poderosos. Eran asesinos a sueldo solo que formaban parte de un exclusivo y oficial grupo de elite paramilitar.
La furia desencadenada de esos changers con poderes incontrolables parecía haber sido reprimida bajo un brutal entrenamiento. Los primeros comandos parecían ser tan fríos como el hielo, pero sus emociones estaban apenas contenidas, eran como una bomba a punto de explotar ante la menor provocación. Entonces mejoraron los métodos como si hubieran afilado un delicado escalpelo, el fracaso no era una opción válida para ellos.
Para entonces, el viejo General había sido reemplazado, su sucesor incluso más perverso había empezado a entrenar a la
siguiente generación de comandos, perfeccionando aún más su método, llevándolos al límite, refinando las técnicas con las que reprimía las emociones indeseadas...Logrando soldados casi perfectos...casi. Asesinos impiadosos, máquinas de matar que no le temían a la muerte. Con el tiempo las familias empezaron a llevarles los cachorros salvajes con poderes que no podían someter: los que mostraban rasgos de sadismo desde pequeños, los que estaban demasiado cerca de su parte animal, los que tenían peligrosos poderes que no podían contener: telepatas y telequineticos voraces, especialmente.
Con los años, y mientras el comando extendía por cada rincón de la Tierra sus tentáculos formando escuadrones en cada parte del mundo, los poderes empezaron a esfumarse de su r**a gradualmente.
Sin embargo, cada tanto nacía un changer poderoso e incontrolable. Tan cerca del límite que para reorientar todo esa energía, esa fuerza, ese don, tenían que recurrir a métodos de tortura brutales.
Muchos de estos changers dotados de dones especiales, no resistían el entrenamiento. Llevados a la locura por ese tipo de adiestramiento sádico muchas veces se suicidaba o se volvían locos, a veces incluso eran sacrificados como animales rabiosos...pero cuando resistían el "entrenamiento " se transformaban en frías y certeras armas listas para ser disparadas en el momento preciso, asesinos sin ningún tipo de sentimiento. Changers solitarios y sin familia, fantasmas sin rostro y sin vida propia por fuera de su único propósito: eliminar cualquier cosa que pudiera amenazar el establishment establecido por los changers como r**a.
Seres que están tan cerca de la psicopatía como le es funcional al Comando y a los primeros ministros.
Seres que no temen morir...y que tampoco tienen otra cosa por la que vivir...
Se dice que quienes los han visto, no han vivido para contarlo...
Un puñetazo poderoso chocó con la mejilla de Peyton. Pero no le importaba. Dentro del campo de entrenamiento esa clase de golpes estaban permitidos pero no la insubordinación. Y el joven soldado que habia dejado apenas su etapa de cachorro, se había propasado al desafiarlo con una contestación fuera de lugar. Ahora, iba a ser un ejemplo para los demás...y también le serviría a él para ejercitarse. A pesar de que sus poderes ardían como fuego corriendo por sus venas, Peyton los mantuvo a raya.
Si llegaban a salirse de control, podía matar a los jóvenes de ese pelotón en un simple parpadeo de ojos. El era un telépata y telequinetico de graduación elevada. Podía implosionar los cerebros de todos los jóvenes soldados ahí presentes con un solo pensamiento. Sus cerebros saldrían de sus oídos como puré dejándolos, como cuerpos en estado vegetativo, babeantes y postrados.
Concentrado en contraatacar físicamente sin que sus dones se soltaran de la cuerda, casi no notó el dolor por el impacto mientras a su vez le daba un poderoso gancho de izquierda que noqueó momentáneamente al cadete, un changer oso que había sido reclutado en su pubertad, hacia más de una década.
Pensando que el joven ya había tenido suficiente Peyton le dió la espalda. Pero el oso furioso se incorporó para atacarlo a traición, entonces Peyton levantó la palma su mano derecha y el joven oso fue elevado un metro en el aire donde quedó dando puñetazos y patadas hasta que el teniente cerró el puño y con una fuerza descomunal el joven cayó, lastimandose la pierna en el proceso. Peyton pudo, igual que el resto, oír el crack y el grito de dolor cuando cayó al suelo, detrás de él.
Con las manos en la espalda y un gesto adusto en un rostro que si no fuera duro podría considerarse hermoso, el changer miró uno por uno a los reclutas.
—Matarlos para mí no significaría nada. Puedo hacer sus mentes puré con un simple parpadeo —dijo, apretando su puño para provocarle más dolor en la pierna a Sad cuyos gritos podían oírse en todo el campamento militar.
—Tienen que entenderlo ahora porque de ello puede depender la vida de un compañero, el respeto al rango y seguir ciegamente la cadena de mando, son las piedras filosofales del Comando...de cualquier tipo de escuadrón de hecho. Si alguno no está preparado, pueden ir a cocinar o limpiar los baños. A mi me da absolutamente lo mismo incluso si mueren...solo no lo hagan en mi turno porque no quiero limpiar su mugre ¿entendieron? —El timbre de su voz era frio y modulado. Nada que delatara el salvajismo que estaba latente dentro de su cuerpo — ¿ ENTENDIERON??? — Repitió elevando apenas su tono.
— SÍ TENIENTE GENERAL— dijeron todos al unísono formados en fila.
— Bien, ahora pueden ayudar al soldado Sad...
Los jóvenes fueron rápidamente a asistir a su compañero, seguro lo llevarían con el médico del complejo emplazado en una zona oculta de Dakota del Norte.
Él se fue estoico hacia su cabaña personal, los reclutas de los distintos escalafones estaban en barracas. Luego tenían un lugar conformado por un enorme comedor y algunas oficinas, parte de su centro de mando. Otra parte estaba escondida bajo tierra donde tenían un refugio tipo bunker bien aprovisionado, por si acaso.
Esa era la sede principal del Comando, luego tenían otra más al sur, en Texas. Esa estaba casi por completo bajo tierra y se ocupaban más de monitoreo, logística, seguimiento y planeamiento.
Pero el entrenamiento duro y brutal era allí. Aprovechaban la crudeza del invierno para ello.
Después tenían algunos laboratorios anexos, pues hacía unos años y replicando el modelo humano, se les había ocurrido la necesidad de seguir una línea de experimentación con fines militares, para perfeccionar su r**a por supuesto.
Pero las locaciones eran secretas e iban cambiando, el dato de su ubicación tan relevante que solo el General Fox conocía las coordenadas de esos lugares. Los tenía memorizados en su mente. Esas locaciones eran incluso más secretas que las ubicaciones de sus armas, sus misiles nucleares.
Peyton hacía mucho que había dejado de hacer preguntas, aunque había estado ocasionalmente en esos lugares. Conducido en vehículos de ventanas cubiertas y siendo lugares tipo bunkers también bajo tierra nunca sabía exactamente dónde estaba aunque tampoco le interesaba.
Hacía mucho que a Peyton no le interesaba nada. Desde que el anterior Teniente General, su amigo y confidente Dan Brown, un hombre muy grande proveniente de una manada de búfalos de Wisconsin que era como su hermano, había decidido acabar con su vida.
Peyton supo que su amigo estaba mal, aunque lo disimulara. Fue luego de acabar con una misión en Nueva York. Se escabulló y se tiró de las Cataratas del Niagara. Lo último que le había dicho antes de ese suceso era que ya no lo soportaba más. El peso de la culpa acabó finalmente con él.
En una misión unos años atrás debió matar a un humano con poderes inusuales que tenía una aventura con una hembra dominante de una manada de caballos. El hombre trabajaba en el rancho de la hembra. Allí ayudaban a changers con traumas a recuperarse. Hacían terapias y actividades.
Dan había volado el vehículo con un lanzacohetes sin saber que allí dentro estaban los trillizos de la pareja. La hembra yegua no soportó la pérdida y poco después murió de pena.
Su amigo nunca se perdonó matar a esos cachorros. Y por si fuera poco, el centro de la hembra que ayudaba a curar a changers rotos, cerró después de eso.
Dan era su único sostén, su única familia. Él intentó detenerlo. Cuando no lo encontró en el lugar donde se estaban quedando en las afueras de la ciudad lo rastreó, pues todos ellos tenían incrustados chip con GPS.
Su amigo no se lo quitó, y a veces pensaba que tal vez en el fondo quería ser encontrado. Ser salvado. Solo que él no pudo hacerlo y ese pensamiento solía clavarse como un puñal en su pecho.
Cuando llegó al lugar estaba mirando a la nada, parecía estar esperándolo en la especie de galería, sobre las Cataratas.
Él se puso a unos tres metros. Trató de no mirar hacia abajo, pues Peyton sufría un poco de vértigo.
— Por favor, no lo hagas...— prácticamente le suplicó.
Él nunca lo olvidaría. Dan lo miró de perfil. y en el abismo de sus ojos verdes pudo ver una profunda tristeza como nunca antes le había permitido ver.
— ¿Alguna vez te preguntaste porqué hacemos lo que hacemos??? — Susurró.
Peyton negó con la cabeza.
— Luego de que la hembra se suicidara, y el rancho se viniera a pique, la tierra fue vendida por los familiares por un precio mucho menor al que valían los terrenos. Su familia solo quería olvidarse del asunto, era demasiado doloroso para ellos...— Dan suspiró, cerró los ojos, y se tomó el puente de la nariz — Un conglomerado de una poderosa manada de Toros hacía tiempo que quería las tierras, pero la hembra no quería vender...si no se hubiera suicidado, seguramente nos hubieran mandado a terminar el trabajo...lo del humano con habilidades emparejado con la yegua changer fue una excusa...solo querían las tierras y necesitaban sacar a la pareja de en medio.
Peyton tragó saliva. No sabía como interpretar lo que Dan le decía.
El hombre, unos años mayor que él abrió los ojos y clavó su mirada.
— Nosotros somos mejores que esto Peyton...nunca olvides que te quiero...— le dijo con los ojos brillantes y se tiró al vacío de manera tan repentina que Peyton, en shock, no pudo reaccionar.
Si al menos hubiese usado sus poderes podría haberlo detenido, pero se habia quedado petrificado...ese pensamiento lo torturaba por las noches cuando no podía dormir.
Lo buscaron por días en el agua, pero jamás encontraron su cuerpo. Hicieron una pequeña lápida y enterraron una caja con sus pertenencias en un pequeño cementerio que tenían dentro del complejo. Ellos eran cremados, sus cenizas puestas en vasijas y enterradas pero esta vez no tenían un cuerpo para quemar.
Luego de lo de Dan algo se había quebrado en Peyton. Sentía que su cordura pendía de un delicado equilibrio que estaba por romperse en cualquier momento.
En ese momento Peyton estaba sentado mirando una foto de él con Dan en su pequeño teléfono. Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que debieron tocar varias veces hasta que finalmente cayera en la cuenta. Una misión que cambiaría su vida para siempre le estaba por ser asignada, pero Peyton aún no tenia ni la menor idea de ello.