Lana, que despertaba de una noche perfecta de sueño, estiraba ampliamente sus brazos, desperezándose, para luego frotar sus ojos que con dificultad se abrían por los fuertes rayos de sol que se colaban por la ventana.
Una vista perfecta es lo que obtiene cuando por fin logra abrirlos por completo, divisando la enorme y hermosa figura masculina de Callum que estaba de pie, semidesnudo, con el cabello mojado, confirmando que acaba de darse un baño, cubierto con la toalla envuelta alrededor de su cintura, y con una taza en la mano, observando la vista.
—¡Ejem, ejem! —Carraspea la mujer para que se diera cuenta de que estaba despierta. —¡Buenos días! —Le dice tímidamente apenas se gira y la ve.
El hombre, que no dice una palabra, camina hacia la cama, dejando la taza con café en una de la
