PROPUESTA MILLONARIA

2692 Words
#Nota: Queridos lectores, los abrazo nuevamente con una nueva historia. Deseo de todo corazón les guste. Como siempre recordarles que todo lo que aquí está escrito es producto de mi imaginación, y es una historia clasificada para +18, por lo que podrían encontrar escenas de sexo o violencia no moderas y bastante explícitas. Espero se animen a leerla. Un abrazo. Pdta: Pueden seguirme en mi página de f*******:, “Maxxi Mendoza escritora” allí siempre estoy publicando varias curiosidades sobre mis libros. *** Y ahí estaba, Lana Thomas, vestida de novia, de pie junto a una camilla de hospital. El oficiante, daba inicio a la ceremonia, y debajo de su velo blanco, un par de lágrimas rodaban por sus mejillas. Su corazón, estaba completamente destrozado, no solo por casarse en contra de su voluntad con aquel hombre que estaba postrado en esa cama, en estado vegetal, y con pocas esperanzas de vida, sino porque había sido orillada a tomar esa decisión por su novio Felipe, quien la abandonó a su suerte, unas horas antes, después de haberle propuesto que escaparan juntos. Durante más de dos años, fingió amor, y al final, terminó plantándola el día de su fuga, estafándola y dejándola sin nada, o por lo menos eso era lo que ella creía. A medida que el oficiante hablaba, no podía evitar sentir el aire pesado en la enorme habitación de la mansión O’Sullivan, y la sensación de que no estaba respirando bien. Miraba a su alrededor, y a través de la delgada tela blanca de su velo, observaba a los presentes. Tan solo a unos pasos detrás de ella, a su lado derecho, estaban sus padres, aquellos quienes aceptaron, sin chistar, la propuesta millonaria de casarla con un hombre hasta ahora desconocido para ella, a cambio de recibir 2.5 millones de dólares. Su hermano, que también estaba allí, mostraba ampliamente una cara de satisfacción, ya que a pesar de ser titulado en derecho, no era más que un manojo de problemas que debía ser mantenido. A su lado izquierdo, estaba su futura suegra, Clemencia de O’Sullivan, una mujer bastante mayor, que pasaba los 70 años, aquella que la eligió, después de buscar con desespero a una mujer de un buen estrato social, aplomada, y con buenos modales; joven y hermosa, que gozara de muy buena salud. Aquella mujer, que permanecía seria, pero con una mirada tierna, estaba junto a un trío de hombres que parecían ser guardaespaldas. Y finalmente allí estaba quien en minutos sería su esposo, ese con un rostro tan hermoso, pero inexpresivo, que parecía dormir plácidamente, aquel hombre que solo verlo le producía escalofríos, y con quien no imaginó casarse ni en sus más locos sueños. El extremadamente famoso CEO, dueño de una de las multinacionales más grandes del mundo. Callum O’Sullivan. Un hombre inalcanzable para cualquier mujer, incluso para ella que en este momento se estaba casando con él. —¿Acepta al señor Callum O’Sullivan por esposo? —Pregunta el oficiante, sacándola de sus pensamientos, y Lana, siente como todo su cuerpo se tensa. —Señorita Lana, responda por favor… —Insiste el hombre —Si… Acepto…—Dice con voz entrecortada. —Muy bien, entonces para declararlos marido y mujer, firme por favor el acta matrimonial y este acuerdo prenupcial… —¿Eh? No sabía nada de esto…—Se levanta el velo y observa el documento. —Tus padres lo leyeron querida, y estuvieron de acuerdo. —Afirma Clemencia. —¿Puedo leerlo? —Pregunta la joven. —Lana, ¿qué te pasa? —Le pregunta entre dientes su padre. —¡Firma de una vez! —Le ordena. —No pasa nada Rubén, deja que Lana lo lea. Después de todo es ella quien se casará, no nosotros. —Le dice Clemencia y él sonríe, asintiendo, pero al igual que los otros miembros de su familia, está preocupado de que Lana conozca los términos del contrato y decida no casarse. Después de todo, tenía su carácter y no siempre era tan fácil de manejar. Lana, que lee con detenimiento el documento, se sorprende al saber que aunque su esposo muera, no deberá casarse nunca más, y solo podrá tener una relación después de 5 años del fallecimiento de Callum. También deberá someterse a todo tipo de tratamientos in vitro, pues su única meta, será dar luz al hijo de Callum, antes de que él parta de este mundo. ¿Pero qué clase de aberración era esa? ¿En serio querían no solo obligarla a casarse por dinero, sino también a embarazarse de un hombre que no ama, y al que su hijo quizás jamás conocería? —Lo siento padre, pero no puedo hacerlo. ¡No puedo casarme! —Se quita el velo, deja el ramo encima de la camilla, sobre los pies de Callum, y sale de la habitación, respira amplia y profundamente, abriendo la boca para tomar una gran bocanada de aire que le hacía falta desde hace un buen rato. —¿¡Pero que te has creído niña tonta!? ¡Regresa ahora mismo, firma ese papel y cásate de una buena vez! —Le exige su padre que la alcanza afuera de la habitación. —No quiero. No puedo tener al hijo de un hombre que no conozco y que morirá pronto. —¡Ya déjate de tonterías! —La agarra fuertemente del brazo. —O entras por ti misma o soy capaz de llevarte a rastras. —¡Ya dije que no! Una cosa es un matrimonio, pero otra es tener un hijo. ¿Por qué soy yo quien debe sacrificarse? ¡Tú eres quien quiere el dinero, no yo! ¡Eres tan codicioso! —Exclama con lágrimas en los ojos y recibe una fuerte bofetada de parte de su padre. —¡Rubén! —Le llama la atención Rebeca, su esposa. —¿Qué quieres mujer? —La señora Clemencia pregunta si la ceremonia continuará. Deberías entrar. —¡Puff! —Arroja un suspiro largo. —Más te vale que no demores en regresar Lana, o te juro que te arrepentirás. Rubén entra y Rebeca, abraza a su hija que parece muy nerviosa. —Deberías entrar ya. No deberías postergar más la ceremonia. —¿Tu también mamá? —Cariño, yo no tengo la fuerza para llevarle la contraria a tu padre, ni tampoco a ti. Dejé que intentaras escaparte con tu novio, pero aun así estás aquí, vestida de novia. —Se sorprende al enterarse de que su madre sabía que se escaparía y no dijo nada. —Felipe me engañó. Me dejó plantada, y me robó. Estaba tan dolida que quería vengarme casándome son ese hombre, ¡pero ese acuerdo prenupcial es absurdo, mamá! —¿Absurdo? ¿Por qué? Vivirás bien, y tu hijo crecerá en la abundancia, siendo el heredero de uno de los hombres más poderosos del país. Eso es mucho mejor que seguir a la merced de tu padre, porque te aseguro que si no es Callum O’Sullivan, lo será con cualquier otro que le ofrezca una buena cantidad por ti, sin importar quién sea. —¡Soy una mujer adulta mamá! ¡Mi padre no puede pretender que haga lo que él quiera, siempre! —¡Pero lo hará! Porque él ha sido quien te ha dado todo. Tu carrera, el patrocinio de tus libros, tu manutención. Todo te lo ha dado él, y si lo desobedeces, todo te lo quitará. La única manera de liberarte de tu padre, será adquiriendo poder, y eso solo lo harás ganando más poder que él, y ser la señora O’Sullivan es tu mejor opción. —Con que así son las cosas!… Muy bien, entonces supongo que muy pronto serás abuela. —Afirma Lana, que regresa a la habitación, con una de sus mejillas completamente roja por el golpe que le dio Rubén. Decidida a casarse con Callum, solo por el placer de en un futuro no muy lejano demostrarle a su padre que es víctima de su propio invento. Después de todo ya no tenía nada que perder, sus padres la habían desilusionado, su novio la había abandonado, y su carrera como escritora, no afloraba, si dejaría de estar bajo el yugo de su padre, dar a luz al heredero de la fortuna O’Sullivan no sonaba tan mal después de todo. Esta vez, su caminata era diferente a la anterior, no estaba temerosa, ni llena de tristeza. Estaba decidida. Caminaba firme, y segura. Firmó sin titubear, y tomó los anillos sobre la pequeña mesa que había sido dispuesta como altar, y colocó primero el suyo en su dedo, y luego tomó el de su esposo, y se acercó para colocárselo, notó que las manos del hombre estaban heladas, y eran bastante grandes pero con una piel muy suave. —Por el poder que me confiere Dios y el estado, los declaro marido y mujer. El oficiante se marcha, y todos los presentes, a excepción de Clemencia, se disponen a despedirse. —Hiciste la mejor elección hija. Emparentados con los O’Sullivan, no podría pedir más. —Dice Rubén que abraza a su hija seguro de que ha ganado la lotería. —No te confundas padre, la única que está emparentada con ellos soy yo. Te recuerdo que yo fui quien se casó. Así que espero y disfrutes el dinero que acabas de ganar a costillas mías, y lo sepas invertir, porque es el único que obtendrás de mi parte. —Se aparta de su hija y la mira con fiereza… —Mocosa inso… —Planea reprenderla en ese mismo momento, pero Clemencia interviene. —Creo que sería prudente que dejemos descansar a la novia. Después de todo, no será fácil cuidar de Callum de ahora en adelante. Rubén, asiente y sonríe ampliamente, mientras por dentro es consumido por la ira que le causaron las palabras de su hija. Lana, se despide de su hermano, y también de su madre, quien ahora le genera más lástima que antes, pues ahora sabe cómo se siente ella con respecto a ser la esposa de su padre. —¡Por favor salgan! —Se escucha una orden. Es Clemencia que se dirige a los guardaespaldas. Lana la mira un poco asustada, pues jamás había tratado con ella, a excepción de hoy. —Lana, querida… —Se acerca y la toma de las manos. —¡Gracias por regresar! —¿Eh? —Sé que no debió ser fácil para ti casarte con mi hijo en ese estado, y aceptar las condiciones del acuerdo. —Eh… yo… ¿Señora? —¿Sí? —¿Puedo ser totalmente sincera? —Por supuesto cariño. —Por favor, no me dé las gracias, porque me hace sentir incómoda. Después de todo, mi familia recibió una gran suma por este matrimonio. —Sí, pero yo escuché como te enfrentaste a tu padre, y lo que le dijiste incluso antes de que se fuera, lo que me hace ver que no eres una chica interesada. Así que cualquiera que sea la razón por la que te casaste con mi hijo, mientras no haya sido por dinero, para mí está bien, eso significa que no me equivoqué. Eres una buena chica, y aunque sé que no fue fácil tomar la decisión, te seguiré agradeciendo, porque le diste a mi hijo la oportunidad de tener una familia. Lana observa a Callum… —¿Puedo preguntar que le pasó? —Un accidente de auto hace dos meses. —¡Qué pena! Parece lleno de vida… —¡Lo estaba querida! ¡Lo estaba! —Da unos golpecitos en su mano, y se aparta de ella. —Desde mañana dormirás con él, la señora Shallow es nuestra ama de llaves. —Una señora, de rostro dulce, aparece de la nada. —Yo la ayudaré en lo que necesite, señora. —Afirma la mujer. —Tendrás a tu disposición enfermeras y empleadas siempre que las necesites. Los médicos vendrán dos veces a la semana, y la señora Shallow, será quien te ayude la mayor parte del tiempo a cuidar de tu esposo. —¿Eh? —No entendía muy bien a lo que se refería Clemencia con cuidar. —Disculpe, pero ¿exactamente que tengo que hacer? —Deberás limpiarlo, bañarlo, cambiarlo de ropa, cuidar sus heridas también es muy importante… —¿Heridas? —Observa al hombre que parece estar bastante bien. —Si señora. El señor se ha estado ulcerando por estar tanto tiempo acostado. Es por eso que sus heridas deben ser desinfectadas y siempre debemos acomodarlo en posiciones diferentes, al igual que darle a tiempo sus antibióticos para evitar una sepsis. —Le explica la señora Shallow de forma dulce y tranquila. —Entiendo. Espero por favor pueda ayudarme, no sé mucho de curar heridas. —Reconoce con sinceridad. —Tranquila, aún eres joven, aprenderás rápido. —Afirma Clemencia, que se acerca y la abraza por un periodo corto. —Por favor prométeme que cuidarás bien de mi hijo. —¡Sí… se lo prometo! —Sonríe Lana, sintiendo pena por la anciana que parece aferrarse desesperadamente a su hijo. La mujer toca su mejilla aún roja por el golpe de su padre. —Deberías echarte algo, no queremos que se inflame. —Afirma y se aparta, acercándose a la puerta. —Señora Shallow, prepare una de las habitaciones de invitados por esta noche para la nueva señora O’Sullivan. —¡Si señora! —Luego prepare mi maleta, y envíela a mi casa. —¿Se irá? Pensé que usted vivía aquí. —Comenta imprudentemente Lana. —No querida, esta es la mansión de mi hijo. Yo solo permanecí aquí mientras le encontraba una buena esposa. Ahora que he hecho mi trabajo, debo regresar a mi casa, a prepararme para luchar. —¿Eh? ¿Disculpe? ¿Dijo luchar? —No te preocupes por nada. Tú solo céntrate en darme un nieto y en cuidar bien de mi Callum. Asegúrate de que sus últimos días sean agradables. La mujer le sonríe y sale de la habitación, dejando a Lana y a la señora Shallow con el hombre que estaba perfectamente vestido. —Venga, señora, ayúdeme a desvestir al señor. —Le pide la señora Shallow quien empieza a desabotonar la camisa del hombre. —¿Yo? —Si. Después de todo, este será uno de sus deberes como esposa. —La mira con cariño la señora. —Con respecto a eso, la señora Clemencia dijo que desde mañana dormiré con él. —Comenta inocente la chica que mira a los lados, y piensa que quizás deberá hacerlo en el sofá, después de todo no podrá meterse en esa camilla de hospital con él. —No se preocupe, señora Lana. —Afirma La señora Shallow que entiende su preocupación. —Mañana ambos serán trasladados a la habitacion del señor. Esta es sólo una habitación de huéspedes que había sido preparada, mientras era acondicionada la habitación principal. El doctor dijo que no había problema en dejarlo en su cama, si se tenía la asepsia adecuada. Usted dormirá allí con él. —¿Co- Con él? —Sí, la señora Clemencia desea que su hijo tenga la experiencia de haber tenido una esposa, antes de morir, así él no pueda saberlo. —¿Es seguro que morirá? —El médico le dio mínimo un par de meses, máximo cuatro. Sus defensas son muy bajas, y su cuerpo está enfermo la mayoría del tiempo. ¡Oh! Mi pobre señor! —Se limpia un par de lágrimas la mujer, que le quita la camisa, y se la entrega a Lana, que está completamente inmersa en sus pensamientos. —Y no resultará peor para su salud que yo duerma con él. —No, ya que el señor necesita de alguien que lo cuide y esa será usted. «¡Oh por Dios! ¡Pero en que me he metido!»,Pensaba Lana, que no se sentía cómoda con la idea de dormir con su esposo, después de todo era un hombre que pronto moriría, y que se enfermaba con facilidad. Era como estar de cierto modo con un fantasma, o un cuerpo sin vida.
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