Después de un día agotador, tanto física como emocionalmente, Sofía y Clara regresaron al hotel, deseando nada más que una ducha caliente y una cama cómoda. En la habitación, mientras se preparaban para dormir, Clara comentaba lo bien que la habían pasado, aunque Sofía no podía dejar de pensar en todo lo que había experimentado junto a Marcos.
—Amiga, te tono preocupada, se suponía que el tiempo a solas con marcos los ayudaría a romper el hielo—dijo Clara, en tono juguetón mientras se acomodaba el cabello frente al espejo, lanzándole una mirada cómplice a Sofía—No puedes esconderlo más, Marcos te trae de cabeza.
—¡Clara! —grito Sofía, sonrojándose al instante—. No es eso... bueno, sí, pero... no sé, —dijo bajando la mirada, y llevándose una mano a la frente. —mi madre me tuvo muy joven y tuvo que dejar sus estudios, me dijo que se enamoro perdidamente de mi padre, y aunque se que me ama, posiblemente su vida hubiese sido otra si no me hubiese tenido, le prometí que no me enamoraría y que solo me concentraría en mis estudios.
Clara soltó una carcajada mientras terminaba de ponerse su pijama.
—Cariño son otros tiempos, existen los preservativos y las pastillas, además que te guste no significa que se van a terminar acostando ''aunque con tremendo bombón, te arrepentirás si no le das una mordida'', se que eres virgen amiga, pero no lo serás para siempre y que mejor que hacerlo con alguien que te gusta tanto como él.
—Además es obvio que también le gustas, Sofi, y mucho.
Antes de que Sofía pudiera responder y contarle a Clara lo sucedido entre ella y marcos, se escucharon golpes en la puerta. Clara, un tanto extrañada por la hora fue a abrir, revelando a Marcos y Alejandro vestidos de manera casual, con jeans y camisetas, listos para una noche diferente. Alejandro tenía una sonrisa de oreja a oreja.
—Chicas, tienen que acompañarnos —anunció Alejandro con entusiasmo—. ¡hemos visto en el lobby una merenguera muy famosa! Cantara en la discoteca del hotel esta noche, y no pueden perderse esto.
Los ojos de Clara se iluminaron de inmediato.
—¡No puede ser! —exclamó, saltando de emoción—. ¡Nunca e ido a un concierto en vivo, Vamos Sofia!
—. Así que, ¿Qué dicen?, no será lo mismo sin ustedes — añadió Alejandro, desde la puerta.
Clara no tardó en tomar una decisión. Corrió hacia su maleta y comenzó a buscar rápidamente algo para ponerse.
—¡Sofía, tenemos que ir! —dijo mientras sacaba una blusa llamativa y unos pantalones ajustados—. ¡No puedo perderme esto!
—No sé, Clara... yo, no se bailar —dijo Sofía, aunque su tono de voz no era muy convincente.
—¡Vamos, Sofi! Solo por esta vez. Además, no todos los días tenemos la oportunidad de ver a una artista internacional en vivo. —Clara le guiñó un ojo—. Y quién sabe, tal vez disfrutes más de lo que piensas.
Marcos, que había estado observando a Sofía con una mirada tranquila pero expectante, se acercó un poco más.
—Posiblemente nadie se fije en nosotros, —dijo en un tono suave— Además también puedes relajarte y disfrutar de la música. Estoy seguro de que te gustará.
Sofía suspiró, sintiéndose atrapada entre la insistencia de Clara y la invitación de Marcos.
—Está bien, iré —respondió finalmente poniendo los ojos en blanco mientras miraba arriba.
Clara gritó emocionada y se apresuró a terminar de vestirse. Sofía, por su parte, optó por un vestido n***o ligero y cómodo que había llevado por si acaso. Se soltó el cabello, dejándolo caer en suaves ondas sobre sus hombros.
Cuando finalmente estuvieron listas, los cuatro bajaron juntos a la discoteca del hotel. El ambiente era animado y vibrante. Las luces de colores llenaban el lugar, y la música merenguera retumbaba con fuerza en el aire. Claramente, la fiesta estaba en pleno apogeo.
Al entrar, Clara reconoció de inmediato a la artista, y resulto ser una que admiraba, estaba en el en el escenario con una energía increíble. Sin pensarlo dos veces, tomó a Alejandro de la mano y lo llevó al centro de la pista, lista para bailar.
Sofía y Marcos se quedaron atrás, observando cómo la pista de baile estaba llena de gente disfrutando de la música. Sofía no era muy buena bailando merengue, pero la emoción en el ambiente era contagiosa.
—¿Bailamos? —preguntó Marcos, mirándola con una sonrisa ladeada.
—No sé... no soy muy buena con este tipo de música —respondió Sofía, riendo nerviosa.
—No importa —dijo él, extendiéndole la mano—. Te enseñaré. Solo relájate y disfruta.
Sofía, un poco cohibida pero animada por el momento, tomó su mano. Marcos la guio hacia la pista, colocándose frente a ella. A medida que comenzaban a moverse al ritmo de la música, Sofía se dio cuenta de que, aunque no era la mejor bailarina, Marcos hacía que todo se sintiera más fácil. Él la guiaba con una confianza envidiable, poco a poco, ella fue soltándose, rio sin parar, en especial cada vez que cometía un pequeño error, o que Marcos hacia un giro compuesto.
—Ves, no es tan difícil —dijo él con una sonrisa, sus ojos brillando bajo las luces de la disco.
Dos canciones después, estaban bailando mas anímicamente, la euforia del lugar los había contagiado.
La artista anuncio la última canción de la noche, dijo que quería presentar un viejo clásico como una balada para nunca olvidar.
El cambio en el ambiente de la discoteca fue inmediato. La música alegre y vibrante del merengue dio paso a una balada suave, y la voz de la artista dominicana llenó el espacio con una melodía más lenta, y envolvente. Las luces, que antes destellaban en un arcoíris de colores, bajaron su intensidad, dejando una luz con la que apenas podías ver a tu compañero de en frente.
"Solo contigo, yo siento el amor de una forma que jamás he sentido..."
Sofía apretó los labios al escuchar la letra, sintiendo cómo el significado de esas letras la envolvía. El ritmo lento y romántico resonaba en su pecho, haciéndola más consciente de la presencia de Marcos.
Hizo un pequeño gesto con la cabeza, indicándole a Marcos que quería salir de la pista. Pero en lugar de acompañarla fuera, él la tomó suavemente por la muñeca, deteniéndola. Su mirada era firme. Marcos no la soltó, en cambio, la halo, obligándola acercarse más a él.
—Quédate —le dijo en voz baja, en un tono seductor que solo ella podía escuchar.
Sofía sintió que su corazón se aceleraba, volvieron a la pista, más cerca que antes. El ambiente entre ellos parecía más denso, cargado de tensión y nerviosismo y algunas mariposas en el estómago.
El perfume de Marcos, ese aroma masculino y elegante que siempre le resultaba tan embriagador, era aún más evidente ahora que estaban tan cerca. Sofía suspiró involuntariamente, luchando por mantener la compostura. Se repetía mentalmente que debía ser fuerte, que no debía dejarse llevar por el momento. Pero la cercanía de Marcos, sus ojos oscuros y profundos, la estaban poniendo a prueba.
A mitad de la balada, Marcos la acercó más, colocando su mano firmemente en la curva de su cintura. El contacto fue eléctrico, Sofía sintió un estremecimiento que recorrió todo su cuerpo. Sin pensarlo, colocó una de sus manos sobre el pecho de Marcus, pero inevitablemente sintió lo ejercitado que estaba, fallo en su intento inconsciente de poner distancia entre ellos, de frenar lo que sentía. su mano, pequeña y temblorosa sobre los pectorales evidentemente de gimnasio de Marcos, solo parecía empeorar las cosas en ese momento.
—Marcos, yo... —susurró ella, sin saber cómo continuar.
Antes de que pudiera terminar la frase, él levantó su otra mano, tomando con suavidad su barbilla, obligándola a mirarlo directamente a los ojos. Los segundos se alargaron, y en ese instante, el mundo se paralizo desapareciendo a todos por completo. No había música, ni luces, ni personas alrededor. Solo ellos dos, perdidos en el pequeño mosaico mientras seguían con un suave vaivén de sus pasos.
Marcos se inclinó hacia ella, con una lentitud que casi la torturaba. Y entonces, de la manera más delicada, posó sus labios sobre los de Sofía. Fue un beso tímido. No había prisa ni urgencia, solo una exploración cuidadosa, como si ambos temieran romper algo precioso si se entregaban demasiado rápido.