ALEJANDRO Sonreí como un maldito idiota mirando mi teléfono. O para ser más específico, el texto que Amara me envió. ¿Desde cuándo me he vuelto tan blando? Juro que esta chica me está volviendo débil en todos los sentidos posibles. Ella es caos y pura belleza mezclados en uno. Problemas que ni siquiera deberían existir en mi vida, pero en el momento en que mis ojos se posaron en ella supe que no había vuelta atrás. Es poderosa, rara, única. ¿Quién puede resistirse a una mujer así? Yo no pude. Y no estoy loco por ello. —¿Puedes prestarme atención? No paras de mirar el móvil. La voz irritada de Silvia me devolvió a la realidad. Molesto, levanté la vista del teléfono, justo para encontrarla mirándome con cara de enfado, con los brazos cruzados delante de sus pequeños pechos. Dejé a la