Capítulo 5

1393 Words
Madox POV La oficina está demasiado silenciosa, no porque las personas no trabajen, pero como le pedí a mi secretaria no hacer ruido, hasta el almacén esta callado. Algunas veces me asusto de mí mismo, todos hacen caso a mis órdenes de una forma tan precisa que pienso si realmente soy tan terrorífico, al mismo tiempo, no pienso que dar miedo sea algo de que sentirse orgulloso, pero si sirve para que se hagan las cosas a mi modo no está mal. Justamente es lo que me gusta de Sofía, la primera vez que la vi, tuvo el valor de verme a los ojos, lo hace casi siempre que le hablo, no como todos los demás, agachan la cabeza o no responden con palabras, solo asienten. Yo mismo me enfado solo pues creo que debería de saber porque más me gusta Sofía, si, la forma en la que me ve, como me habla, su voz, su rostro y su cuerpo, pero la necesidad de quererla y protegerla no debe ser solo por sus ojos tan bellos; o eso creo. Abro despacio la puerta y veo como sigue profundamente dormida, su respiración es tranquila, y la delicadeza de como sus pestañas negras descansan en sus pómulos me hacen darme cuenta de lo hermosa que es. Tiene la belleza de una pintura de arte antiguo, con demasiado detalle y refinado, algo tan fácil de romper. Dejo las tres diferentes paletas que tengo para ella sobre la pequeña mesa de cristal que esta frente al sofá, el cual nunca creí que fuera tan cómodo para dormir. Me siento y comienzo a redactar invitaciones para el banco y otras empresas a la gran ceremonia que llevaré acabo por el aniversario de esta empresa. Yo la compre, hace no más de 4 años, creció más, mucho más, pero desde hace 11 años atrás ya existía. Va a cumplir en el mundo 15 años, casi la edad de Sofía. Sobó el puente de mi nariz por el dolor de cabeza que tengo desde ayer, entre las pocas horas de sueño y estrés acabaré con mis neuronas. Poco a poco el pequeño bulto se empieza a sentar en el sofá, la veo con atención y me doy cuenta que en lugar de saludarme o voltear hacía mi lugar si quiera se inclina a tomar la paleta de la misma marca que le he regalado con anterioridad. -Sabes que puedes tomarlas todas, son tuyas- digo y ella voltea para verme con atención. -Pero, jamás las he probado, no sé si me vayan a gustar. -Solo sabrás si las pruebas, puedes llevártelas a casa- sonrió amable pero no me ve por lo emocionada que está tomando sus dulces. -Muchas gracias señor- veo como se mete a la boca la paleta rosada y mal pienso, me debo controlar, es una niña. -Ya deja de agradecer todo, lo hago porque quiero, de verdad. Por cierto nunca imaginé que ese sofá fuera tan cómodo. -Eso parece... Señor tengo que regresar a casa, tomaré ya un taxi- se levanta y toma su mochila. -Te llevaré- tomo las llaves del auto y camino a la puerta con ella. -No señor, yo puedo tomar taxi y...- dice sacando la paleta de su boca. -No es una pregunta, Sofía. Yo te voy a llevar. Asiente imagino que para no discutir, y aunque sea una acción muy simple, a mí me gusta, me gusta pues también sigue mis órdenes. Bajamos por el elevador y veo como mientras el elevador se mueve ella se sostiene y tiemblan sus piernas, al parecer le dan miedo las alturas... O los elevadores. Cuando llegó al carro le abro la puerta, no sé porque me ve sonrojada y sonríe aún con el dulce entre sus dientes, tengo que mantener la respiración para no derretirme de ternura. -Señor, puedo llevarlos- dice corriendo Kevin nuevamente al auto, siempre está en cualquier lugar menos en el carro. -Ya te puedes ir a tu casa, te doy el día. -Gracias señor Madox, yo... -Te veo mañana- arrancó el auto y empiezo a manejar a rápida velocidad, como siempre. Realmente no sé porque hay gente que conduce tan lento, si tienes un auto que llega a velocidades tan altas es una estupidez ir despacio. Volteo a ver a Sofía quién se va agarrando su estómago y riendo bajito, al parecer le da cosquillas ir rápido en un auto. -¿Puedo escuchar música señor?- dice con su voz delgada, nuevamente mantengo el aire en mis pulmones. -Claro que si- enciendo la radio y dejo que ella le cambié, por lo menos ya va tomando un poco más de confianza. Enseguida conozco la canción que se escucha, no pensé que le gustará ese grupo y menos esa canción que combine con su rostro inocente. Adoro esa canción, y al parecer ella también pues sube un poco el volumen mientras tararea. Sonrió para mis adentros, al menos tenemos algunas cosas en común.  Después de haber bailado un poco en silencio saca la paleta y la usa como micrófono, canta muy bajito y la veo atento cuando por fin está el semáforo en rojo. Veo como le da un poco de pena el que la observé cantar, como no quiero incomodarla más me volteó nuevamente pero canto el pequeño coro en voz alta. Ella ríe, después empieza a seguirme, poco a poco bajo mi voz y ella sigue cantando, me gusta mucho cómo se escucha su voz divertida, la canción se termina, me voltea a ver con asombro. -No creí que te gustará. -Ni yo que a usted le gustará... No pensé que fuera su estilo. -¿Según tú cuál es mi estilo? -Algo como Mozart o Niccolo Paganini. -Vaya, no eres la primera persona que me lo dice, pero también se divertirme, y a diferencia de lo que muchos piensan no soy solo enojo y mandoneria. Supongo que al creer eso les causó terror. Voy estacionándome frente a su casa, las luces están encendidas pero no se ve el auto de sus padres, espero regresen pronto y ella no esté sola todo el día. -Usted a mí no me causa eso- pone su mochila en su pecho- creo que es una buena persona. -Yo creo lo mismo de ti, una hermosa persona tanto por dentro como por fuera- me acerco a su rostro y su respiración aumenta enseguida- a todo esto ¿Qué es lo que provocó en ti? Ve mis labios y sé que lo desea tanto como yo, no hacen falta más palabras, poco a poco acaricio su mejilla con mi nariz e inhaló su hermoso olor a vainilla con durazno, es realmente dulce. Junto sus labios con los míos, me sorprendo al darme cuenta que ella mueve sus labios también, sin mucha coordinación ni experiencia, pero ya habrá tiempo para enseñarle cómo debe hacerlo. Subo mi mano hacia su nuca y bajo a su cuello, hago que el poco espacio que quedaba entre nosotros desaparezca, jadea de la impresión y la muerdo solo un poco, siento su falta de aire y aunque no quiera la dejo ir. -Señor Madox, no es correcto, es socio y amigo de mis padres, tiene casi 30 años, si se enteran... -Shhh- beso nuevamente la comisura de sus labios, saben realmente bien los dulces que le he regalado-no se enteran si no quieres, pero no veo nada de malo en lo que estamos haciendo si ambos lo deseamos. -Yo... -¿Tú no deseas esto también?- acaricio su rostro y hago a un lado el mechón rebelde que tiene recargado en su mejilla. -Sí, señor pero mi edad... -No tiene nada de malo cariño, solo somos dos personas demostrando nuestros sentimientos. -¿Me promete que nada malo pasará si estamos juntos? -Lo prometo, yo te cuidare, todo estará bien- tomo su mano y beso el dorso.- deja de llamarme señor, solo Madox. -Está bien se... Madox- ríe y toma su mochila para abrir la puerta, antes de que salga completamente la tomo de la muñeca. -No me has dejado despedirme- se acerca y la besó cortamente, ríe bajito y ahora sí cierra la puerta para correr a la entrada. Veo como enseguida una señora vestida de mucama le abre y la hace pasar sonriente, por lo menos no va a estar sola. Cierra la puerta y ya me voy tranquilo a casa.
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