Los ojos abro confundida, la mano del Dorado descansa en mi espalda y no tengo idea de si la frota inconsciente, pero la sensación me abriga. Este hombre me da un poco de calidez a mi quebrado corazón y despacio miro hacia el lado. Los ojos hermosos de Lev prometen protección y por más que deseo cobijarme en sus brazos, me contengo. «La confianza se gana», recito sus palabras. Mi padre era un monstruo, lo borré, mi cabeza bloqueó ese enfrentamiento y él aprovechó para abandonarme. Mis sesos se devanan. El hombre que se supone que me cuidara y protegiera es un abusivo. «Tal vez mató a mi mamá». Los cascos los he perdido. Había decidido confiar en Lev, pero ese detalle importante sobre mi vida me hace evaluar todo a mi alrededor. Es muy mala idea arrojarse a los brazos del Dorado. —Yelena,