—Fíjate tener quince años es ser un niño —suelta con un matiz de insoportable en toda su jeta el Ricito de Oro y para sellar sus intenciones puso la mano encima de la capucha de Seba. El joven tiene de costumbre usar el abrigo con la bandera de su país y la capa ocultando sus facciones. —Mi edad es diecinueve para tu información y estoy en ley en Rusia —defiende con orgullo Seba y se quita la capucha del abrigo. El boricua tiene razón: a los dieciocho años el ciudadano de la Federación Rusa puede ejercer en plena medida sus derechos y obligaciones. —Mierda, eres… —Joa se sumerge en su cabeza y no termina la oración. —¡*Wepa, jefa! —saluda animadamente Seba a Joanne—, soy parecido al Mocoso, sin embargo, él era guapo y yo no. —Repite las palabras que Vilen le había dicho la primera vez