Maika
El viaje hacia Peniki, además de largo, fue agotador. Menos mal que Lev se detuvo en una gasolinera y compré comida chatarra. Intenté dormir, pero no lo logré. La angustia por no saber de mi hombre oscuro es la causante de no poder conciliar el sueño en el camino. Mis ojos cerrados me llevaban a Vilen. No recibí llamada y tampoco un mensaje. Nunca había estado tan obsesiva con una persona. Al punto de que si estuviera manejando hubiera dado vuelta y regresado a Moscú. Lev intentó en vano conversar y no le respondí. Todavía no le perdono el beso que me robó y el caos que desató sin ningún tipo de vergüenza. Por lo menos se dedicó a poner canciones en la radio y tarareaba. A mitad de camino me cansé de fingir que dormía y me limité a admirar el paisaje. El cambio al entrar a Peniki es
