… Son las nueve de la mañana, nos bañamos entre gemidos y luego nos ayudamos a desgastarnos para sucumbir en una siesta. El collar de bala balanceo en mi mano y puse debajo de la almohada. Maika quedó rendida en mis brazos, pero mi chica dormida da muchas vueltas y está en el otro extremo de la cama. Llevo una hora velando por su sueño y por lo menos no ha tenido pesadillas. Joder, nunca olvido el preservativo, pero me pasó. Por supuesto, no temo si hay un mini idiota por el mundo y sonrío como demente. «No es el tiempo, Vilen». Maika está de costado en el lado derecho de la cama y su pezón rosado es mi visión privilegiada, junto con su cadera envuelta por la sábana. El cardenal en su costado (el que le propinó el taxista) se ve menos. Es curioso que por más jodidos que estemos no dudamos