¡Aaaaah!, acabo de correr de mi habitación, ¡a la dueña de la mansión!, ¡debo estar loca! ¡Casarme! Mamá me sacaba de la casa cuando llegaban sus clientas y yo me alejaba caminando, excepto en invierno, en esos días hacía mucho frío y me escondía afuera, me recargaba sobre la pared, me cubría con una manta y desde ahí, escuchaba a las clientas de mamá vomitar todas sus quejas. No eran felices y querían que sus esposos sufrieran el peor de los castigos, pero, no se divorciaban ni se iban, lo que ellas querían era que sus esposos dejaran a sus amantes o dejaran de beber y volvieran con ellas, porque en el fondo, los amaban. Yo no quiero amar tanto, ni quiero llegar al extremo de buscar a una bruja para que maldiga a mi marido, y tampoco quiero casarme con un hombre al que no amo. Elliot