Prólogo
Prólogo
Henry-René-Albert-Guy de Maupassant nació en Tourville-sur-Arques (Francia) en 1850 y murió a los 43 años de edad en París. Tuvo una vida intensa y desarrolló una prolífica obra donde combina un realismo sencillo, que rechaza el naturalismo imperante y defiende la intervención del artista en la selección cuidadosa de las pinceladas necesarias para contar lo que quiere contar, con un registro más cercano a lo simbólico y lo fantástico, pero alejado también de la exageración y el preciosismo de los escritores románticos o simbolistas. Quizás es esa sobriedad lo que hace su prosa menos rutilante y nos obliga, como esos rostros sencillos que al principio nos pasan inadvertidos, a prestarle un poco más de atención para descubrir todo lo que encierra.
El libro que presentamos, una compilación de once relatos de Maupassant, es un libro muy especial y lo es porque es un libro hecho por lectores para lectores. La propuesta de David Villanueva, editor de Demipage, y director del taller organizado por la escuela de escritura Hotel Kafka y el Instituto Francés de Madrid, era que cada uno eligiera un cuento a su albedrío para traducirlo y preparar luego un libro. Por eso es un libro hecho por lectores, porque los cuentos están elegidos sin otro criterio que el del placer de la lectura. Cada uno de nosotros eligió el cuento que más le había gustado de los que pudo leer. Y quizás ese sea uno de los aciertos, el hecho de que, más allá de criterios formales o de representatividad de la obra de Maupassant, nos hemos guiado simplemente por nuestros gustos. Fue una sorpresa para todos comprobar después que los cuentos elegidos por nuestros compañeros eran en todos los casos grandes cuentos, cada uno con un interés particular. A la vez, eran cuentos muy distintos, desde los más tétricos hasta los más sociales, desde los costumbristas hasta los filosóficos, desde los realistas hasta los de misterio. Y así, sin haberlo buscado, nos hemos encontrado con un libro que es a la vez una selección de algunos de los mejores cuentos desde un punto de vista literario y una compilación representativa de la obra de este excepcional autor.
Pero la sorpresa fue mayor aún al descubrir que, más allá de los valores literarios innegables de su obra, las historias que nos cuenta Maupassant, los temas que le preocupan, conservan toda su vigencia hoy, en pleno siglo XXI. Basta asomarse a la calle en una noche de Halloween para imaginar a ese grupo de jóvenes que recibe entre risas al amigo que llega con una mano disecada; basta oír hablar de la deuda que lastra las ambiciones y esperanzas de los desahuciados para ponerse en la piel de la protagonista de «La joya»; o escuchar los debates actuales sobre la atención de los mayores, la muerte asistida y la eutanasia para descubrir que se hayan ya presentes en «La adormecedora» o «El diablo»; podemos adentrarnos en la desigualdad en «Idilio» o «Vendetta;» y basta contemplar los engranajes legislativos que una vez más tratan de ilegalizar el aborto para maravillarse ante la lúcida disertación sobre las mujeres que encontramos en medio de «La belleza estéril». Y es que Maupassant, no por vivir en el siglo XIX es un autor aburrido y anticuado, más bien al contrario, en su obra respira su personalidad vividora y rebelde. Ese es el Maupassant al que reivindicamos, el Maupassant más desprejuiciado, irónico e irreverente, el Maupassant burlón que no tiene miedo de poner en evidencia la cortedad de miras y la flagrante hipocresía de sus coetáneos.
Por último, no podemos dejar de mencionar en un libro de Maupassant otra de sus grandes obsesiones: la locura. El autor perdió la razón y terminó sus días en un sanatorio psiquiátrico. No sabemos si porque presentía ya los síntomas o porque el tema le interesaba de por sí, la obra de Maupassant contiene cuentos excepcionales sobre la locura, como «El diario de un loco», «¿Quién sabe?» o «El Ultromo», aquí recogidos, y que nos sumergen en un mundo más sombrío.
Pero al principio decíamos que es un libro hecho por lectores, y lo es sobre todo porque es un libro hecho por traductores y cada traducción es de por sí una lectura. Cada cuento ha sido traducido por una persona distinta (salvo en algunos casos en que un mismo traductor ha traducido dos cuentos) y, aunque hemos intentado aunar criterios, es más que posible que se puedan apreciar ahí no solo los gustos personales de cada uno, sino también ciertas diferencias de estilo, ciertas preferencias léxicas, en definitiva, ciertas formas de apreciar y valorar la escritura de Maupassant, su trabajo de orfebre en la composición de los relatos. Hay en las traducciones algunas creaciones personales, como la «adormecedora», las «sepulcrales» o ese «Ultromo», al que se ha conocido hasta ahora como Horla, olvidando los ecos de la procedencia extraterrenal del ser que aparece en el relato y que es patente en el nombre francés («hors là»).
Con todo eso, los traductores hemos llegado a sentirnos amigos cercanos del autor y nos sentimos ahora orgullosos de ser sus valedores, como esos padres que hablan con admiración de los éxitos de sus hijos, o los profesores que presentan en público a sus alumnos más aventajados. Nosotros, sus traductores, más de cien años después, estamos aquí para presentarles la obra de nuestro genial protegido. Pasen y lean.