Capítulo 29. Danielle Vs Gisela

3782 Words
En el tranquiló pueblo de Ojo del sol, Mia encontró a Agustín como siempre empujando serenamente su carrito de dulces por las empedradas calles. Sin que se diera cuenta se aproximó a él, que absorto avanzaba serenamente tarareando una canción. Poco a poco se fue acercando, haciendo el menor ruido posible pues quería sorprenderlo. Finalmente estuvo a escasos centímetros suyo, lo rodeo con sus brazos y lo apretó con fuerza, provocando que este diera un pequeño saltito de la impresión. - Guau, ¿Y ahora a que se debe tantas muestras de cariño? – sorprendido, pues no se esperaba semejante efusividad, quiso saber el amigo que percibió al instante lo feliz que estaba Mia, pues estaba radiante. - Estoy super mega contenta Agus, y todo es gracias a ti y a la maravillosa de tu mamá. – vislumbrando de que se trataba, el amigo quiso estar al corriente, así qué con lujo de detalle le pidió le narrara todo lo que había acontecido. Juntos espolearon el carrito hasta que llegaron al parque principal del pueblo, donde debajo de un ficus, colocaron el mini vehículo para poder sentarse cómodamente en unas de las bancas y así poder hablar tranquilamente. Mientras Mia le relataba lo sucedido, se acercaron un par de clientes que fueron rápidamente atendidos por Agus, quien estaba muy interesado y sumergido en las palabras de Mia. Finalmente, cuando esta concluyó con su relato, y le manifestó que siempre estaría en deuda con él, no pudo evitar que un par de lagrimas descendieran por sus mejillas. - Sabes Agus, eres el mejor amigo del mundo, y te debo a ti que todo esto al fin haya terminado. – le indicó Mia recostándose sobre su hombro. - No digas tonterías, de haber estado yo en la misma situación tú abrías hecho lo mismo. Así que ya basta de cursilerías -. respondió el amigo proporcionándole un jalón de orejas. – Honestamente estaba muy preocupado de que tu familia siguiera empecinada en casarte con un extraño, por eso pensé que tal vez mi amá que es amiga de la tuya podría hacer algo. A lo mejor nos vimos muy metiches metiéndonos donde no nos llamaron, pero situaciones extremas requiere de medidas aún más extremas, por lo que me alegro que allá funcionado. Pero te confieso qué si no hubiera sido así, yo ya tenía otro plan en mente. - ¿Cual? - curioseó la amiga mientras abría una bolsita de gomitas ácidas. - Pues les iba a tener que pedir tú mano a tu familia. – confesó muy determinante, sorprendiendo a Mia que no pudo evitar disimular su sorpresa. - Tranquila, que no es por lo que te estás imaginando, yo te veo como alguien de mi familia Mia, no de esa forma. Mi plan era casarnos, irnos lejos de este pueblo junto con Danielle, y ya después en otro lado lejos de todos los que conocemos, nos divorciaríamos, y así una vez separados tu podrías vivir con ella donde quisieran… juntas. Mia no pudo evitar conmoverse, siempre había sido consiente del gran corazón de su mejor amigo, pero nunca imaginó que fuera mucho mas grande de lo que ella imaginaba. - Hay Agus, es muy lindo de tu parte… Pero si te soy sincera, yo no lo hubiera aceptado. No hubiera podido ver tan tranquilamente qué por ayudarme dejaras el pueblo donde has vivido toda tu vida, y sobre todo dejaras sola a tu mamá, ¿y todo por rescatarme?, No, simplemente no habría aceptado…por ti. - No creas que todo lo habría hecho por ti Mia, tenía también motivos egoístas. - manifestó el amigo sonriendo. – ¿No pensarás realmente que mi meta en la vida es morirme en este pueblo que se niega a progresar verdad? Claro que no, yo quiero irme de aquí algún día, y llevarme a mi Amá conmigo para que ambos tengamos un mejor estilo de vida. Y pensé qué si en determinado momento nos casábamos, me serviría como impulso y pretexto para dar el siguiente paso, pues hasta ahora no me he animado hacerlo por falta de valor, pues me da miedo comenzar desde cero en un lugar que no conozco. Pero si nos íbamos, sé que me habría armado al fin de valor para dar ese enorme paso en mi vida. Comprendiendo ahora mejor a su amigo, Mia le animó a que luchara por su sueño. -Te confieso que yo muy difícilmente dejaría al pueblo. Pese a que emos hablado muchas veces sobre que el mayor problema de Ojo del sol es la ignorancia de sus habitantes, yo la verdad es que soy feliz aquí. Además, aquí esta toda mi familia que son mi vida entera, los cuales nunca abandonaría. Si tú te vas, creme que te voy a extrañar muchísimo, pues eres mi único y mejor amigo, pero si esa es tu felicidad tienes todo mi apoyo. Así que lucha por lo que quieres y se valiente, que toda una vida te está esperando allá afuera. – Agradecido Agustín le prometió lucharía por sus sueños. Al poco rato, tras continuar platicando sobre otras trivialidades, Mia se despidió de su amigo, pues ya era hora de ir a ver a su amada. Pero antes de que se marchara, Agustín le hizo una advertencia. - Recuerda de lo que emos hablado en otras ocasiones Mia... Tengan mucho cuidado por favor, y sobre todo, sean muy discretas. - Te prometo que seremos muy cuidadosas. - le aseguró la amiga, despidiéndose con un beso en la mejilla. No obstante, pese a que Mia estaba radiante de felicidad, Agustín no pudo evitar preocuparse, pues sabía muy bien que podría llegar a pasar si en el pueblo alguien descubría lo que estaba pasando entre ambas, por lo que solo le quedó rogar que nada malo pasara. Y así con esa preocupación, continuó con su trabajo, volviendo a empujar su carrito de dulces por las calles de ojo del sol. En el minisúper, donde Danielle terminaba de cobrarle a un regordete hombre que repleto de pelos en su vestimenta, llevaba dos costales de croquetas para gatos, justo en ese momento entró Mia al recinto, observando como trabajaba tan eficientemente el amor de su vida, la cual no se había dado cuenta de la presencia de esta. -Ya me urgía venir a comprar estas venditas croquetas, porque si no estos son capaces de devorarme por la noche, y valla que me sacarían un buen de carne. – se bufó de si mismo el hombre soltando una estridente carcajada. - ¿cuántos son en total? - le preguntó Danielle, mientras le contaba el cambio en la palma de su mano. -Pues veras muchacha, tengo 19 michis en total: 4 hembras y 15 machos. - reveló el rollizo hombre orgulloso de sus felinos. Y así deseándole un buen día, continuó cobrándole al siguiente cliente. Antes de abandonar el minisúper, el hombre que ya comenzaba a sudar por el esfuerzo de cargar ese bulto de 15 kilos, saludó a Mia que seguía de pie en la entrada del lugar. El señor que era Don Bernardo, conocido en el pueblo por su amor hacia los animales era también conocido por su maravilloso y agradable sentido del humor. Les mandó sus saludos a sus padres antes de salir. A Danielle le había hablado sobre sus gatos, pero este hombre además poseía 8 perros, un par de gallinas, tres conejos y un borrego. Afortunadamente contaba con una enorme extensión de terreno en el pueblo, por lo que podía tener cuanto animal quisiera, que en su mayoría solían ser rescatados por él. No era adinerado, pero poseía una pequeña herencia que le había dejado un familiar lejano, con la que podía mantenerse decorosamente él y todos sus animalitos. Mientras Danielle seguía marcando los productos en la caja registradora sin percatarse aun de la presencia de Mia, esta aprovechó a penetrar al interior del recinto para buscar algo que comprar. Se dirigió hasta el fondo, lugar donde en hilera uno al lado de otro, 5 enfriadores contenían todo tipo de bebidas bien frías. Abriendo uno de ellos, rápidamente sacó dos yogures bebibles de fresa. Una vez con los productos en la mano, se dirigió a las líneas de cajas, y allí comenzó a hacer fila en la estación de Danielle. Estando allí de pie, detrás de dos personas, finalmente la cajera se dio cuenta de su presencia. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Danielle, por lo que más animada y motivada por la maravillosa visita comenzó a trabajar con mucho mas optimismo. Sin embargo, no fue la única que se percató de la figura de la clienta. Jessica que estaba en la caja continua, en cuanto distinguió a Mia, agudizó sus sentidos, percibiendo rápidamente la reacción de Danielle, dándose cuenta que sus sospechas eran ciertas: entre ese par estaba ocurriendo algo extraño y turbio, por lo que no pudo evitar sentir náuseas de solo imaginarlo. En cuanto tocó el turno de pagar a Mia, Danielle sintió que se le iluminaba la vida. Solo bastaba ver el rostro de esa hermosa morena unos segundos, y todo en su vida se ponía mejor. - ¡Pero qué bonita sorpresa! - expresó Danielle escaneando lo más lento posible la mercancía, pues quería prolongar lo mas viable aquella visita. - Quise pasar rápido a saludarte. - sonrojándose pues Danielle no le quitaba los ojos de encima, no pudo evitar apenarse. - Me gustaría que hoy nos viéramos en la noche, en donde ya sabes, pues tengo algo muy importante que decirte. – le pidió Mia en susurros cuidándose de que nadie más escuchara lo que le decía. Pero el rostro de Danielle se ensombreció. - Nada me daría mas gusto que asistir créeme, pero hoy tengo que resolver un asunto que tengo que zanjar de una buena vez. ¿Te importaría si lo dejamos para mañana?, de verdad que no puedo hoy. Por un momento Mia no pudo impedir sentirse triste, pero rápidamente se tranquilizó al recordar que afortunadamente todo se había resuelto de la mejor forma posible. Por lo que comprendió que de ahora en adelante tiempo seria lo que más tendrían, por lo que aceptó. - No te preocupes, te entiendo, ya mañana será. – y regalándole uno de los dos yogures que había comprado, se despidió de Danielle. Ambas se sintieron muy infelices pues no podían darse un simple beso de despedida. Era horrible que no pudieran hacer algo tan sencillo, algo que los heterosexuales eran libres de poder realizar tan tranquilamente cuando se les diera la gana. Y en cambio, las personas como ellas no tenían permitido poder hacerlo, y todo por el miedo al escándalo, por miedo al rechazo y el terror al repudio de todo el mundo. Sin duda, era simplemente una enorme injusticia la que tenían que soportar. A veces la vida puede ser muy cruel con los más desafortunados. Con la promesa de verse al día siguiente Mia partió de regreso a su hogar, pero cuando salía, unos ojos acusadores la siguieron en todo momento. Jessica que las había estado mirando, comprendió después de haberlas analizado, que lo que estaba pasando entre ellas no era nada bueno, por lo que lo correcto era que se lo contara a alguien, pues no podía quedarse con eso guardado. Durante el trascurso del día, las cosas siguieron su curso como normalmente solía suceder. Mia fue a buscar a sus primos a la hora de la salida, después llegaron a comer su papá y tío, momento en que Dolores aprovechó para contarle a Erasmo sobre su cambio de planes. Decisión que acató feliz el hombre, pues solo complacía a su esposa por el terrible estado en que la veía, porque en otras circunstancias no la abría apoyado, pues aún quería que su hija siguiera con ellos. Para él seria mejor si Mia optaba por no casarse y quedarse junto a sus padres por siempre. Pero también era consciente de que eso no pasaría, por ahora concluía la búsqueda de marido para su hija, pero con un par de años adelante, lo mas seguro es que esta les diera la sorpresa de que encontró el pretendiente ideal, por lo que era solo cuestión de esperar. Finalmente, las horas continuaron avanzando hasta que la noche llegó. En casa de Mia todos los miembros de su familia estaban ya acostados listos para recibir el nuevo día que llegaría al día siguiente. Pero en la vieja hacienda Copaiba, las cosas eran distintas. Cuando Danielle entro en su casa tras una larga y pesada jornada laboral, encontró a su hermana tendida en el suelo de piernas cruzadas, recargada sobre el borde de uno de los viejos sillones de madera. Estaba alegremente tomando un vaso de chocolate mientras devoraba una caja completa de galletas rellenas de crema. Veía muy tranquila las noticias en una vieja televisión análoga de 13 pulgadas que le había suplicado a Danielle le comprara, pues por las noches se aburria. No la usaba en el cuarto, pues en cuanto la encendía Gisela daba el grito al cielo ordenándole que apagara ese escándalo por muy bajo que tuviera el volumen, por lo que era mejor verla ahí en la parte inferior, en el recibidor, alejada de la recámara de la neurótica de su madre. - ¿Todavía despierta? - le saludó observando detenidamente todo lo que se había estado comiendo, pues tiradas en el suelo y a su lado, descansaban los restos de las envolturas de frituras, dulces y golosinas que había consumido con gran fervor. -Ya sabes que a veces no puedo dormir. – respondió Bri arrimándole la caja de galletas, por si quería una. - ¿Y los demás? - quiso saber, rechazando el aperitivo con una negativa de su cabeza. -Papá se acostó temprano, aun se le veía algo decaído, por lo que supongo estaba muy cansado. Allen no tiene mucho que se acostó, y Gisela no se si este despierta aún. Por lo mismo yo bajé mi tele, pues lo último que quiero ahorita es estarla escuchando. -Seguro esta despierta, ella tampoco se duerme tan temprano. Así que voy a verla. Volteando rápidamente la mirada, dejando de lado el noticiero nocturno, Briella sabía lo que eso significaba. Si su hermana iba a ver a Gisela no seria para darle el beso de las buenas noches, si no porque se iba a armar, y una muy grande. - ¿Que, no, ¿Por qué?, ¿qué le vas a decir o qué? - angustiada se levantó rápidamente del suelo, perdiendo la coordinación por lo intempestivo de su movimiento, pero afortunadamente antes de caerse, logró estabilizarse con premura y estando ya de pie sujetó de un brazo a su hermana. -Voy a hablar con ella Bri, no pienso permitir que siga interfiriendo en mi vida como lo ha hecho hasta ahora. -Pero solo van a discutir y todo se pondrá peor. Mejor no vallas. – suplicó esperando lograr convencerla. - Ya se, mejor nos ponemos a ver la tele un rato, te preparo unas palomitas de maíz, nos relajamos y ya cuando estés más calmada nos acostamos, ¿Qué te parece? - no obstante Danielle se negó. Retiró con suavidad la mano de su hermana para que la soltara y se alejó lentamente rumbo a las escaleras. Al igual que Briella era consciente que solo terminaría discutiendo con Gisela, pero a estas alturas ya no le importaba. Debido a su enfermedad le había tenido demasiadas consideraciones, pero ya no más. Si no le ponía las cosas en claro, jamás lo entendería y seguirá molestándola a ella y a Mia, y eso no se lo permitirá. A ella podía hacerle lo que le viniera en gana, a su Mia no. Había cometido un error muy grande cuando la citó y además la amenazó, por lo que ya era hora de cantarle unas cuentas frescas. Recostada en el respaldo de una vieja y desgastada cama, descansaba Gisela ojeando un par de revistas de moda las cuales le había encargado al viejo Rómulo. Revistas que siempre terminaban arrugadas y echas bolas, pues no podía soportar el mirar a esas jovencitas bellas y hermosas con toda una vida por delante, exitosas y en la cima de sus carreras, mientras ella se hundía en la miseria y en la porquería, encerrada en esa cárcel en ruinas. Pero pese a que le causaban esas envidias, no podía dejar de verlas, era como una adicción. Justo en ese momento leía un artículo sobre los 20 vestidos rojos más icónicos de la historia. De todas las imágenes que contempló, decidió que los más bellos eran primero: los de Marilyn Monroe y Jane Russell, las cuales usaron unos sensuales y provocativos vestidos de lentejuelas rojos que vistieron en ¨Los caballeros las prefieren rubias¨. En segundo: El de Vivien Leigh que era un diseño en terciopelo exquisito que usó en la película ¨Lo que el viento se llevó¨. Y en tercero: el de Julia Roberts en la película ¨Mujer bonita¨. Sin duda todos eran hermosos, pero ella también había usado vestidos rojos que la habían elevado en la cima de los reflectores, por lo que no tenia nada que envidiarles a ellas. En ello pensaba cuando se abrió violentamente la puerta de su recámara, cruzando al interior sin tocar la figura imponente de Danielle, que no le quitó la mirada de encima. - ¿Pero ¿quién te crees que eres para entrar a mi alcoba de esa manera? – Bramó la ex modelo comenzando a incorporarse de su lecho. -Mas bien, ¿Quién te crees tú que eres para atreverte a inmiscuirte y de la manera más sucia y baja en mi vida Gisela? – respondió Danielle llena de rabia, sin darse cuenta que no había cerrado la puerta a sus espaldas. Comprendiendo de que se trataba, Gisela no pudo evitar sonreír con malicia. -Así que toda esta escena dramática es solo por lo que le dije a la india. -No te atrevas a ofender a Mia, porque creme que ahora si no me importa lo que suceda. - ¿Y qué es lo que según tú va a suceder, le vas a pegar a una pobre enferma? JA JA JA, Por favor no seas ridícula y ahórrate el melodrama quieres. Además, si ya lo olvidaste querida, te recuerdo que te advertí muy claramente que si seguías viendo a esa abría serias consecuencias. Por lo que no quieras culparme a mí de algo de lo que solo tú eres responsable. Debiste detenerte a pensar en ello antes de atreverte a desafiarme. -No quieras cambiarme las cosas. Estoy harta de ti, de tus intromisiones, que solo vivas para fastidiarme por deporte…Quieres de una puñetera vez dejar de joderme la vidaaa. -Cuidado con la forma en como me hablas estúpida. – Rugió Gisela levantándose de su cama con violencia. -Pues si no quieres que te hable de esta forma, deja de joderme a todas horas y de intervenir en mis asuntos, y sobre todo NO TE METAS CON MIA. – Llena de rabia no pudo evitar también comenzar a gritarle. – YA ESTOY CANSADA DE QUE TE METAS EN MI VIDA, SUFICIENTE HE TENIDO QUE AGUANTAR EN TODOS ESTOS MALDITOS AÑOS COMO PARA SEGUIR SOPORTÁNDOTE AHORA. -YO SOY LA QUE A TENIDO QUE AGUANTARTE DÍA CON DÍA AL TENER QUE VER TU MALDITA CARA QUE LO UNICO QUE HACE ES RECORDARME A ESA INFELIZ. La acalorada discusión ya se había puesto mas intensa, por lo que las exclamaciones llegaron a oídos de los demás. Briella que no soportaba los gritos, para no escucharlas le subió todo el volumen a la televisión mientras se tapaba los oídos y repetía una y otra vez frases incomprensibles, balanceándose de un lado a otro como una niña pequeña. Estaba aturdida, sumergiéndose más y más en una crisis emocional. Por otro lado, Allen que solo traía puesto unos boxers ajustados y estaba bañado en sudor por el calor que hacía en su cuarto, se despertó de golpe y corrió apresuradamente al lugar de donde provenían los alaridos. Al mismo instante, Esteban que dormía separado de su mujer en otra habitación desde que se habían mudado a la hacienda, brincó de la cama aturdido pensando en un principio que algún ladrón se había metido a la fuerza. Pero una vez comprendió lo que estaba ocurriendo, igual que su hijo se dirigió a la habitación de Gisela. Ambos cruzaron miradas cansadas en el pasillo, pues sabían que sería una noche muy larga. -Que cobarde de tu parte el que a estas alturas tengas que descargar tus frustraciones en mí, cuando yo no tengo la culpa de lo que te hizo mi padre. – manifestó Danielle viéndola con desaprobación. -Pero por supuesto que si tienes parte de culpa en todo esto. – Señalándola con su huesudo dedo se acercó a ella, comenzando a picarle el hombro con el mismo índice para darle más énfasis a sus palabras. - Tú y solo tú eres la mayor de las culpables. Que acaso no te das cuenta que si simplemente te hubieras muerto, hoy en día mi vida no sería el infierno que es. No tendría que verte, porque no existirías, y con ello no tendría que recordar cada maldito segundo del día todas las humillaciones que sufrí por culpa de esa. -Si de eso se trata, no te desesperes, todos sabemos que dentro de poco la que morirás serás tú, con lo que se acaba el problema, pues ya no estarás aquí para verme, finito. – expresó cruelmente Danielle, sonriéndole sin darse cuenta de lo terrible que eran aquellas palabras. Lo único que quería en ese momento era darle con algo que le doliera, y al parecer lo había conseguido, pues un par de lagrimas corrieron de los ojos de Gisela, sintiéndose al instante terriblemente mal por lo que le había dicho. Pero antes de que pudiera disculparse, Gisela la abofeteo con todas las fuerzas que aún tenía, provocando que esta callera al suelo. -Eso y mas te mereces, por que no eres mas que una maldita perra. En ese momento entraron Allen y Esteban. El hijo mayor corrió a abrazar a su madre, mientras el padre ayudaba a levantarse a Danielle. -Esto ya no puede seguir así Esteban, quiero a esta infeliz fuera de mi casa. Es ella o soy yo, tú eliges. - Si mi mamá se va yo me voy con ella. - sentenció el hijo secundando a su madre. Y con semejante encrucijada, todos se quedaron de pie sin decir una sola palabra, mientras abajo sumergida en una crisis nerviosa, una bomba de tiempo estaba por estallar.
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