Capítulo 31. No habrá casorio.

2373 Words
Narcotráfico, falsificación, trafico de petróleo, secuestros, trata de blancas, tráfico de órganos, de animales, entre muchas otras más. Terribles negocios ilegales, en los que se rumoraba Guillermo estaba metido. De la noche a la mañana había pasado de ser un don nadie a ser unos de los hombres más ricos e influyentes del país. Era sin duda terrible tener que trabajar para alguien así, pero Esteban lo prefería antes de ver destruida a toda su familia. - No sabes que gusto me da saber de ti Estebancito. Ya hace muchos años desde la última vez que nos vimos, no teníamos chamacos ni tu ni yo, imagínate. - Así es, éramos muy jóvenes en aquel entonces. Y ahora, el tiempo ha pasado cruelmente. - Lo dirás por ti Estebancito, porque yo estoy más fuerte que un toro. - se mofó el amigo soltando una carcajada que casi deja sordo a Esteban. - Bueno la verdad lamento el distanciamiento. - poniéndose serio se lo hizo saber. - Pero en aquel entonces consideré era lo mejor para mí y los míos. - Y yo lo entendí clarito men, así que no hay rencores por eso, la familia es primero. – le aseguró Guillermo con sinceridad, lo cual era un gran alivio, pues lo menos que necesitaba en esos momentos era que su amigo le guardara rencor debido al distanciamiento. No obstante, si lo analizaba bien, era un tanto ridículo, pues si fuera así, jamás le habría mandado esa tarjeta con su número ofreciéndole su ayuda. Aun así, por cualquier cosa necesitaba cerciorarse de ello. - Y dime para que soy bueno. – - La verdad me costó mucho decidirme a dar este paso Memo, pero si lo hago es por el bien de mi familia, pues como bien dices la familia es primero y ahora me necesitan más que nunca. - Lo se mijo, y créame que lo entiendo, lo único que lamento es que te hayas tardado tanto viejo. De haberme buscado antes, nadie se habría atrevido a tocarte a ti y a los tuyos, y seguirías enterito huerco. – enfatizó seriamente el amigo con su tan característico acento norteño. - Puede ser, pero quise hacer antes todo bien. Lamentablemente fue inútil y en vano, pues por más que peleé no conseguí nada. Por ello ahora te pido disculpas si mis rechazos te ofendieron en su momento, pero de verdad necesito de tu ayuda Memo. - Tranquilo Estebancito, no pasa nada, entre tu y yo todo esta bien. Así que dejemos el pasado atrás, y veamos hacia el futuro, pues a mi lado te esperan cosas grandes. - Te lo agradezco. - respondió Esteban en parte aliviado al saber que sus problemas llegarían a su fin, pero a la vez culpable, pues era consciente que estaba por meterse a la cueva del lobo. - Eso si Estebancito, yo soy alguien de ley y no me gusta engañar a las personas. Estoy seguro que no sabes a ciencia cierta a que me dedico, solo te lo has de suponer. - Bueno, algo así… - Pues bien, no es necesario que me lo digas ni que yo te lo diga por teléfono, pero todo eso que se decía de mí, desde lo más leve hasta lo más cabron, es todo cierto mi rey. – tras aquella horrible confesión, hubo un minuto de silencio entre la comunicación que sirvió para que Esteban analizara la situación. Después de unos segundos, Guillermo volvió a hablar de nuevo. - Si ya no te interesa no hay pedo, aquí no a pasado nada y tan amigos como siempre. - No, nada de eso, claro que me interesa, es solo que necesitaba un segundo para aclarar mis ideas, pero ya todo está bien. Lo entiendo a la perfección y lo acepto. - Simón, esa es la actitud Estebancito. Y bueno ya que quedo aclarado ese punto es importante que sepas que una vez le entras a este bisne no hay salida. ¿Capichi? – preguntó Guillermo esperando una respuesta. - Si, me ha quedado claro y lo acepto. - indicó al fin Esteban que dentro de la cabina ya estaba bañado en sudor, pues ese día hacia más calor de lo normal. Con una estridente carcajada y un grito ranchero, el amigo celebró esa unión con su antigua camarada. - Perfecto Estebancito, y bueno voy a requerir de tu presencia cuanto antes, por lo que, si pudieras estar mañana mismo aquí en mi rancho seria grandioso. Ya sé, ya sé, no tienes dinero, por eso no te preocupes, pásame un número de cuenta para darte un adelantito de cuates. – pese a que Esteban se negó, Guillermo le hizo ver que no estaba en discusión. Así que tras dictarle una serie de números grabados en una de sus tarjetas que estaban vacías de fondos, Memo le pidió lo esperara por unos segundos. - Listo men ya quedó, le pedí a mi asistonto que tengo que te deposite cuanto antes 3000 dólares, espero que por ahora te sirvan de algo. - le anunció Guillermo como si se hubiera desprendido de un centavo. - Está hecho. – pensó amargamente Esteban, comprendiendo con pesar que ya no había vuelta atrás. A partir de ese momento ya estaba dentro de la organización criminal de Guillermo. Justo en el momento que Mia se disponía a llevar a sus primos a la escuela como todos los días, apareció frente a su puerta Israel, quien le dedicó sin disimular una de sus tantas miradas morbosas que la hacían sentir incómoda, inspeccionándola desde los pies a la cabeza. Una vez la contempló a sus anchas, le sonrió con malicia. - Pero que chula estás. - dijo este remojándose los labios, como un perro hambriento que se saborea delante de un jugoso filete. – Supongo que ya estas lista… así que muévanse y súbanse rapidito a la camioneta, que hoy la pasaremos en grande. Afortunadamente para Mia, que ya se había aclarado el asunto del matrimonio, sus abuelos quienes habían comenzado con ese desafortunado asunto, serian quienes le dieran fin. Por ello, un día antes se habían quedado en casa de los Flores pues sabían que por la mañana pasaría Israel a buscar a Mia, por ende, aprovecharían el momento para hablar con él. - Lo siento, pero me temo que hay cambio de planes. - sin poder disimular su alegría, Mia le contó que sus abuelos lo esperaban dentro para hablar con él. Rápidamente lo único que pudo pensar el chico era que la idiota lo había delatado y estos le recriminarían por haberse pasado de listo. Mia se despidió amablemente de él, salieron sus primos y juntos partieron. Por su parte, molesto, comenzó a penetrar la humilde casa, comenzando a buscar miles de escusas en su cabeza para justificarse con esos viejos arrugados. - Diles que tienes problemas familiares, que te avisaron que tu borracho padre se metió en un lío bien gordo. – De todas las excusas que cruzaron su cabeza fue la que consideró mejor, por lo que más relajado encontró a los ancianos sentados en el comedor tomando un café n***o acompañados de pan dulce. - Buen día, me dijo Mia que quieren hablar conmigo. – saludó el chico comenzando a inspeccionar sus rostros buscando en ellos signos de irritación o descontento. Pero solo los vio cansados por haber madrugado. - Pasa hombre y toma asiento. – indicó Don Vicente invitándolo a sentarse, no obstante, pudo ver en el un cambio de actitud, ya que no le hablaba con el mismo entusiasmo de antes, ahora lo sentía frio y distante, pese a que estaba siendo amable. - ¿Deseas café, o pan? – con cortesía le preguntó la anciana, una vez el invitado estuvo sentado con ellos en la mesa. - Así estoy bien doña, preferiría que mejor me dijeran que pasa, pues no tengo mucho tiempo y pensaba invitar a pasear a Mia fuera del pueblo. - Justamente de ella es de quien tenemos que hablarte. – y preparado para los reclamos guardó silencio esperando comenzaran con el ataque. - Nos da mucha pena muchacho, pero pos ya no habrá casorio. Mi hija que era la interesada en que la Mia se nos casara, cambio de parecer. Además, esta chamaca nunca quiso matrimoniarse, por lo que ya no tiene caso seguir adelante con los preparativos. – le reveló Amelia sin tapujos el cambio de planes. Definitivamente lo que menos esperaba Israel es que le salieran con algo así, por lo que permaneció en silencio mientras sentía como le comenzaba a hervir la sangre en las venas. - Se que estabas interesado. - prosiguió la anciana al ver que el chico se había quedado alelado sin decir nada. – pero pues es mejor que lo sepas de una vez, pa que ya no te hagas ilusiones. – - Pe, Pero, ¿puedo seguir visitándola cierto? Quiero decir, no tenemos por qué casarnos ya ya como querían, pero si nos tratamos quizás con el tiempo se de algo. – quiso saber esperanzado el chico saliendo de su estupor. - Me temo que no, mi nieta no quiere, por lo que no tiene caso. - respondió el anciano dedicándole una mirada reprobatoria, por lo que supo al instante que el si estaba enterado de lo que había ocurrido. Finalmente, tras agradecerle por los detalles que había tenido con ellos y su nieta y del interés que había mostrado, tras invitarle nuevamente algo de desayunar, a lo que el chico se negó, llego la hora de despedirlo. Pero cuando ya se levantaba para partir, Don Vicente le dijo que lo acompañaría a la salida. Amelia que era consciente de que Israel siempre había sido del agrado de su marido, supuso que tendría algo que decirle a solas para consolarlo, por lo que no le prestó la más mínima importancia al asunto. Una vez fuera, el anciano fue directo y al grano. - Debo de decirte que mi nieta me contó lo que pasó entre ustedes dos. Y déjame decirte que no me gustó nadita. - Que importa ya, me mandaron por un tubo, así que lo que haya pasado da igual. - respondió el joven indignado por haberlo dejado fuera de la jugada. - Pos aunque así sea, eso que hiciste no estuvo nada bien, uno no puede andar por ahí mangoneando a las mujeres. Si pretendes casarte mas adelante, te aconsejo que cambies de actitud muchacho, porque dudo que la familia de la mujer que te busques aguante eso y se quede de brazos cruzados. - Gracias por el consejo. - respondió con sarcasmo Israel, subiéndose rápidamente en su vieja camioneta. Bastó ver esa actitud arrogante para comprender el gran error que estuvo a punto de cometer. Por suerte Mia había hablado a solas con su abuelo, poniéndolo al tanto del comportamiento de Israel. Conociendo perfectamente a su nieta, no lo dudó ni por un segundo, por lo que se indignó mucho al darse cuenta que se había equivocado con ese joven. Y ahora de pie, en medio del camino, observó cómo se marchaba el que había considerado el mejor partido para su nieta. Reflexionó por un segundo sobre ello, y mirando al cielo, agradeció a Dios por haberse dado cuenta antes, pues ahora podía ver que ese chico no era el ideal para su nieta, pues había estado usando una máscara que terminó por caer. Ahora lo había visto tal cual era. Por su parte, Israel que apretaba con todas sus fuerzas el mando, ardía en cólera. Jamás se había sentido tan humillado, esos malditos viejos se habían burlado de él. Pero detrás del volante mientras le pisaba al acelerador aumentando peligrosamente la velocidad de su vehículo, juró que se cobraría lo que le habían hecho. Ya encontraría la manera, o la oportunidad llegaría sola, y entonces se arrepentirían por haberse metido con él. - De mi nadie se burla. – gritó el chico impotente, sin poder sacar la rabia que llevaba dentro. Mientras Israel sentía ganas de matar a alguien para aplacar su furia, Mia se sentía feliz, caminaba en las nubes, contenta y dichosa de que todo se hubiera resuelto tan bien. se había librado de Israel, ya nunca más tendría que verlo, por lo que quería celebrarlo. Con todo resuelto fue a visitar a Danielle al minisúper, pues tenía ganas de verla. Sin necesidad de comprar algo, esta vez divisó a su enamorada desocupada. En realidad, no atendía a ningún cliente, pero se ocupaba en abrir unas bolsitas de plástico con monedas para surtir la charola de su caja con cambio. En ello estaba muy concentrada cuando Mia la hizo pegar un brinco del susto, pues le soltó un Buu a sus espaldas. En cuanto les regresó el color a las mejillas a Danielle, esta también se alegró de verla. Pero igualmente rápidamente se percató del excelente estado de humor en que llegaba Mia, por lo que no pudo evitar preguntarle que ocurría, pues la veía demasiado feliz. - Y estoy muy contenta… no tienes ni idea de cuántooo. – respondió Mia elevando el tono de su voz, ocasionando que Jessica que era la que estaba mas cerca volteara a verla, pues no se había percatado de su presencia. - Guau pero cuanta energía. - respondió Danielle sorprendida pues era la primera vez que la veía tan excitada. - Perdóname, pero es que estoy muy contenta. Espero y que hoy si nos podamos ver donde siempre… pues tengo mucho que contarte. – susurrándole esto último, Mia disminuyó su voz para que nadie la escuchara. - Claro, me interesa saber mucho a que se debe tanta efusividad. - respondió Danielle sonriendo alegremente pues le gustaba ver a Mia tan alegre, pues se veía mas hermosa y radiante cuando era feliz. Y lanzándole un beso con los labios de manera traviesa, de espaldas a la otra cajera, Mia se despidió de Danielle, dichosa de saber que al fin comenzarían a disfrutar de la vida. Y así sería, al menos por un tiempo, pues una serie de terribles acontecimientos estaban a punto de desencadenarse. Uno tras otro irrumpiría en la vida de ambas, y entonces la felicidad que tanto estaban disfrutando como pareja, llegaría a su final.
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