Capítulo 26. Comienza el Cortejo de Israel.

3887 Words
Después de haber permanecido durante un par de horas abrazadas, decidieron que ya era tarde y era hora de volver. Durante el trayecto, Mia le preguntó acerca de los rasguños que tenía en el cuero cabelludo, tocándoselos con delicadeza. En el río no se había percatado de ellos debido a la falta de luz. No obstante, ahora mientras caminaban pegada la una a la otra, en un breve instante la luna con su platinada luminosidad las alumbró a ambas en el preciso momento en que cruzaban un claro, pudiendo así verle el rostro con más claridad a Danielle. Con pena percibió en la dermis de su amada, unas delicadas líneas rojizas que emergían de la raíz de su cabello, marcando dolorosamente su frente. Eran casi imperceptibles en la oscuridad, pero con más iluminación se podía ver tales heridas. Danielle dio paso a relatarle lo ocurrido con su compañera y como ambas terminaron a los golpes y todo por la homofobia de la otra. Mia estaba horrorizada, no podía entender como alguien podía lastimar a otra persona solo por ser diferente. Para Dany no era ninguna novedad, claro que en el círculo social donde antes se movían, la discriminación solo se daba con la indiferencia, nunca nadie la había insultado y menos agredido por su sexualidad, estaba acostumbrada a las malas caras y que hablaran a sus espaldas, pero esta era la primera vez que se defendía a golpes por hacerse respetar, y no se arrepentía de ello. Mia le contó sobre su temor al rechazo, pues nada en esta vida le aterrorizaba más que decirle la verdad a su familia, y que estos como respuesta a su sinceridad la rechazaran. Le habló acerca de la triste historia de la Huga, y de cómo terminó muriendo odiado por todos, algo que no quería que le llegara a pasar. Rodeándola con el brazo Danielle la acercó a ella, y le aseguró en un susurro que jamás permitiría que nadie le hiciera daño. -Además son tu familia, y aunque puede que en un principio cuando se los digas no reaccionen bien, e incluso te insulten, te puedo asegurar que con el tiempo te entenderán y al final terminaran aceptándote tal cual eres, y más tratándose de una persona tan asombrosa como tú. Nadie podría jamás rechazarte Mia, pues tu eres simplemente maravillosa. Por lo mismo te aseguro que no tienes nada que temer amor. – Regalándole un beso en la comisura de los labios la animó a que dejara atrás esos tristes pensamientos que no le traían nada bueno. -En esta vida no vale la pena mortificarse por cosas que aun no han pasado y sobre todo si no sabemos si llegarán a pasar. – Le hizo ver Danielle sabiamente logrando que esta se calmara al menos de momento. En el minuto en que se separaron se despidieron abrazadas frente a frente, mirándose fijamente. Con un largo y cariñoso beso se dijeron adiós con pesar, se soltaron de las manos, y se separaron. Sin embargo, ninguna deseaba alejarse de la otra, querían alargar el momento lo más que pudieran, pero la despedida era inevitable, por lo que con todo el dolor de sus corazones tuvieron que hacerlo, aunque fuera momentáneo. Sentían que pasaría todo un siglo antes de volverse a ver de nuevo, pero aun así esperarían lo necesario, pues ahora más que nunca estaban seguras de querer estar eternamente juntas. Ya se volverían a ver en otra ocasión, en el mismo lugar, ese que ahora se había convertido en su refugio especial y mágico. Pero en ese instante, la simple idea de la espera las enloquecía, pues se habían vuelto dependientes de la presencia de la otra. Nada las haría más felices que permanecer juntas toda la vida. Pero ya llegaría algún día ese momento, por ahora no podían hacer nada más, solo esperar. Una vez separadas, Mia continuó por el sendero que la llevaba hasta su casa, ya no le faltaba mucho por llegar, feliz y dichosa recorrió lo poco que le quedaba de camino mirando al cielo de vez en cuando, viendo las hermosas estrellas brillar. Por su parte Danielle que había tomado otra ruta, aun le faltaba recorrido por caminar, pero con paciencia llegaría pronto a su hogar. Fue una agradable caminata nocturna, con cada paso que daba, Danielle escuchaba la yerba y hojas secas tronar bajo sus pies, mientras los grillos cantaban sin parar alegremente para ella. Las luciérnagas bailoteando a su alrededor brillaban sin parar, iluminando su camino. Se sentía tan feliz y plena pese a todo lo que había pasado durante su trabajo. El haber estado con Mia esas horas, la habían ayudado a calmarse y relajarse y ahora se sentía caminar entre las nubes, dichosa y afortunada por tener a alguien tan maravillosa que la amaba. No se cambiaria por nadie en ese momento, estaba enamorada, era correspondida, y eso no tenía precio. Es cierto que muchas desgracias habían invadido a ella y a su familia, pero consideraba que la llegada de Mia a su vida era un consuelo, un regalo divino caído del cielo, para que supiera que no estaba sola, y qué pese a que en la vida siempre suceden cosas feas y tristes, también pasan cosas muy buenas, y su ahora tan estupenda relación, era la prueba de ello. Sin darse cuenta por ir embobada sumergida en sus pensamientos, ya estaba frente al enorme portón n***o de su hacienda. En cuanto abrió la puertecita de la compuerta y cruzó al interior de la misma, encontró el viejo auto de su padre estacionado sobre la maleza, la cual cada día crecía mas y más, pues las pequeñas losas ya no se distinguían con facilidad. El auto había quedado frente a la vieja y desolada fuente, ambos daban un aspecto tan lamentable que Danielle sintió tristeza por el deterioro de todo lo que estaba en la hacienda. El lugar era demasiado grande, por lo que requería mucho esfuerzo, trabajo que no podía realizar solo Don Rómulo. Su tristeza se trasformó en coraje, pues pensó en la incompetencia de su hermano, quien pasaba horas encerrado en la casa sin hacer nada de provecho, cuando bien podría ayudar al viejo a darle mantenimiento al lugar. Sin embargo, era inútil que se enfadara y mas que le dijera algo a Allen, pues no obtendría nada más que discusiones sin sentido, y no tenia caso llegar a eso. Soltando un suspiro al aire, tomó la decisión que en su día de descanso vería la manera de ayudar a Rómulo con todas las labores de la hacienda, pues ya era hora de preocuparse por el que ahora era su único hogar. En cuanto entró a la casa grande, vio cruzar una enorme sombra que correspondía a la figura de su hermana, quien se dirigía rápidamente hacia las escaleras tratando de ser lo más escurridiza posible. No obstante, cuando escuchó entrar a Danielle, sin saber que se trataba de ella, por el susto tropezó torpemente cayendo de bruces al suelo, desparramando todo lo que llevaba en brazos. Se trataba de cacahuates, rosetas de maíz, y otras frituras que había colocado en un enorme bowl. Maldiciendo su suerte comenzó a levantar las chucherías con parsimoniosa tranquilidad. Sorprendida y viendo la cantidad de cosas que se preparaba a comer Bri, Danielle la cuestionó sobre su procedencia. - ¿De dónde sacaste todo esto, y sobre todo quien te lo compró? - estaba anonadada, pues hacia un par de días que ya no le llevaba nada a su hermana, que tras prometerle una y otra vez que no se acabaría de una sentada lo que le llevaba, terminaba haciendo todo lo contrario. -Son unas cuantas chucherías que me regalaron, no le des importancia. – respondió Briella, que seguía recogiendo del sucio suelo su festín. -Bri, no estoy jugando, habla de una vez. - y percibiendo el tono de molestia de su hermana, no pudo evitar mas que decirle la verdad. -Bien, tuve que vender una cadenita que me compraron de niña y que jamás volví a usar pues ya no me rodea el cuello, ¿para que la quería conservar? Como sea, se la di a Rómulo para que la vendiera en el pueblo y con el dinero me comprara un par de cosillas sin importancias para botanear por las noches, pues me suele dar hambre, y como tu ya no quieres traerme nada, pues tuve que ver de donde sacaba. - ¿Bri, te das cuenta que esto ya se está saliendo de control? No puedes seguir en esta situación, créeme que estoy realmente preocupada por ti, pues nada me gustaría más que verte sana y feliz, pero no veo ni lo uno ni lo otro y ya no sé qué más hacer para ayudarte. – preocupada, se acercó a su hermana colocando su mano en su hombro para que la mirara, pues seguía concentrada en levantar lo que faltaba. – De verdad que me preocupas Bri. -No tienes por qué, te aseguro que yo estoy bien, de veras Dany, estoy bien. – y levantándose del suelo, observando que lo que había levantado poseía partículas de polvo y pelusa, recapacitó sobre lo que estaba haciendo en ese momento, Por lo qué recobrando su cordura, le aseguró a su hermana que tiraría todo a la basura. Y así juntas se encaminaron a la cocina donde en una bolsa negra vaciaron el contenido del bowl. - ¿Vi el carro de papá, a qué hora llegó? – Quiso saber Danielle mientras se dirigían a la estancia. -Por la mañana, y la verdad regresó muy devastado. Nos comentó que su viaje fue por ir a intentar salvar una propiedad que esperaba rescatar, pero que al final no pudo hacer nada e igual se la terminaron por quitar. Así que ahora oficialmente estamos sin nada, en la quiebra total. Lo único que poseemos es esta vieja hacienda que se nos está cayendo a pedazos. -Ya me imagino como debe de estar. - manifestó Danielle sintiendo una enorme pena por su padre. -Destrozado, y como ya te podrás imaginar solo escuchó reclamos de parte de Gisela y de Allen, cuando esperaba apoyo emocional de todos nosotros. – y tras escuchar el nombre de la ex modelo, Dany no pudo evitar sentir rabia recordando lo que Mia le había contado hacia apenas un par de horas. -Hablando de Gisela, Bri, ¿porque no me dijiste que Mia vino a verla, porqué me lo ocultaste? – avergonzada, Bri no pudo más que decirle la verdad sin atreverse a mirarla a la cara. -Perdóname Dany, es cierto que yo estaba aquí cuando Mia llegó, pero te juro que yo no sabía que la había citado Gisela, lo supe en el preciso momento en el que Mia me lo dijo. Y te aseguro que por lo mismo le supliqué una y otra vez que se fuera, pues sabía que nada bueno pasaría si se quedaba a hablar con Gisela. También en otra ocasión me había hecho preguntas sobre ti y ella, y no me quedo más remedio que contarle lo que yo sabía, debí de haberme aguantado y callado, pero sabes que una vez comienza a golpearme no puedo evitar hablar de más. Ya sé, soy una completa idiota, pero cuando me agrede entro en pánico y termino por hacerlo que ella quiere. Por favor discúlpame, te suplico que me perdones. – y tirándose al suelo, se hincó para obtener su absolución, pues la simple idea de que su hermana la despreciara era insufrible. -Bri no hagas eso, ya levántate por dios. - y ayudándola a ponerse de pie, Dany le aseguró mas de una vez que la perdonaba. Pues no la culpaba a ella, si no a Gisela, quien era la única responsable de todo. -Ya estoy cansada de Gisela. Hasta ahora le e tenido demasiadas consideraciones por su enfermedad y por no darle mas problemas a mi padre, pero si piensa seguir jodiéndome a mí y a Mia, eso si ya no se lo voy a permitir. Hasta aquí se terminó mi paciencia hacia ella. – Aseguró la chica, decidida a defender a Mia a toda costa. Acto seguido ambas se dirigieron a sus respectivos cuartos, pues ya era muy tarde y debían dormir, sobre todo Danielle, que en un par de horas debía levantarse para ir al trabajo. Ya después hablaría con su padre para buscar la manera de ayudarle, pero sobre todo hablaría con Gisela, pues era hora de dejarle las cosas muy en claro. Con el pasar de las horas el manto de oscuridad salpicado de brillantes y hermosas estrellas llegó a su final, comenzando a emerger poco a poco el brillante y majestuoso astro solar, trayendo consigo un nuevo y hermoso amanecer. En la casa de los Flores, el bullicio de las ollas comenzó, Erasmo e Ignacio ya se habían ido a sus respectivos trabajos, por lo que Mia preparaba el desayuno para sus primos, quienes terminaban de alistarse para ir al colegio. Flora, acostada dormía sosegadamente, al parecer hoy sus labores con sus hermanas comenzarían mas tarde, por lo que aprovechó el tiempo libre que disponía para dormir más de la cuenta, dejando como siempre que Mia se encargara de las labores que le correspondían a ella. Justamente en el momento en que les servía el desayuno: unos ricos molletes recién hechos, alguien inoportunamente golpeo a la puerta. Era demasiado temprano para visitas, por lo que supuso que quizás a su padre o tío se les había olvidado algo y habían regresado a buscarlo. No obstante, la sorpresa fue enorme pues quienes llegaban de visita eran sus abuelos acompañados de Isidro, aquel vulgar tipo que a Mia no le agradaba. Por un lado, le dio gusto ver a sus abuelos tan de mañana, pues estos cada que iban a verlos solían hacerlo como al medio día. Por el otro, no pudo evitar sentirse incómoda cuando aquel tipo descendió de su vieja camioneta sin quitarle ni un solo momento la mirada de encima. Podía sentir como este la devoraba con los ojos sin disimular y eso era muy desagradable. - ¿Hola mija cómo estás? - saludó el abuelo acercándose para darle un beso a su nieta. -Sorprendida y contenta de verlos, pero a que se debe la visita tan temprano. – Quiso saber la nieta algo recelosa. -Idea de este, que no podía esperar mas temprano para venirte a visitar. - señalando a Isidro, manifestó su descontento la anciana, pues no estaba nada feliz de haberse levantado tan temprano. Pese a que Amelia siempre había sido una mujer muy trabajadora, nunca se le había facilitado el madrugar, y cuando esto sucedía, solía estar de un ánimo de los mil demonios como se encontraba en ese momento. – Yo no sé cuál era la bendita necedad de venir ahorita tan temprano, pudiendo venir más tarde a una mejor hora. Pero eso me lo saco por bruta y por andar haciendo caso a sandeces. ¿Quién nos manda a decirle a este que desde muy temprano ya estas despierta para llevar a los hijos de la huevona de Florinda? Ahora gracias a eso estamos aquí, pues al muchachito se le metió la brillante idea de pasar justamente hoy que ni dormí bien por ustedes para llevarlos en su camioneta a la escuela, ¿Brillante no lo crees? Y bueno, como no quería venir solo, para según él hacerlo más formal, pos nos arrastró a estas horas de la mañana a tu abuelo y a mí, ¿Cómo te quedas? - refunfuño la anciana metiéndose rápidamente a la casa, buscando una taza para tomar el café que ya estaba caliente en el fogón. -Usted dispénseme Doña Amelia, pero pues ya no podía seguir esperando más días, y como les prometí que haría las cosas bien, pos por eso pasé por ustedes, pa que todo quede bien formal. -No te disculpes muchacho, hiciste bien, si hubieras venido por tu cuenta te abrías visto muy mal, porque a estas horas no está ni el papá ni el tío de mi nieta, así que yo te aplaudo tu actitud. - le defendió Don Vicente quien estaba más que feliz con la idea de casarlo con su nieta. - ¿Si bravo, no quieres que le baile la macarena o le haga una fiesta? - alegó la anciana dirigiéndose con taza en mano rumbo al fogón. - ¿Bueno, ignoremos a mi mujer, Mia estas lista para que Ignacio te lleve a ti y a tus primos de una buena vez? -No hace falta abuelito, yo puedo llevarlos sin ningún problema. - respondió la nieta un tanto molesta. -No seas ridícula, pa que te vas a ir tu sola si pa eso vino este muchacho, ándale, no seas necia y ve por los chamacos para que se vallan Israel pudo darse cuenta con mucha facilidad la desgana de Mia hacia él, pero no se daría por vencido tan rápido. Conocía muy bien a las de su tipo y los juegos que solían jugar con los hombres para darse a desear: primero se hacían las del rogar, las muy dignas y santas, para después de un tiempo abrir las piernas y aflojar todo de buenas a primeras como buenas perras en celo. Seria paciente, al fin y al cabo tiempo era lo que tenía de sobra, y ya cuando la tuviera a sus pies, se cobraría cada una de sus humillaciones y desplantes de reina. - ¡Después te hare cantar bien y bonito mi chula, ya lo verás! - pensó Israel sin quitar la mirada de las piernas de Mia, las cuales eran una delicia y bien valían la pena el esfuerzo que llevara hacerla suya. Pese a que no estaba de acuerdo no le quedo de otra que aceptar la invitación de aquel extraño, pues si lo analizaba bien, estando a solas podía dejarle muy en claro que no estaba interesada en él, y quizás así la dejara de una buena vez en paz. Y así en un abrir y cerrar de ojos, ya estaban sobre la vieja camioneta rumbo a su destino. Al tener un solo y largo asiento en la parte delantera del vehículo, todos se metieron y acomodaron rápidamente. Mia procuró que Alejandro siendo el mayor quedara al lado del piloto, para después junto a él sentar a Rafita y así continuar con la pequeña Lili, para finalizar sentarse ella lo más alejada de ese hombre tan vulgar. Una vez todos abordo, Mia cerro la puerta de la camioneta. Con una mano se despidió de sus abuelos asegurándoles regresaría cuanto antes. Pero Israel tenía otros planes en mente. Durante el recorrido de ida Mia no dijo nada, la conversación se centró y giró en torno a sus primos e Israel, que les preguntó infinidad de cosas: sobre sus estudios, sus gustos tanto en música como en deportes, si tenían novias, sobre que les gustaba ver en la televisión, en fin, preguntas que hicieron al menos mas ameno el recorrido, el cual se le hizo muy corto a la joven. Todo parecía bien hasta ese momento, pero en cuanto llegaron a su destino y los niños bajaron del vehículo todo cambió. Israel dedicándole una lujuriosa mirada, que comenzó en sus piernas y ascendió a sus pechos, le informó sobre sus planes, comentándole que la llevaría a comer algo antes de regresarla a su casa. -Gracias de verdad te lo agradezco, pero si no te molesta prefiero regresar ahora, pues tengo muchas ocupaciones y pendientes. -Tonterías que seguirán esperándote, no es el fin del mundo si más tarde lavas un par de platos sucios, ni que fuera algo tan importante. – se burló el chico soltando un bufido y acomodándose el bulto de su entrepierna. – ¿Porque será que todas las mujeres en ese aspecto son iguales?, creen que atender una casa es como curar el cáncer o algo así, cuando es mucho mas sencillo de lo que quieren hacerle creer a los hombres. -Si eso es lo que piensas por mi está bien, ¿Ahora serias tan amable de llevarme de regreso a mi casa?... o sabes qué, no mejor olvídalo, creo que lo mejor será que yo me regrese por mi cuenta. Gracias por traerme y que tengas un buen día. - respondió Mia abriendo la puerta de la camioneta preparándose a bajarse. -Hey calmada chiquita, nada de eso, usted se queda aquí conmigo. - rugió el tipo sujetándola del brazo con rudeza. – Como te dije antes y te lo vuelvo a repetir, si vine a traerte a dejar a tus primos fue con la idea de después ir a comer algo rico y así será. Ya una vez terminemos de comer, pues no sé tú, pero yo estoy hambriento, te llevaré a tu casa o a donde tú quieras, no antes. Así que no me quieras joder los planes, porque créeme que no te gustará verme enojado preciosa, enserio que no te conviene, porque enojado soy peor que el diablo. Y Mia si lo creyó, pues pudo ver en sus ojos maldad pura, por lo que un estremecimiento le sacudió todo el cuerpo, y paralizada por el miedo, sin decir nada asintió con la cabeza. -Bien, así me gusta, ahora vamos a divertirnos un rato, ya veras que la vamos a pasar bien. Cierra ya la puerta. – le ordenó este aun sin soltarla, apretando con firmeza su brazo, a lo que Mia obedeció en el acto. En un segundo se habían desbordado sus intenciones de dejarle en claro su nulo interés hacia él. Bastó solo verlo a los ojos para conocer su alma y darse cuenta que estaba metida en un gran problema con un demente. Ya no sería capaz de decirle nada por miedo a su reacción, por lo que no pudo evitar derramar unas lágrimas amargas. Isidro se percató de ello con una sonrisa, para él la mujer que no hiciera drama por algo tan insignificante no sería realmente una mujer, por lo que no le dio la más mínima importancia, y comenzó a hablarle sobre sus planes con ella. Ahora que contaba con el permiso de toda su familia, daría comienzo con el cortejo. Tenía varias ideas en mente de a donde la llevaría los respectivos días que estaban por venir. Pero por ahora solo quería desayunar algo, ya después vendrían mejores salidas, o al menos eso le aseguró él entre carcajadas. Mientras parloteaba sin cesar, Mia se refugió en su mente, trayendo consigo los recuerdos de su amada. En sus pensamientos estaban juntas y felices, no existía nada ni nadie más, y se aferró a ese sueño. De repente abrió los ojos, e Israel que manejaba mordisqueando un mondadientes se desvaneció en un instante. De igual manera la vieja camioneta donde viajaban se evaporó, junto con el camino que estaban recorriendo. En un intervalo de segundo estaba rodeada de una nada completamente blanca e iluminada, apareciendo segundos después frente a sus ojos la figura hermosa de Danielle, la cual se acercó para asegurarle que todo estaba bien y que no había nada que temer, pues estaba ahí para ella. Y así con los ojos cerrados, mientras era llevada por un pervertido, se olvidó de todo lo que estaba pasando, pues estaba a salvo en sus pensamientos.
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