Finalmente llegó el día de la boda, encerrada los días de me hicieron una eternidad.
Personas en específico habían venido para maquillarme y ayudarme a vestir.
Me paré frente al espejo y me observé unos largos segundos, en mi mente solo pensaba en lo ridícula que me veía nuevamente con un vestido de novia, me tendría que casar con un hombre que solo me usaría, pero si con eso podría escapar de las garras de mis padres, estaba dispuesta a hacerlo.
Finalmente a las 10:00 de la mañana del sábado, bajé a la sala, mi padre me tomó del brazo para llevarme hasta el jardín donde esperaba el novio.
El corazón me latía muy fuerte, mientras caminaba, los amigos de Patricio no dejaban de cotorrear, realmente estaban asombrados, no creían aparentemente que yo fuera a casarme con él.
—Estamos hoy reunidos para celebrar el sagrado matrimonio de el señor Patricio Torres y la señora Helen Blake— Decía el juez civil.
Mientras el juez hablaba sobre el amor, me hacía sentir indiferente, mis padres no me han dado la oportunidad de enamorarme genuinamente, lo único que recuerdo es que una noche, hace tres años, aquel desconocido me hizo suya, y hoy después de tanto tiempo alguien más tocaría mi cuerpo, lo cual me hacía sentir aterrada y nerviosa.
—Señor Torres, ¿Acepta como esposa a la señorita Helen Blake?— Preguntó el juez.
—¡Si, acepto!— Respondió muy sonriente.
—Señorita Blake, ¿Acepta usted como esposo al señor Patricio Torres?— Preguntó el juez.
Me quedé frisada unís segundos, de mi respuesta dependiera todo, no quería pasar el resto de mi vida en la calle, por lo que era muy necesario que respondiera positivamente.
—¡Acepto señor juez!— Respondí con lágrimas en mis ojos.
Finalmente firmamos el libro donde certificaba que estábamos casados, no podía creer que una vez más estuviera haciendo esto, al menos sabía que ese hombre del pasado no había querido estar casado conmigo.
—Puede besar a la novia— Respondió el juez antes de que los aplausos empezaran.
Patricio estaba muy emocionado, no esperó tanto para besarme, finalmente era su esposa.
—Felicidades querida hija, se que serás muy feliz con Patricio— Dijo Sandra.
—Le prometo que haré muy feliz a su hija, le entregaré el cielo si fuera necesario— Le respondió Patricio.
Mi ahora esposo se desplazó para ir con sus amigos, todos los felicitaban, era como una meta lograda en su vida.
—Más te vale que este matrimonio si lo sepas mantener, porque te juro que no te daré una segunda oportunidad— Dijo Mateo.
—¿Cómo pueden ser unos padres tan malos con su hija ?— Le pregunté.
No esperé que respondieran, fui por mi esposo y le dije al oído que quería irme, ya que no podía estar un minuto más en la mansión de mis padres.
No hubo ningún banquete, así que, no tenía nada más que hacer aquí.
Por algunos veinte minutos mi ahora esposo estuvo conduciendo, hasta que llegamos a una gran casa.
—Bienvenida, esta será tu casa hasta que la muerte nos separe— Dijo Patricio con seriedad.
Entramos a la casa, todo estaba organizado, las cosas que habían eran caras por lo que había que tener cuidado al cruzar por los pasillos.
Patricio tomó mi pequeña maleta, subió las escaleras y lo seguí a la que se suponía que sería nuestra habitación.
—Tienes una linda casa— Le dije.
—Gracias, me ha costado tenerla pero finalmente la tengo, además de ti— Respondió con una maldita sonrisa que no se borraba de su rostro.
—Iré al baño— Dije tratando de escapar de la situación.
Antes de que pudiera entrar al baño, de repente escuchamos el timbre sonar, Patricio me mira un poco confuso y yo a la vez a él.
—¿Esperas a alguien?—Preguntó.
—No, apenas se donde estoy— Respondí con una sonrisa sarcástica.
Patricio toma mi mano, ni siquiera pregunta si deseo bajar con él para ver quien ha llegado repentinamente a visitarlo.
Al bajar las escaleras hay unos policías allí, esperan pacientemente que bajemos.
—Buenas noches caballeros ¿En que puedo ayudarles?— Preguntó Patricio sin nada que ocultar.
—Venimos por la señora Helen Blake, está arrestada por el delito de bigamia— Respondió en oficial mientras otro me esposaba.
—Esto es un error señor, yo no pude haber cometido ese delito— Le respondí angustiada.
—Eso podrá decirlo en la corte, mientras tanto debe guardar silencio o todo lo que diga será usado en su contra— Respondió el oficial.
Fui llevada como una delincuente a una celda, estaba muy nerviosa, jamás había estado ahí, no entendía la razón por la que me decían que había cometido bigamia.
Esa noche ni siquiera me dejaron hacer una llamada, por lo que no tuve más remedios que quedarme sentada en un rincón de esa celda.
La mañana siguiente.
Mis padres fueron notificados, sorpresivamente recibí la visita de ellos, honestamente eran las últimas personas que pensaba ver.
—Sandra sáquenme de aquí, no he cometido ningún delito, Mateo dijo que estaba divorciada— Le dije tan rápido se acercaron.
—Eres una tonta, deberías irte a vivir a un convento, quizás ahí te acepten sin ningún problema— Respondió mi madre enojada.
—Un abogado se está haciendo cargo de tu caso, ya veremos que ha pasado— Respondió Mateo.
—¿Y Patricio?.
—El está con el abogado, quiere llegar al fondo de todo esto, y si lo hace estamos perdidos— Respondió Sandra preocupada.
—¿Por qué? Yo no estoy cometiendo ningún delito— Le repetí una vez más.
—No seas tonta niña, te dijimos que estabas divorciada para que no arruinaras las cosas— Dijo Mateo en voz baja.
—¿Qué? No puedo creerlo, estoy aquí gracias a ustedes, es que son de lo peor— Le respondí con lágrimas en los ojos.