CAPÍTULO III —Miriam! Lord Heywood la llamó al penetrar en el vestíbulo. —¡Aquí estoy ! Su voz provenía del estudio, y aunque él caminó en esa dirección, ella vino corriendo hacia él. —¡Ya está de regreso!— exclamó innecesariamente—. ¿Qué sucedió? Aún antes que él respondiera, Miriam comprendió que no tenía ninguna buena noticia y, sin contestarle, lord Heywood pasó a su lado y se dirigió a la habitación de donde ella había salido. El estudio, como se conocía a aquel recinto, era un lugar encantador que comunicaba con la enorme biblioteca y lord Heywood había decidido utilizarlo como despacho. Había tantos sitios de donde escoger en la enorme mansión, que había sido una elección difícil, hasta que Miriam comentó que su señoría necesitaría un escritorio y que había uno muy hermoso y