Milagros.
Sus palabras no dejan de repetirse en mí mente. “Niña”, “pequeña”, “no creciste”, “hace poco cuidaban de ti”, malditas palabras dolorosas. Es el nudo en la garganta o los ojos que pican por las lágrimas que no dejo salir, que no dejan que lo olvidé, ¡cómo puedo ser tan idiota de seguir enamorada de él siendo que el siguió con su vida como si nada!. ¡Jamás hubo nada entre nosotros!
—¿Así de bien te fue? —pregunta arqueando una ceja.
Nos habíamos juntado a comer, me había olvidado de eso por completo por la llegada de Lautaro, pude cancelar, pero sus palabras me dolían, todavía sus palabras dolían.
—Mejor —articulo irónica.
—¿Entonces…?
—Juro que este tiempo pensé que lo había olvidado, que lo había sacado de mí corazón, que no me importaba lo que hiciera o lo que piense de
