Capitulo 2 Infancia.

1934 Words
Milagros: nueve años. Verano mucho calor, pero nosotros estamos felices, son vacaciones y nos encontramos en la playa, y no solo porque no había clases y todo eso, no, era porque no habíamos venido solos, nos acompañan nuestro vecinos y amigos, la familia Blacke, en realidad era la casa de verano de ellos, nos invitaron a pasar las vacaciones juntos, siempre hacíamos todo juntos, vacaciones, salida al cine, a comprar, al colegio, y estás vacaciones no serían la excepción. El sol quemaba nuestros pequeños cuerpos, mientras mí hermano y Lauty nadaban en el mar, mí amiga, Azul, y yo jugamos en la arena haciendo castillos con ella, eran dos castillos en realidad y competimos entre nosotras para saber quién lo hacía más alto y grande para que nuestras muñecas de princesas tuvieran su propio castillo, mientras nuestros padres a una distancia considerable nos vigilan y hablan entre ellos. Tanto trabajo dio sus frutos y terminamos muy feliz nuestro trabajo, con sudor en la frente haciendo que nuestro cabello se pegará ella, debido al viento que lo movía para todos lados, el sudor se debía al calor y el trabajo realizado. Una sombra se interpuso en el sol, en ella se podía ver a alguien de brazos en jarra, al levantar la vista veo a Kevin con una sonrisa diabólica, mí hermano disfrutaba fastidiarme, siempre lo hacía en presencia de mis amigos, percibí sus intenciones, de lo contrario no tendría esa sonrisa. —No lo hagas —supliqué primero, pero él no pensaba detenerse, le dio una patada a mí castillo tirando la parte de arriba, comencé a llorar, y lo miré con la vista nublada por las lágrimas sin poder hacer nada. —¡Por qué siempre la molestas! —le gritó Lauty, dándole un pequeño empujón, sus palabras pareciera que lo animó a continuar, porque le dio otra patada derribando por completo mí castillo, haciéndome llorar con más intensidad. Lautaro lo empujó más fuerte enfadado, haciendo que este trastabillara y se tambalear haciendo que se enfade aún más. —¡No te metas, es mí hermana! —le gritó enfadado —. ¡Por qué siempre te metes y la defiendes!. —Si no la molestaras tanto no me metería, es una niña deja de hacerla llorar —le gritó furioso. —¡Acaso te gusta! —mis ojos llenos de lágrimas se abrieron de la emoción, solo esperaba que respondiera que sí. —¡Es una niña estás loco! Solo quiero que la dejes en paz —confesó, poniéndome muy triste. —Deja de darle falsas esperanzas —no entendí a qué se refería —. ¡Quédate con esta llorona! —lo empujo y camino hacia el agua furioso. —¿Estás bien? —preguntó arrodillándose y alcanzando el balde con el que hicimos el castillo, asentí sin mirarlo con mí cara inundada de lágrimas —, hey no llores —me limpio las lágrimas con su pulgar —, él te quiere, solo que lo demuestra molestándote. ¿Qué te parece si te ayudo a hacer otro castillo más grande? —sonreí. —¿De verdad? —expresé ilusionada. —Yo también quiero uno más grande —interrumpió Azul emocionada —. No le hagas caso a tu hermano Mili, es un tonto —asentí aunque no me gustaba que le dijera así, no sé porque él me molestaba siempre que Lauty estaba presente, cuando él no estaba me cuidaba, y no era un patán. Ese fue el mejor y más hermoso castillo de arena de mí vida, y todo era porque Lautaro me había ayudado a hacerlo. . Milagros: once años . Como cada vez que pasábamos de año escolar, mí mamá hacía en nuestro honor una fiesta en mí casa, había terminado con excelentes notas las clases, y mí mamá tenía el lema que cuando pasamos de años siempre se hacía fiesta, está era especial porque terminaba la primaria y comenzaba la secundaria, nuevos compañeros, nueva escuela, nueva yo, empezaba mí vida de adolescente. Entonces, era estrictamente necesario hacer una fiesta tirando la casa por la ventana. mí hermano tuvo una con sus compañeros a la que no se me dejó asistir, en realidad él me lo prohibió. La mía también es con todos mis compañero, por supuesto con Azul quien también asiste a mí mismo salón de clases, me encantaría decir que estoy sola disfrutando, pero no es así, mí hermano y Lauty también están aquí, no me agrada para nada que estén ellos, no después que mis compañeras mujeres no dejan de mirarlos, se acercan para coquetearles y buscan cualquier excusas para llamar su atención. No es que me interesa lo que haga mí hermano, porque mí hermano nos ve a todas como niñas, ignorándolas, en cambio Lauty es amable con todas ellas y eso es lo que de verdad me molesta. —Vamos a jugar —me tira del brazo Azul para ir con mis compañeros varones, me encontraba cruzada se brazos mirando fijamente la escena. —No ves que ellas no lo dejan en paz —protesto y me detengo para no avanzar. —Estás perdiendo el tiempo solo viendo lo que hacen, está fiesta es para divertirnos, deja ya a mí hermano —por supuesto que mí amiga sabe de mis sentimientos por su hermano, por eso me repite que deje de fijarme en él —. ¡Vamos a jugar a las escondidas!. El juego se hace cada vez más y más divertido olvidándome por completo de esos dos y mis compañeras, todos los chicos están jugando con nosotros y unas pocas niñas, a las que no les interesa la atención ni de mí hermano ni de Lauty juegan con nosotros. Mí mamá nos llama porque llegó el pastel, porque esta fiesta es completa, pastel, piñata y muchos snacks. Nos apresuramos a comerlo y corrimos para seguir jugando a las escondidas, después de unas horas la escondida se convirtió un poco extraña. —Hacemos el juego más interesante —propone un compañero un poco más grande que nosotros es el líder del grupo, siempre se hace lo que Mauro dice —, ahora un chico escogerá una chica y van a ir detrás de ese árbol —señala un árbol con tronco ancho —, para esconderse —mira de manera cómplice a mis otros compañeros que al parecer entendieron el juego, la verdad no entiendo que se hace allí detrás, pero si no quisiera jugar me aburriría y me quedarían sola, así que no me queda otra opción que aceptar. —¿Estás segura que quieres jugar a esto? —pregunta Azul no muy convencida, parece que ella ya conoce el juego. —¿Sabes de qué se trata? —interrogo para que me cuente las reglas. —Me parece que mejor no… —Milagros —la interrumpen escuchando mí nombre sin poder decirme siquiera mí amiga de qué se trata. Mí compañero de clases Ángel me toma de la mano y camina conmigo hasta allí, mientras los otros niños abuchean y murmuran entré ellos, ángel coloca mí espalda contra el árbol. —¿Y ahora que se hace? —cuestiono muy intrigada. —¿No sabes jugar a siete minutos en el ático?. —No, jamás jugué ese juego. —Está bien, está bien —se rasca la nuca nervioso mirando para todos lados cómo si estaríamos haciendo algo malo —. Solo tienes que hacer lo que yo te diga —aclara. —¿No vas a tirar de mis trenzas ? —él niega y sonríe —. Está bien —articulo un poco nerviosa —. ¿Qué debo hacer? —Tienes que cerrar los ojos —aprieto fuerte los ojos, haciendo que él se ría —, así no tonta —ese comentario hace que los abra —. ¿Lista? —niego con la cabeza sin hablar. —Dime que vas a hacer. —Es solo un beso. —!Que! —jamás di un beso, es más siempre pensé en darle mí primer beso a una sola persona, pensé que esté juego se trataba de otra cosa, yo todavía juego con muñecas. —¿Acaso tienes miedo? —se burla —, los demás se burlaran de ti si saben que no te animas —no me agrada la idea que se burlen, inhalo profundo, y acepto nerviosa, él me toma por los hombros y poco a poco se acerca a mí, por inercia cierro los ojos y aprieto los labios, pero el beso nunca llega, solo siento que las manos de Ángel dejan mis hombros y un jadeo, quizás se arrepintió pero cuando abro los ojos lo veo arrinconado en el árbol con cara asustado, con los ojos bien abiertos mirando fijamente a quién lo tiene apretando contra el tronco. —¡Qué crees que estás haciendo! —espeta Lauty apretando la mandíbula zamarreando a mí amigo, está muy molesto, por lo general él no es así, siempre mantiene la calma y tiene una sonrisa en sus labios. —Oye, no te metas, no eres su hermano —lo empuja pero no logra zafarse. —Dime que no la besaste porque te juro que te mato —espeta apretando los dientes, a mí corta edad no entiendo muchas reacciones pero mis sospechas creo que él está… ¿celoso? O eso me gustaría pensar. —Y a ti que te importa —replica removiendose de las manos de Lautaro —. Ella no es tu hermana —repite. —Es como si lo fuera —en ese instante me doy cuenta que no son celos, más bien su instinto protector —, y si te llego a ver otra vez cerca de ella, te mato —diciendo eso lo suelta y este sale corriendo, los ojos de Lautaro de pronto me mira a mí, está muy molesto también conmigo, no sé porque no puedo moverme ni tampoco hablar, no sé qué decir, trago grueso —. Dime que no lo besaste —inquiere con su voz severa que jamás utilizó conmigo. —¿Por qué estás molesto? A ti te vi besando a Moira —no sé de dónde sacó el valor para confrontarlo, pero una extraña sensación me invade para saber si es verdad, en mí mente quedó la duda si eran celos. Pasa la mano por la cara y suaviza su expresión. —Mira, eres una niña, las niñas no hacen eso, no puedes permitir que nadie te bese. —¿Por qué no, ya tengo once? —manifiesto, encogiéndome de hombros. —!Mili! —advierte conteniendo su enojo —, cuando seas grande podrás hacerlo, cuando tengas como catorce años, ahora debes jugar con muñecas y todo eso, ¿sabés qué pasaría si Kevin llegara a verte? —asiento un poco decepcionada por sus palabras, mí hermano estaría muy molesto y no hubiese dudado en golpear a ese chico —. Prométeme que no besaras a nadie —veo un brillo en sus ojos, dudo, me molesta que él lo haga, aunque solo lo ví con una sola chica, en cambio a mí hermano con varías, de repente se me ocurrió una idea. —Prometo no hacerlo si tú tampoco lo haces —frunce el ceño —, debes esperar a los diecisiete —solo le faltan dos años aunque espero que sea suficiente tiempo para que yo crezca y me vea diferente, no como su hermanita. —Lo haré si tú también prometes esperar hasta esa edad —asiento convencida, sin saber que esa promesa me traería grandes dolores de cabeza.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD