Enamorada de mi instructor

El viento azotaba ferozmente las ventanas de la casa de estilo victoriano, los árboles se movían de un lado a otro en una sinfónica melodía que no era percibirle para el oído humano, las avecillas entonaban melodiosos cantos que inundaban los oídos de los habitantes de aquella calle, especialmente de los que ya estaban despiertos, los rayos del sol entraban sin clemencia a través de la cristalina ventana de su cuarto pintado en celeste, giró su cuerpo sobre la cama y observó sobre el buró un ramo de flores de tonalidades naranjas, sonriente las acercó a su nariz y aspiró de ellas todo el fresco aroma de la naturaleza, en el centro de aquel arreglo floral reposaba una pequeña tarjeta con una breve dedicatoria, sus pies descalzos fueron colocados sobre las frías baldosas de cerámica, creando al contacto una ligera sensación escalofriante.   -Esto está muy frio señor Pot-dijo al perro de color dorado y orejas inmensas que dormía a la diestra de su cama-creo que ya es hora de levantarse-agregó después de agacharse a su nivel y hacer ligeras caricias en el abdomen del canino-agitado el can se despertó y movió a su dueña su pequeña cola de un lado a otro expresando su felicidad-hoy es el gran día, asumo que tengo que bañarme cuanto antes-volvió hablar dirigiendo su mirada hacia el tutú blanco que colgaba de su armario, su tela era suave cual algodón y en su superficie adornaban hermosas lentejuelas bordadas en forma de flores, caminó hacia él y le acarició con inmensa emoción.   El baño sería su siguiente destino, al abrir la puerta el olor a lavanda y lirios dueño del ambiente explotó en su nariz, abrió el grifo frente a sus ojos dejando que su cuerpo se humedeciera por completo, sobre su cabello castaño vertió un poco de espeso liquido blanquecino y frotándole en pequeños círculos fue creando espuma, la mezcla jabonosa se deslizaba rápidamente por sus pechos, sus pezones rosados cuál pétalos de primorosas flores amenazaban con lanzar dardos cargados de veneno, por suerte la soledad le abrazaba y no podría matar a nadie, cerró sus ojos y deslizó sus manos por todo su cuerpo, con ayuda del agua que pendía de la ducha retiró todo resto de jabón que recubría su torso moreno, al finalizar cubrió sus desnudez con una toalla blanca como la nieve y con suaves toques retiró toda la humedad de su ser, revistió su entallado cuerpo con un pequeño patines blanco que se ajustaba perfectamente a su silueta, sus pechos fueron apresados por un sujetador del mismo color, con delicadeza se sentó frente al tocador de estilo victoriano, su reflejo en el espejo era casi divino y sus ojos amarillentos eran como dos tiernas mariposas que adornaban su hermoso rostro, entre sus manos tomó un cepillo de madera y con rudeza arremetió contra su lisa cabellera castaña, deshaciendo cualquier nudo que pudiese existir, para tapar su escasa desnudez se envolvió en una bata de baño blanca, sus manos brindaron delicadas caricias a un par de zapatillas que colgaban de unas gruesas cintas, las medias eran blancas de un grosor considerable, en un pequeño busto n***o reposaba una delicada  diadema del color de la plata, sonriente le echó un vistazo y se imaginó a si misma haciendo la presentación con la que tanto soñaba.   -Ya es hora de tomar el desayuno señor Pot-dijo al canino que con frescura se apoderaba de su cama-entre saltos llenos de emoción caminaron juntos hasta el portal del dormitorio que compartían, los demás habitantes de la casa aún dormían, entonces se dispuso a cocinar su propio desayuno, Pot paseaba feliz por el patio saltando entre el verde césped y jugando con las palomas que llegaban a visitarlo, debido al bullicio que la menor generaba en la cocina sus progenitores fueron obligados a despertar.   -Buenos días Daniela-dijo su madre al mismo tiempo que restregaba sus ojos intentando adaptarlos a la luz.   -Buenos días mamá-respondió sonriente sin desentender sus labores culinarias- ¿quieres algo de comer?   -No, no tengo hambre, aún es muy temprano...   -Lo sé, pero quiero estar temprano en el teatro para remarcar la coreografía...   - ¿Estás nerviosa? -interrogó su progenitora sobando la espalda de la joven.   -Un poco, entre veinte bailarinas más Madame Francés me eligió a mí para interpretar al cisne blanco...es lo que siempre soñé-su rostro se iluminaba notablemente al imaginarse bailando para cientos de espectadores.   -Tu padre se está bañando para irte a dejar al teatro, estamos muy orgullosos de ti-dijo la mujer abrazando a la menor con fuerza.   -De ti...no me queda ninguna duda... ¿pero mi papá? -El progenitor de la menor era un empresario de mediana importancia, su negocio era el de importar y exportar artículos de aluminio-nunca ha ido a ninguna de mis presentaciones...   -Es por tiempo hija-dijo apesarada la mujer al ver el ligero sufrimiento de su hija-sabes muy bien que tu padre es un hombre muy ocupado.   -El papá de Emily es el Alcalde, y aun así siempre está en sus presentaciones, la próxima búscate una excusa un poco más elaborada...   Llena de molestia tomó entre sus manos el desayuno que acababa de prepararse y se marchó hacia su cuarto, rápidamente devoró todo lo que había en su plato y después procedió a revisar que en su maleta no faltara nada, cuando al fin logró comprobarlo colocó sobre su cuerpo la primer mudada de ropa que encontró y cargó consigo todos sus instrumentos necesarios para su gran noche, sin decir nada ni esperar a que su padre estuviese listo para llevarla al teatro salió de su casa y tomó un taxi, pues desde poco menos de un mes su padre había decidido que no era necesario tener un chofer, ni muchachas de servicio que se dedicaran a la atención de su hogar.   El teatro estaba justo en el centro de la ciudad, su arquitectura era simplemente divina, sus paredes estaban hechas totalmente de mármol blanco, la textura era simplemente asombrosa, a través del ventanal del segundo piso se podían observar los imponentes candelabros de cristales y las maravillosas pinturas hechas por artistas nacionales, sus piernas eran víctimas de ligeros temblores, no era la primera vez que bailaría sobre aquel escenario sin embargo era la primera vez que interpretaría a Odette el bello y embrujado cisne blanco, a escasos metros de la entrada pudo ver a un grupo de bailarines de relleno, con cordialidad les fue saludando hasta llegar a su maestra.   - ¿Qué haces aquí? -interrogó impresionada al verla-tu llamado es hasta las 10:00 deberías estar descansando.   -Lo sé-contestó ligeramente apenada-pero es que no lograba permanecer más tiempo durmiendo, y la verdad en mi casa las cosas están un poco difíciles, prefiero estar aquí.   -Bueno-sonrió su maestra-si es tu voluntad podemos empezar tu practica ahora mismo, William, fingirá ser Sifrigido y Charlotte, Odile.   Tal y como la mujer de estilizada figura lo había anunciado, sobre la pista de madera los tres jóvenes empezaban a bailar, William y Charlotte habían sido dueños de sus respectivos papeles durante tres temporadas, la coreografía la tenían presa entre sus venas y memoria, Mientras Daniela se preparaba para lucir como una reina esa noche, su madre en casa intentaba encontrarla, tiempo después se resignó y comprendió que se había marchado sola.   -Es tu culpa-gritó a su marido-Antes de irse preguntó si irías a verla.   -No puedo, tengo cosas que hacer, ve tú-dijo mientras daba un sorbo al café, sus palabras eran frías, aquel hombre parecía ser cualquier cosa menos el padre del cisne blanco.   -La hija del Alcalde baila junto a tu hija y su padre jamás se ha perdido un solo ensayo, en cambio tu hija pareciera ser huérfana de padre.   -Todo lo que he hecho siempre ha sido por ustedes-dijo un poco alterado el hombre-he trabajado como esclavo durante años, sin descansar feriados, jamás he tenido horario de llegada, sabes muy bien que el negocio demanda de mi tiempo, me he sacrificado y perdido de los eventos más importantes de nuestras vidas-se levantó de la mesa y empezó a caminar hacia su esposa-y todo ¿para qué?-ligeramente asustada la fémina le observaba en silencio-para que tú y Daniela puedan llevar la vida que se merecen, para que nunca les falte el pan y agua.   - ¿Y entonces por qué ahora nos quitas todos los empleados de servicio?   -Hay gastos más importantes dijo el hombre, acto seguido se sentó en una de las sillas del comedor, sus codos los posó sobre la mesa y su cabeza bañada por las canas las apresó entre sus puños.   Así poco a poco fueron avanzando las horas hasta que fue justo el momento de maquillarse para al fin dar la cara al público, su piel morena fue bañada con una vanidad blanquecina, ella era el cisne blanco, no había lugar a otro color en su ser, sus ojos poseían un color naturalmente amarillento casi simulando ser preciosísimas piedras de ámbar, bañadas en oro, sobre sus parpados golpeteo unas cuantas veces el pincel cargado de polvo dorado, sus labios tenían un rojo vivo tan brillante como la sangre, retiró su ropa de ensayo y con ayuda de su maestra empezó a colocar su tutú, una vez que todo estuvo en su lugar la mayor del dúo ajustó con fuerza las tiras del corsés, obligando a la joven a retener el propio aire que conseguía, acto seguido sus zapatillas de punta fueron colocadas en sus pequeños pies, y atadas a sus pantorrillas, su abundante cabellera estaba atada en una inmensa moña, sujetándola cientos de pasadores de goma, la tiara fue puesta sobre su cabeza, su brillo inundaba el camerino, la sonrisa de la chica era genuinamente angelical, con delicadeza retocó el ajuste de cada parte de su vestido, no podía evitar verse al espejo y sentir una extraña sensación en su ser, los escalofríos recorrían su diminuto cuerpo de un lado a otro, después de tanto tiempo trabajando duro al fin había logrado el sueño de todo bailarín, finalmente era ella el precioso cisne blanco.