-SOMBRAS EN EL HORIZONTE-

1441 Words
En el reino de Albagard, el Gran Festival del Sol era un evento maravilloso que abrazaba el inicio del Verano; no solo era una celebración de música y baile, sino también una oportunidad para que los hábiles artesanos del pueblo mostraran su talento, durante semanas antes del evento, creaban con esmero hermosos recuerdos artesanales que serían ofrecidos a los invitados, tanto a los nobles como a los aldeanos, viajeros y protagonistas de otros reinos que llegaban de tierras lejanas. Días antes de la gran celebración, el Reino se llenaba de una actividad febril, desde el alba hasta el anochecer, artesanos, cocineros, músicos y campesinos trabajaban sin descanso para asegurarse de que el festival estuviera a la altura de la grandeza del Reino. En los mercados, los comerciantes descargaban carretas repletas de especias exóticas, frutas jugosas y telas bordadas con hilos de oro, las panaderas amasaban hogazas de pan dulce con miel y almendras, mientras los bodegueros seleccionaban sus mejores barriles de vino especiado y aguamiel, el aire se impregnaba de aromas embriagadores: canela, carne asada, flores silvestres y cera de velas perfumadas. En la plaza principal, carpinteros y herreros construían grandes plataformas para los músicos y los bailarines, decorándolas con guirnaldas de laurel y estandartes con los colores del Reino, los jóvenes ayudaban a colgar linternas de papel en las calles, que por la noche iluminarían la ciudad con un resplandor dorado. El castillo real tampoco permanecía ajeno a la emoción, en los grandes salones, costureras y modistas trabajaban a toda prisa, ajustando vestidos de seda y terciopelo para la realeza y la nobleza, la Reina Adela supervisaba cada detalle con elegancia, mientras la princesa Adelaide junto con Ysme revisaban y organizaban los tocados de flores que llevaría en la celebración. Los caballeros del Reino pulían sus armaduras y afilaban sus espadas, pues el festival no solo era un evento de alegría y baile, sino también de exhibiciones de destreza, se preparaban torneos de justa y competencias de arquería, donde los más valientes demostrarían su habilidad ante la mirada atenta de la corte y del pueblo. La emoción crecía con cada día que pasaba, y cuando por fin llegó la víspera del festival, una gran fogata iluminó la plaza, marcando el inicio de una noche de canciones y cuentos, las familias se reunieron para compartir historias de antiguas celebraciones, mientras los niños, con los ojos brillantes de ilusión, soñaban con la magia que traería las semanas siguientes. Al despuntar el alba, Albagard estaba lista, sus calles resplandecían, sus gentes vestían sus mejores galas, y en el aire flotaba una promesa de música, amor y alegría: “EL GRAN FESTIVAL DEL SOL DE ALBAGARD” estaba a punto de comenzar. Avanzada la tarde, los tres amigos inseparables decidieron descansar en su cabaña escondida, entre risas y confidencias, el anochecer los sorprendió, y sin darse cuenta, se quedaron dormidos; sin embargo, en plena madrugada, un estruendoso ruido los despertó de golpe: el galope apresurado de caballos que parecían huir aterrorizados. Ethan, el primero en reaccionar, se acercó sigilosamente a un pequeño orificio en la pared y observó el exterior, su sangre se heló al ver a un grupo de jinetes completamente armados, que entre carcajadas celebraban sus logros en batallas pasados, un estandarte de otro dominio ondulaba entre ellos. —¡Santo cielo! ¡Esto lo debe saber mi padre! ¡Qué horror! —exclamó Adelaide con el corazón desbocado. Pero Ysme, aún con la mente fría, la sujetó del brazo. —Tranquila, no podemos ser descubiertos, debemos salir de aquí antes del amanecer —susurró con urgencia. Con extremo sigilo, los tres comenzaron a arrastrarse por el campo, aprovechando la oscuridad para alejarse de la cabaña sin ser detectados, tras avanzar un largo tramo, agotados y jadeantes, divisaron un caballo atado a un árbol, no muy lejos de aquellos soldados invasores los tres solo con las miradas entendieron que era su única oportunidad de huir y avisar al Rey Raventhorn de lo que se podría avecinar… Ethan ayudó a Adelaide a subir al animal, pero justo cuando Ysme intentaba acomodarse en la montura, sus nervios la traicionaron y cayó al suelo, antes de que pudiera incorporarse, unas manos firmes la sujetaron con fuerza. Un soldado enemigo la había atrapado. —¡Ysme! — gritó Adelaide, pero Ethan la tomó del brazo, no podían quedarse allí o serían los siguientes en caer en manos enemigas. Sin otra opción, saltaron sobre el caballo del captor de Ysme; y, con un golpe certero, lo hicieron huir a toda velocidad. Mientras cabalgaban rápidamente, observaron el incendio de los campos de trigo y los bosques sagrados del Reino inducido por los forajidos; mientras que, a lo lejos, los gritos de alarma comenzaban a resonar en el campamento invasor. Al amanecer, cuando la noticia de la invasión llegó a oídos del Rey Theodric, su furia fue incontenible al descubrir que su tierra había sido tomada por sorpresa. En el castillo, la Reina Adela observaba con angustia el sufrimiento de los Woolf por el rapto de su hija, sin perder tiempo, los monarcas llamaron a Ezra, el comandante del ejército real quien al enterarse de los hechos sintió impotencia sugiriendo que se debía actuar de inmediato. —Prepara a nuestros soldados, rescataremos a Ysme y defenderemos Álbagard — ordenó el Rey con determinación. Sin embargo, Ezra a pesar de sentir desesperación por rescatar a Ysme, sabía que marchar a la batalla suponía un riesgo inminente, apenas conocían la identidad de los invasores y peor aún sus verdaderas intenciones, se aproximaba una ofensiva incierta, y la suerte del Reino de Albagard al parecer pendía de un hilo. Mientras tanto, Ysme, amarrada y vendada, gritaba con voz temblorosa: —¡Por piedad, déjenme ir! ¿A dónde me llevan? - Un robusto soldado llamado Froilán se acercó y, con una sonrisa burlona, le respondió: —Pequeña foránea, vas a conocer a nuestro líder supremo señor, Larkin Edelwyn, Duque de Valdronia, un hombre que arrasa con todo lo que se opone a su voluntad, el obtiene todo lo que desea, a como dé lugar así que… te recomiendo que guardes tus gritos para que los uses cuando él se divierta contigo, y quien sabe si tienes buen sabor, tal vez logres que te perdone la vida – Ysme solamente tembló del terror al escuchar la sentencia en las palabras de Froilán cerrando los ojos con un par de lágrimas de resignación. Dentro de la tienda donde se encontraba el Duque Larkin Edelwyn, el soldado ingresó, haciendo una venia exclamando: —Excelentísimo señor, traemos un regalo para usted, esta lindura estaba acompañada de otros dos jóvenes y nos robaron un caballo- Con una risotada, lanzó a Ysme a los pies del Duque; Larkin al verla, comentó con una sonrisa perversa: —Mmm… hermosa y joven, me gusta este primer regalo de estas nobles tierras…- La levantó de los cabellos, el rostro de Ysme, lleno de temor, y mirándola de arriba hacia abajo y viceversa, le pregunto en un susurro: —¿Quién eres tú? - Ysme no respondía más por miedo que por rebeldía, y Larkin, sujetándola por ambos brazos, comenzó a acariciar su mejilla con un tono suave, casi como si la estudiara. —Hueles muy bien… por tu perfume y tu vestimenta, no pareces una simple sirvienta, esas telas de tu vestido son de hilos dignos de la nobleza, así que, presumo que eres alguien de la corte de Albagard, cercana a su Rey, lástima que no pueda divertirme contigo, eres una pieza estratégica para acercarme a tu soberano. - Al instante, con una sonrisa astuta, preparó un comunicado y ordenó que desaten a Ysme y la devuelvan de inmediato a Albagard para que entregue el mensaje de conocer personalmente al Rey Theodric Raventhorn. La noticia llego al castillo antes de que el ejército comandado por Ezra salga al rescate de la joven hechicera, cuando se enteraron del acercamiento propuesto por el enemigo, la Reina Adela sollozaba mientras abrazaba a su esposo. —No todo es perfección mi amor. Nuestro amado reino de Albagard está siendo amenazado por la codicia de ese Duque de Valdronia, aquel que ya ha causado daño en muchos Reinos, cobrando muchas vidas, me aterra saber que no ocultan su intención de expandir sus dominios a costa de nuestro sacrificio queriendo poner el fin a nuestro pacífico Reino. - Al ver la desesperación de su esposa, el Rey Theodric, con la firme intención de evitar una guerra, aceptó el acercamiento propuesto por el Duque de Valdronia quien, como señal de buena voluntad, extendió una invitación al Duque como concurrente de honor en el Gran Festival del Sol.
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