capítulo 15

2029 Words
—Creo —dijo, lentamente, respondiendo a la pregunta de Daphne, que tu hermano y yo ya no somos los mismos de hace seis años. Y a lo mejor, eso no es tan malo. Varias horas más tarde. Bridgerton House era un caos. Daphne se había puesto un vestido de noche de terciopelo verde oscuro que alguien, una vez, le dijo que hacía que le cambiara el color de los ojos y estaba en la entrada intentando encontrar la manera de tranquilizar a su madre. —No puedo creer —dijo Violet, con una mano apoyada en el pecho—, que Anthony se olvidara de decirme que había invitado al duque a cenar. No he tenido tiempo de preparar nada. Nada de nada. Daphne echó un vistazo al menú que tenía en la mano y que empezaba por una sopa de tortuga, seguía con otros tres platos hasta terminar con cordero con bechamel, seguido, por supuesto, de cuatro postres a elegir. Intentó hablar sin un ápice de sarcasmo. —No creo que el duque tenga ningún motivo de queja. —Espero que no —dijo Violet—. Pero si hubiera sabido que venía me hubiera asegurado de servir también carne de ternera. No se puede invitar a nadie sin ofrecerle ternera. —Sabe que es una cena informal. Violet le lanzó una mirada de incredulidad. —Cuando se invita a un duque, no hay cenas informales. Daphne observó a su madre. Violet se estaba retorciendo las manos y hacía rechinar los dientes. —Mamá —le dijo—. No creo que el duque sea de los que espera que alteremos nuestros planes de cena familiar por él. —A lo mejor él no —dijo Violet—, pero yo sí. Daphne, existen ciertas normas sociales. Y, sinceramente, no puedo entender cómo puedes estar tan tranquila y despreocupada. — ¡No estoy despreocupada! —No pareces nerviosa. — Violet la miró con suspicacia—. ¿Cómo puedes no estar nerviosa? Por el amor de Dios, este hombre piensa casarse contigo. Daphne tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse. —Nunca ha dicho eso, madre. —No tiene que hacerlo. ¿Por qué, si sino, habría bailado contigo anoche? Sólo hubo otra mujer que tuvo el honor de bailar con él, Penélope Featherington, y las dos sabemos que debió ser por lástima. —A mí me gusta Penélope —dijo Daphne. —Y a mí también —respondió Violet—, y espero ansiosa el día que su madre descubra que una chica de su complexión no puede llevar un vestido de seda naranja, pero ése no es el tema. — ¿Y cuál es el tema? — ¡No lo sé! —Violet casi se echó a llorar. Daphne agitó la cabeza. —Voy a buscar a Eloise. —Sí, ve a buscarla —dijo Violet, distraída—. Y asegúrate de que Gregory va limpio. Nunca se lava detrás de las orejas. Y Hyacinth, Santo Dios, ¿qué vamos a hacer con ella? Seguro que Hastings no espera a una niña de diez años en la mesa. —Sí que lo hace —le contestó Daphne, pacientemente—. Anthony le ha dicho que cenaremos toda la familia. —Muchas familias no dejan que los más pequeños se sienten a la mesa con los mayores —dijo Violet. —Bueno, entonces es su problema. —Al final, Daphne se desesperó y suspiró fuerte—. Mamá, he hablado con el duque. Entiende que no es una cena formal. Y me dijo, claramente, que le apetecía mucho un cambio. Él no tiene familia, así que nunca ha vivido nada parecido a una comida como las de los Bridgerton. —Que Dios nos asita. —Violet palideció. —Vamos, mama —dijo Daphne—. Sé lo que estás pensando y no tienes que preocuparte por si Gregory le tirará las patatas a Francesca por la cabeza. Estoy segura de que ya ha superado esa etapa. — ¡Lo hizo la semana pasada! —Entonces— dijo Daphne, con tono de eficiencia—, seguro que ha aprendido la lección. Violet miró a su hija con toda la inseguridad del mundo. —Está bien —dijo Daphne, recuperando la normalidad—, entonces sólo lo amenazaré con matarlo si hace algo que pueda disgustarte. —La muerte no lo asusta—dijo Violet. Pero, a lo mejor, puedo amenazarlo con vender su caballo. —No te creerá. —No, tienes razón. Soy demasiado buena. —Violet frunció el ceño—. Pero puede que me crea si le digo que le prohibiré dar su paseo diario. —Eso puede funcionar. —Bien. Voy a buscarlo y a asustarlo un poco. —Subió dos escalones y se giró—. Tener hijos es todo un desafío. Daphne sonrió. Sabía que era un desafío que a su madre le encantaba. Violet se aclaró la garganta, una señal para indicar que lo que iba a decir era más serio. —Espero que esta cena salga bien, Daphne. Creo que Hastings sería un gran partido para ti. — ¿Sería? —Bromeó Daphne—. Creía que los duques siempre eran un buen partido, incluso si tenían dos cabezas y escupían al hablar. —Se rió—. ¡Por las dos bocas! Violet sonrió. —A lo mejor te cuesta creerlo, Daphne, pero no quiero que te cases con cualquiera. Puede que te presente a muchos hombres, pero sólo lo hago para que tengas el mayor número de pretendientes entre los que escoger un marido —sonrió—. Mi mayor deseo es verte tan feliz como yo lo fui con tu padre. Y entonces, antes de que Daphne pudiera responder, Violet desapareció. Daphne se quedó en el vestíbulo, pensando. A lo mejor este plan con Simon no era tan buena idea. Su madre se iba a disgustar mucho cuando rompieran su falso compromiso. Simon le había dicho que sería ella la que lo rompería, pero empezaba a preguntarse si no sería mejor al revés. Para ella sería terrible que Simon la dejara, pero al menos así se ahorraría todos los porqués de su madre. Violet creería que se había vuelto loca al dejar escapar a Simon. Y Daphne se quedaría pensando si su madre tenía razón. Simon no estaba preparado para cenar con los Bridgerton. Fue una comida ruidosa y escandalosa, con muchas risas y, afortunadamente, sólo un episodio de un guisante volador. Le pareció que el guisante salió del extremo donde estaba sentada Hyacinth, pero la pequeña parecía tan inocente que a Simon le costaba creer que hubiera sido ella la que le había tirado la legumbre a su hermano. Afortunadamente, Violet no vio el guisante volador, a pesar de que le voló por encima de la cabeza en un arco perfecto. Sin embargo, Daphne, que estaba sentada justo delante de él, sí que lo vio, porque inmediatamente se tapó la boca con la servilleta. A juzgar por las arrugas que se le formaron alrededor de los ojos, estaba claro que, detrás de la servilleta de lino, se estaba riendo. Simon apenas dijo nada durante la cena. Para ser sincero, era mucho más fácil escuchar a los Bridgerton que intentar conversar con ellos, sobre todo teniendo en cuenta las malévolas miradas que le lanzaban Anthony y Benedict. Simon estaba sentado en el lado de la mesa opuesto a los dos hermanos mayores, y estaba seguro de que no era una casualidad, así que era relativamente fácil ignorarlos y disfrutar de las conversaciones de Daphne con el resto de la familia. De vez en cuando, alguien le hacía una pregunta directa y él respondía, y luego volvía a su posición de silencioso observador. Al final, Hyacinth, que estaba sentada a la derecha de Daphne lo miró a los ojos y dijo: —Usted no es muy hablador, ¿verdad? Violet se atragantó con el vino. —El duque —le dijo Daphne—, es mucho más educado que nosotros, que estamos constantemente cambiando de conversación en interrumpiéndonos unos a los otros como si nos diera miedo que no nos fueran a oír. —A mi no me da miedo que no me vayan a oír —dijo Gregory. —A mí tampoco —dijo Violet, muy seca—. Gregory, cómete los guisantes. —Pero Hyacinth... —Lady Bridgerton —dijo Simon, en voz alta—, ¿le importaría que me sirviera un poco más de estos deliciosos guisantes? —En absoluto. —Violet le lanzó una mirada aleccionadora a Gregory—. ¿Ves? El duque se come todos sus guisantes. Gregory se comió todo el plato de legumbres. Simon sonrió mientras se servía otra cucharada de guisantes, agradecido de que lady Bridgerton hubiera decidido no servir una cena à la russe. Habría sido difícil camuflar la acusación de Gregory si hubiera tenido que llamar a un criado para que le sirviera otro plato. Simon siguió comiendo, porque ya no tenía más remedio que acabárselos todos. Miró a Daphne, que estaba sonriendo. Tenía una luz divertida en los ojos y Simon no tardó demasiado es esbozar, él también, una sonrisa. —Anthony, ¿por qué frunces el ceño? —preguntó una de las dos otras Bridgerton; Simon creyó que era Francesca, pero era muy difícil de saber si era ella o Eloise. Las dos medianas se parecían mucho, incluso en los ojos azules, iguales a los de su madre. —No frunzo el ceño —respondió Anthony, pero Simon, que había recibido gran parte de esas muecas durante toda la noche, sabía que estaba mintiendo. —Sí que lo haces —dijo Francesca o Eloise. El tono de la respuesta de Anthony fue extremadamente condescendiente. —Si crees que voy a decir que no, lamento decirte que estás equivocada. Daphne volvió a reírse detrás de la servilleta. Simon decidió que la vida era mucho más divertida que nunca. —Os voy a decir una cosa —anunció de repente Violet—. Creo que esta noche es una de las más agradables del año. A pesar—dijo, mirando a Hyacinth—, que mi hija pequeña tire los guisantes debajo de la mesa. Simon levantó la mirada del plato justo cuando Hyacinth exclamó: — ¿Cómo lo has sabido? Violet agitó la cabeza y puso los ojos en blanco. —Mi pequeña —dijo—. ¿Cuándo aprenderás que yo lo sé todo? En ese instante, Simon decidió que Violet Bridgerton merecía todo su respeto. Sin embargo, aún así, consiguió confundirlo con una pregunta y una sonrisa. —Dígame, duque —dijo—. ¿Hace algo mañana? A pesar del pelo rubio y los ojos azules, cuando le hizo esa pregunta era tan igual a Daphne, que lo dejó aturdido. Y esa debió ser la razón por la que no pensó antes de responder, tartamudeando: —N-no. No que yo sepa. — ¡Magnífico! —exclamó Violet, emocionada—. Entonces debe venir con nosotros a Greenwich. — ¿A Greenwich? —repitió Simon. —Sí, llevamos varias semanas organizando una salida familiar. Habíamos pensado alquilar un barco y comer un picnic a orillas del Támesis. — Violet le sonrió—. Vendrá, ¿verdad? —Madre —intervino Daphne—. Estoy segura de que el duque tiene numerosos compromisos. Violet le lanzó a su hija una sonrisa tan fría que Simon se sorprendió que ninguno de los dos se quedara helado. —Bobadas —dijo Violet—. Él mismo acaba de decir que no tiene nada que hacer. —Se giró hacia Simon—. Y también visitaremos el Observatorio Real, así que no tiene que preocuparse porque sea una excursión tonta. No está abierto al público, por supuesto, pero mi difunto marido hizo grandes donaciones, así que tenemos la entrada asegurada. Simon miró a Daphne. Ella se encogió de hombros y le pidió disculpas con la mirada. Simon se giró hacia Violet. —Será un placer. Violet sonrió y le dijo unos golpecitos en el brazo. Y Simon tuvo la extraña sensación que acababa de firmar su destino.
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