Capítulo 1 - Las bragas en su sitio

1774 Words
Llevaba alrededor de media hora escuchando el continuo castigo verbal de mi madre italiana. Es importante recalcar la procedencia de la mujer, porque era la única manera que tenía para defenderla delante de las personas que no la conocían. Era una mujer demasiado intensa, lo vivía todo con un fuego que era difícil de apagar y cuando se trataba de alguno de sus seis hijos aquella llama interior ardía y era capaz de arrasar con todo a su paso. -No mamma, no creo que pueda cruzar el charco por el cumpleaños de la nonna - aquella bruja no se merecía que hiciera un agujero tan grande en mi cuenta bancaria. -Carina, figlia mia, a nadie le importa que esa mujer cumpla años - comenta con verdadero desprecio- además, la rata que tienes por padre se ha ofrecido a pagar la mitad del billete, ¿lo puedes creer? El imbécil se gasta todo lo que tiene con aquella fulana que sólo lo quiere por su dinero y para mis hijos solo tiene sobras del día anterior. -No necesitamos su dinero, deja que gaste lo que no tiene y en menos de un año podrás recuperar el restaurante. E intenta dejar de lado su vida y dejar de pensar en lo que hace y con quién -giro la cabeza al ver a mi compañera de trabajo levantarse de golpe mientras se dirige a la puerta, aún cerrada, de la boutique. -¿Carina? - el tono de voz de mi madre hace que vuelva a concentrarme en la conversación, que por suerte o por desgracia tengo que finalizar. -Lo siento tengo que colgar, te llamo esta noche o mañana, ti amo. Se de primera mano que colgarle a mi madre sin darle la oportunidad de despedirse son deseos de morir, pero tener un gran océano de por medio ayuda a que el miedo no sea para tanto. Ya tendré tiempo de disculparme en la próxima llamada. Miro el reloj y faltan diez minutos para que el horario laboral comience. De normal Abby y yo estamos en la tienda una hora antes para organizar todos los productos y que nada esté fuera de lugar, sin arrugas y listos para ser vendidos a todas aquellas mujeres podridas de dinero que solo quieren lo mejor de lo mejor. Me paso las manos por la camisa de seda blanca, que forma parte del caro uniforme que nos obligan a llevar, para hacer desaparecer cualquier rastro o arruga que pueda estropear mi imagen. Me miro en uno de los espejos que hay en la sección de sombreros, la ropa y el maquillaje ha de estar impoluto, según mi jefa, somos la cara de la empresa. Hago una pequeña mueca al pensar en la mujer, no he conocido a una persona más superficial en toda mi vida. De reojo observo a Abby haciendo lo mismo, nada nuevo. Pero, lo que si me hace fruncir los labios divertida es verla ajustarse los pechos con demasiado ímpetu. Me apuesto el sueldo de un mes a que fuera hay algún hombre que está esperando para entrar, que ha llamado su atención. Siempre me divierto cuando los hombres deciden hacer sus compras en la boutique, hay algunos que hacen sus compras para fines propios y no hay nada que me haga más ilusión que asesorarlos y eso claramente no es lo que me hace gracia, sino aquellos que vienen con sus mujeres y al día siguiente aparecen alguna que otra jovencita colgando de su brazo. Si pudiera contar todo lo que mis ojos ven, me haría de oro, pero mi madre me ha enseñado que en boca acerrada no entran moscas. Así que, shhh. El tintineo que las llaves producen cuando Abby abre la puerta principal, me devuelve a la realidad. La sonrisa que viene incluida como cláusula inquebrantable en el contrato laboral, aparece por si sola y eso me alegra bastante, ya no me tengo que esforzar por hacerla salir. Mira que sentir alegría por eso, soy patética, pero necesito el dinero.. -Bienvenido a....- la voz de Abby hace que mi cabeza gire en dirección a la puerta. Mi boca se abre levemente al ver a uno de los hombres más atractivos que mis ojos hayan visto jamás. Carina, por el amor de Dios, si podría ser tu abuelo. - No gracias, voy a dar una vuelta por la tienda y cualquier cosa, no dudaré en llamarla - Abby asiente hipnotizada. El hombre pasa por mi lado y le dedico una leve sonrisa, una de verdad, antes de abrirle camino y dejarle vagar libremente por la tienda. -¡Me lo pido! - suelta mi flamante compañera. La miro con diversión. -Todo tuyo, encaja con lo que llevas meses buscando. Es material de sugardaddy. - asiente sin poder ocultar el brillo de sus ojos. Ya no se si este asunto me divierte o me preocupa, la chica apenas tiene veintidós años. Pero antes de que pueda repetirle el discurso de todos los días, sale disparada intentando no parecer muy desesperada, hacía el hombre. Suelto un suspiro, no tengo ninguna influencia sobre ella, ya tiene una madre que se preocupa por ella y a la que no hace ningún caso. Por personas como ella, mi instinto maternal está muert... -¡Eh tú, niño! - alzo la voz un poco más de la cuenta y me ruborizo cuando las personas que han ido entrando se me quedan mirando con el ceño fruncido. Me disculpo con una pequeña sonrisa antes de dirigirme con pasos apresurados, hasta la sección de ropa interior femenina. Mis ojos de halcón han pillado a un mocoso de no más de trece años metiéndose unas braguitas de encaje rosas en el bolsillo del pantalón. Estos chicos de hoy en día, están cada vez más salidos, pero la culpa es de los padres por no ofrecerles una buena educación s****l. -¿Qué crees que estás haciendo? - me paro detrás de él, y lo agarro por el brazo al verle la intención de huir. Me sorprende lo alto que es, aunque mi metro cincuenta y ocho, hace que cualquiera parezca un gigante en comparación. -¡Suéltame, tía loca! - en pocos segundos hemos conseguido montar un gran escándalo, las personas nos miran y es la primera vez en años en que me salgo del papel que tengo como empleada. Este estúpido niñato ha conseguido ponerme histérica en cosa de pocos segundos. Genial. Antes de que pueda darle una buena reprimenda, una voz detrás de mi me corta y hace que de un pequeño salto. -Señorita, ¿podría hacer el favor de soltar a mi nieto? - mi fuego interior se va apagando y la vergüenza ocupa su lugar. El macizo de antes es el abuelo del niñato salido que va robando bragas de mujer en las tiendas lujosas. -Ya está. Ahora pregúntale a su querido nieto que es lo que lleva en el bolsillo derecho del pantalón. - he decidido aplacar la vergüenza. Sólo estoy haciendo mi trabajo y no pienso dejar que me despidan. La ropa interior de esta tienda vale más que mi alquiler. -Giulio. - tanto el niñato, que ahora sé que se llama Giulio, y yo, nos quedamos congelado ante el impotente tono de voz de su abuelo. El chico parece dar su brazo a torcer, y con algo de lentitud acerca su mano al bolsillo . Suelto un suspiro de incredulidad al ver más de unas braguitas. ¿Qué clase de bolsillo mágico es ese? Claramente uno de un pequeño pervertido. -Vale, se acabó el espectáculo. Carina, iros a un sitio más privado, creo que hay gente mirando desde la calle. Vaya comienzo de mañana, reza para que no te despidan. - que Abby tenga la poca vergüenza de reñirme a mi, cuando minutos antes estaba asaltando a un hombre que claramente le triplica en edad, tiene gracia. -Giulio, pide perdón y devuelve todo lo que has cogido. No hace falta que robes, si quieres ponerte unas malditas bragas, sólo pídelas. - las mejillas del chico se ponen rojas al instante, antes de dejar caer lo "robado" al suelo y salir escopetado hacía el exterior de la tienda. Pero, al parecer todavía le queda algo de dignidad antes de salir por la gran puerta. -Mi padre se va a enterar de esto.- y así sin más, se va. -No le haga caso señorita, los adolescentes a día de hoy están un poco locos. Perdone las molestias, ya volveré otra día sin acompañantes. - asiento en silencio y le observo mientras abandona la con un andar elegante, que por suerte, consigue apartar la atención de lo sucedido, debido a que todas las mujeres que se encuentran en la tienda se lo comen con la mirada a medida que avanza. El resto de la mañana pasa sin más complicaciones. Abby y yo vamos colocando todo lo que las personas van dejando repartidas por las estanterías, realmente no es nada agradable ordenar una cosa y que alguien venga detrás y lo vuelva a desordenar sin más. Pero, no puedo objetar, bastante la he liado a primera hora de la mañana. Por eso, sé de antemano que Maite, nuestra encargada, vendrá en cualquier momento a echarme una buena bronca. Siempre no está vigilando por las cámaras que hay instaladas por toda la tienda. -Estás en problemas. - No me sorprende ver llegar a Maite con un gesto bastante serio. Me la voy a cargar y todo por culpa de un niñato malcriado. -Carina, tengo que hablar contigo.- Asiento mientras dejo que Abby siga colocando las camisas de seda. Acompaño a Maite, mientras rodeamos la gran estantería llena de bolsos que jamás podré permitirme. Pasamos por el pasillo de los zapatos, que claramente combinan con cada uno de los bolsos que hemos dejado atrás, hasta llegar finalmente hasta su pequeño despacho. Aunque su tamaño sea reducido, tiene una decoración que te invita a vivir en esos pocos metros. -Creo que ya sabes a que he venido. - comenta con tonto serio mientras toma asiento en un sillón que hay pegado a la pared. Me hace un gesto para que la acompañe. Una vez sentada, no me permite hablar. -Entiendo que sólo estabas haciendo tu trabajo, y todas sabemos que ante un robo hay que llamar a la policía. Pero, también hay que tener algo de cuidado, porque no conocemos quien es realmente o a que familia pertenece. - reprimo las ganas que tengo de reír. Su rostro se vuelve de piedra cuando se da cuenta de mi diversión. -Carina, casi le haces un placaje al hijo de Santino D´amico.

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