Capítulo 3. Noah un vistazo al pasado

2013 Words
Primer día en el Pueblo Domingo 15, Enero del 2017 Pov Noah Mamá estaba agarrando mis cachetes con fuerza, como si aún tuviera cinco años, creía que tenía un delirio donde pensaba que yo era quico del chavo del 8, lo cual me provocaba ganas de pegarme un tiro para terminar con la vergüenza, por suerte para mí, nadie me conocía aun en esta ciudad y la cantidad de gente que me veía en la calle era mínima. Podría superar esta imagen de niño de mami. -Basta, mamá, me avergüenzas- puse mis manos sobre las suyas intentando que se detuviera, pero era inútil, seguía agitando mi cabeza de un lado al otro, sin prestarme atención en lo más mínimo, rodé mis ojos ante mi intento frustrado de liberarme- Ya soy un hombre, tendrás que tratarme como tal-  -Vamos Noah, nadie puede negar que eres mi ternurita- desearía que la tierra me tragara, podía visualizar en mi mente como sería la tierra se estaba gretiándo bajo de mis pies y llevándome al centro de la tierra, me preguntaba si sería como viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, con dinosauros junto a un oasis, ojala fuera de esa manera y no como lo enseñaban en la escuela - estos chicos de hoy, que creen que son muy grandes, te informo que no tienes idea de nada, aún te veo correr desnudo por la casa, con las barbies de tu hermana en la mano- eso fue suficiente para que todos los colores ascendieran por mi cara, esta humillación no pararía.   No podía evitarlo, con el pasar de los años tenía resignación sobre esa clase de temas. Avergonzado como me encontraba, aferre mis manos a las suyas alejándolas de mi rostro, en un nuevo intentó, con un poco más de la fuerza necesaria sin lastimarla, dejando clara mi posición, odiaba que me tratara como un niño, cuando era un hombre. -Madre, soy un hombre, tengo 20 años- di un paso atrás, poniendo algo de espacio personal entre nosotros- Ahora voy a vivir solo, ya sabes, tendrás que dejarme en paz, ya crecí- rodee mis ojos ante su expresión de mohín, mi madre era una mujer menuda, con el cabello rubio teñido, no entendía la fijación de las mujeres, en cambiar lo que las genética les dio, demasiado preocupadas por su apariencia para mi gusto, sus cejas perfectamente depiladas, eran enmarcadas en una cara redondeada, tenía unos cachetes muy notorios, una nariz amplia en la punta, ojos cafés achinados, su cuerpo era de contextura gruesa, tenía piernas vastas con una cintura pequeña, según ella solo teníamos huesos anchos, aun así se cuidaba bastante de no sacar barriga con dietas y masajes. En mi caso herede la contextura de mi padre, podría comer cualquier cosa sin engordar, era uno de mis talentos, sin querer seguir la conversación ingrese a través del portón metálico, al conjunto de apartamentos, no había portería, ni espacio para parqueadero, eran cinco torres de apartamentos y apartaestudios, mi madre había encontrado una habitación libre en el primer piso de la torre uno, bastaba con abrir la primera puerta metálica para entrar, ciertamente era nuevo, las baldosas eran grandes y amplias, habían solo dos puertas de madera. No sabía que tanto cambiarían para mí, tres simples números, 102. La puerta de entrada ya estaba abierta, el apartaestudio era pequeño como los de ahora, tenía una sola habitación con concepto abierto, pero poseía todas las cosas necesarias, una cocina pequeña con estufa y un par de gabinetes para platos y demás, un baño privado, por el poco espacio no contaba con zona de lavado, tenía un pequeño lavadero para lo necesario. Rayos debía buscar una lavandería, cuando llegamos en el auto, había visto unos cuantos centros de esto cerca de una de las sedes de la universidad, cerca al parque principal, pero dadas las circunstancias era el menor de mis problemas. Los hombres que contrato mi madre, hacían la mayor parte del trabajo pusieron mi somier en la mitad de la habitación, instalaron el televisor pantalla plana, trajeron mi escritorio, había pocas cosas que ansiara y ese escritorio era mi sueño hecho realidad, hasta ahora el mayor capricho que me permitiera, era una mesa amplia, sin gabinetes, permitía graduarlo para inclinarlo de forma ascendente casi hasta ponerlo derecho, lo usaban más que nada en arquitectura o en carreras como dibujo gráfico, la verdad era que me encantaba el poder que daba, el dominio. Era muy versátil para los apuntes, me permitía tener todos mis libros juntos. El resto de mis cosas como la ropa y utensilios, mi madre fue acomodándolas junto a las cosas de la cocina, habíamos traído una cajonera negra como base para la pantalla de la televisión, mientras tanto yo organizaba mis libros en la parte baja del escritorio. Varios amigos me habían sugerido lecturas previas para comenzar la carrera con pie derecho, y así lo había hecho, ciertamente era difícil saber que me esperaba, cuando pensaba que mañana comenzaría mi sueño se me revolvía el estómago, se me quitaba el hambre y la ansiedad se apoderaba de mi cuerpo. Nos tomó hasta cerca de medio día tenerlo todo listo. Pero lo logramos, en el proceso bromee con mi madre sobre mi independencia y como ella ya no tendría el control de todo. Me recosté sobre la cama exhausto, deseaba cerrar los ojos y que fuera mañana. -¿Qué haces, jovencito? Aún hay mucho para hacer- Con mi brazo cubriendo mis ojos, tuve miedo de responder, porque conocía la respuesta, no me dejaría en paz hasta que me viera haciendo algo. -Oh vamos, déjame descansar un rato- golpeo mi pierna molesta con una de sus palmas, di un suspiro cansado antes de ponerme de pie, era mejor cooperar antes de que las cosas empeoraran. -Toma- puso un juego de llaves sobre mis manos- son tuyas ahora- cuando estaba por tomarlas volvió a quitármelas- úsalas bien o…me veras aquí cada fin de semana, sabes que siempre me entero de todo, no puedes ocultarme nada-dejo la frase en el aire mientras las depositaba en mi mano, sabia de que sería capaz si me pasaba algo. Cuando mi padre murió, mi progenitora se volcó en el trabajo y cuidarme, y no podía culparla, estaba en el último semestre de su universidad cuando se embarazo de mí, vivía independiente a su familia, se costeaba sus estudios y luego asesinan al amor de su vida, debió sentirse devastada, pero jamás la había visto flaquear, y lo peor era que todo ocurrió unos días después de que naciera, casi quince días. No me gustaba pensarlo, pero veinte años atrás quince días después de mi nacimiento, mis padres se encontraban felices, papá era un importante ganadero y político en la región, bastante influyente, estaba terminando su campaña para renovar el cargo, cuando todo paso, salía para una de sus propiedades para ver algo del ganado junto a su mejor amigo, no vio venir a los hombres que se movilizaban cerca de él, dispararon con fusibles de gran munición pues pensaban que la camioneta era blindada, nunca supe cuántos balazos le dieron, y debió ser un número considerable, lo destrozaron tanto que tuvieron que velarlo con el ataúd cerrado. La fuerza de los impactos lo hizo estrellarse, lo que termino de matar a su mejor amigo, ¿Y los bandidos? ¿Sus asesinos? Libres, como todo lo que pasaba en este país, impune. Abrace a mi madre por la espalda, reconfortándola no la decepcionaría, ella estaba haciendo más de lo que podía para apoyarme, había obtenido una beca fruto de mis buenas notas, porque era la única manera en que podría estudiar, no éramos pobres, pero tampoco nos sobraba el dinero. En cuanto salimos el frio golpeo mi cuerpo. El día era soleado, aunque incongruentemente frio, el complejo de apartamentos estaba frente a una amplia calle que tenía un riachuelo, al final de la calle a mi izquierda estaba un bar/karaoke, tenía una puerta de madera desgastada, en su letrero tenía un nombre muy…pintoresco, “Sibarita”, lo cual me causo algo de humor, cuando estaba en la escuela, los chicos y yo solíamos hacer mucho Karaoke, era divertido, me pregunto si en esta nueva ciudad, esa será una posibilidad. Fuimos hacia la derecha bajando la calle, había un pequeño puente que pasaba el riachuelo conectándonos con el resto del pueblo, en cuestión de segundos ya estamos en el parque principal, en su mayoría eran bancas bien ubicadas, habían pocos árboles, más que nada eran baldosas de un color amarillento, habían unos postes altos para ondear banderas, un pequeño quiosco blanco en una de las esquinas como en las películas, de lo más adorable, mientras en su otra esquina había una fuente que había dejado de funcionar hacia años por lo que se veía, el centro de la vida aquí, había muchas cafeterías alrededor, una gran capilla clásica estilo barroco, las oficinas del alcalde estaban ahí con las de otros entes jurídicos, luego de algunas preguntas a extraños, cruzamos el parque para encontrar a la izquierda la plaza de mercado, para comprar todo lo necesario. Luego de las compras, me percate que la vida del pueblo estaba en dos calles, las dos principales estaban a la izquierda del parque, eran tres cuadras grandes y terminaban en la plazuela Almeida, un parque triangular, personalmente me parecía de lo más insípido, pero estaba en frente de la zona de bares, había muchas opciones, obviamente por la hora todo estaba cerrado, pero una parte de mi reconocía un desmadre cuando lo veía y hay había mucho potencial en aquel lugar. Pasamos el puente pequeño que quedaba cerca a Sibarita, caminando de vuelta a casa, estaba a media cuadra de la zona de bares, esperaba no tener que ver muchos espectáculos vergonzosos, ya había dejado atrás aquella etapa de mi vida, cuando terminé el bachillerato, mientras cargábamos las bolsas vi a una chica correr, tenía un largo cabello n***o, desordenado anudado en una coleta alta, unos ajustados leguis negros, con solo un top y unos audífonos, ¿Cómo podía correr con este frio? ¿Estaría loca? Tropecé con la reja antes de entrar, ganándome algunos regaños de mi madre. La tarde fue realmente larga, tuve ordenes de aprenderme el nombre de cada edificio de la universidad, su ubicación y casi que su historia, también conocía el nombre de cada uno de mis profesores, sus horarios de atención, entre otras cosas, estaba demasiado nervioso y probablemente olvidaría todo mañana, en la reunión de inauguración para nuevos ingresados. - ¿Estas nervioso? Pareces muy tranquilo- detestaba que hiciera esa clase de preguntas, cerré mis ojos, sentado frente a mi ordenador, pidiéndole a Dios paciencia para lidiar con la mujer que me puso como guía, hice una mueca porque sabía que no podía verme, me gire para poner una sonrisa enigmática. -Claro que sí, pero no gano nada cediendo a los nervios- era una vil mentira, podía sentir como los nervios se apoderaban de mis dedos, impidiendo que se quedaran quietos, pero era algo que ella no podría ver, al igual que aquel día del arresto. Los recuerdos vividos volvieron a mi… Debía tener unos ocho años la primera vez que paso, estudiaba en un colegio grande cerca de una zona residencial, un barrio más allá de mi casa, podría llegar andando si tenía paciencia, mi madre solía llevarme y recogerme, pues no podíamos permitirnos pagar un transporte escolar. Era tarde, cerca de las cinco, estaba hambriento y triste, me sentía abandonado los días en que esto le ocurría, asique me decidí a irme caminando, después de todo, teníamos la misma ruta cada día, pero, aun así, con mi pésimo sentido de la orientación termine perdiéndome, termine en una calle sin salida, llena de basura llorando. Me sentía frustrado y decepcionado, mamá me golpearía por mi acto de estupidez, si alguna vez me encontraba, hasta que apareció aquel hombre mayor, me sentí asustado de verlo y no sabría lo importante que sería para mi… Sería una larga noche, me preguntaba que me esperaría mañana.
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