CAPÍTULO 63: QUE NO SEA DEMASIADO TARDE. Isabella terminaba de guardar algunas ropas cuando la puerta se abrió. Se secó las lágrimas, esperando ver a Sebastián. La esperanza de que quisiera escucharla vibró en ella. Sin embargo, vio a su hijo, Nicholas, que se acercó lentamente, mirándola con sus ojos azules llenos de amor. ―Mami… ―dijo con voz temblorosa. Isabella dejó la bolsa en sus manos y se agachó delante de él. ―Cariño, yo… ― ¿Es verdad lo que dijo papá? ―preguntó el pequeño. ― ¿Es verdad que tú eres mi mami? ¿Mi mamá de verdad? Isabella no podía hablar, no sabía cómo explicarle a un niño las maldades de los mayores. ―Nicholas, quiero que sepas que te amo, y que si todo este tiempo estuve lejos, no fue porque quise. Yo… te amé desde que supe que estabas creciendo dentro de mí